Mi infinita compañía

in #spanish4 years ago (edited)

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El día de hoy quiero hablarles de mi compañera de cuatro patas.

Ella es Kiara una perrita mestiza que me acompaña desde hace 6 años (exactamente desde el 31 de marzo del 2014). Recuerdo ese día como si fuese ayer, yo estaba en un lugar que frecuento mucho para entrenar porque hay un muro artificial de escalada deportiva donde escalo. Ese día había un evento donde muchos niños estaban ahí y yo, como de costumbre, estaba en ese lugar con mis amigos entrenando y vimos entre la gente que se acerca un niño con una perrita blanca como la nieve a la cual era irresistible no prestarle atención.

Sin embargo, el niño era algo arrogante y exhibía a la perrita de una manera detestable, pero aun así todo el mundo quería acariciarla pues era muy adorable. Mis compañeros no perdieron la oportunidad de tocarla mientras los pensamientos dentro de mi cabeza me hacía recordar que no me gustaban los perros y de hecho para ese momento les tenía miedo, pues en algún momento de mi niñez tuve unas malas experiencias con ellos, quizás la más graciosa fue un día que duré más de tres horas montado arriba de un árbol porque un perro sin dueño me quería morder jajajaja...

Volviendo a la historia de cómo conocí a Kiara, ya se acercaba la noche y de pronto la madre del niño arrogante dijo estas palabras: “deja a ese mugroso perro ahí que ya nos vamos para la casa”, y el niño hizo un berrinche y se puso a llorar –cosa que por alguna razón me contentó–. En ese momento quedó claro que el niño no era el dueño de la perrita y que solo la había encontrado y presumía de ella para llamar la atención de todas las personas que se le acercaban. En las instalaciones del lugar solo quedábamos mis compañeros y yo y a una esquina la perrita abandonada.

Una amiga tomó a la perrita en sus brazos y dijo: “si la dejamos aquí se morirá del frío” y yo hasta ese momento no le había prestado tanta atención al animalito. De pronto todos discutían quien sería el que se quedaría con ella para llevarla a un albergue canino, pues a los muchachos que le gustaban los animales ya tenía perros en sus casas y se justificaban diciendo que les era imposible hacerse cargo de otro, mientras que el resto de mis compañeros decían que no se les permitía tener mascotas en sus casas. Entonces, yo vi a la perrita a los ojos y la cargué diciendo: “yo la puedo cuidar por esta noche”, y este fue el comienzo de nuestra infinita compañía.

Ella era tan pequeñita que cabía perfectamente dentro de mi morral y ya rumbo a mi hogar hice una parada en una panadería para comprar leche para ella. Durante todo el recorrido ella sólo asomaba su trompita y se percibía su corazón latir aceleradamente. Al llegar a mi hogar le dije a mi madre: “te tengo una sorpresa, pero no te vayas a molestar” y saqué del bolso a la perrita. La reacción de mi madre en ese momento no me la esperaba, pues al ver a la perrita la aceptó de inmediato y juntos nos dispusimos a armarle una cuna y a darle de comer. Al rato, mi hermana llegó de trabajar y también se enamoró de la perrita y compartió mucho con ella.

¿Y dónde estoy? se preguntaba...
Entrando en confianza
Familiarizándose con la habitación de mi hermana

Llegó el momento de ir a dormir... llevé a la perrita a mi habitación y la acomodé en su cuna. Sin embargo, ella no paraba de llorar así que esa noche fue una laaaaarga noche donde nos dimos el tiempo de conocernos. Me di cuenta en ese momento de que ella tenía muchas pulgas e intenté quitarle la mayor cantidad posible. El sueño comenzó a ganarme la batalla, pero aún la perrita no dejaba de llorar y la abrigué con una de mis camisas y con esto paró de llorar –supongo que por primera vez se sintió segura– y durmió hasta el día siguiente cuando nos dispusimos a llevarla a un médico veterinario donde le colocaron sus respectivas vacunas y recetaron medicamentos porque tenía parásitos. En el veterinario era indispensable llenar un formulario con los datos de la mascota, pero la casilla de “nombre” seguía en blanco. Hasta que pensé una de mis películas infantiles favoritas: El Rey León, y de ahí escogí su nombre: KIARA. Ya era más que evidente que en la familia había un nuevo integrante.

Aquí hace frío, quiero estar junto a ti

En lo que fue su nueva cuna, junto a una camisa mía para que así confiara en mí

Desde ese momento hemos sido inseparables en nuestra vida rutinaria. Hoy en día he perdido el miedo a los perros, de hecho, gracias a Kiara he aprendido a ser más sociable con las personas y hemos hecho grandes amigos caninos junto a sus dueños, entre ellos perros como Fila Brasileño, Pitbull, Rottweiler...perros a los que jamás en mi vida –antes de conocer a Kiara– hubiese tenido el valor de siquiera acercarme a ellos. Gracias a Kiara he aprendido a conocer el lenguaje de los perros y qué tan inofensivos pueden llegar a ser pese a su tamaño y los comentarios amarillitas de estas razas como perros asesinos.


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¡Mientras estudio ella siempre me acompaña!

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Después de llegar de nuestras rutinas de ejercicios, queda agotada y con muchas ganas de dormir

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Tomando un descanso para continuar entrenado

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En uno de sus pasatiempos favoritos, ver por la ventana

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Y aquí la mirada de un amor sincero

Kiara aún sigue siendo una perrita joven y enérgica (y comelona) y todavía nos queda un largo camino juntos.

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Si quieres ver algunas de nuestras rutinas o conocer algunos de nuestros amigos perrunos déjanos tus comentarios y con mucho haré un próximo post. Gracias por ver mi blog.

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Simplemente hermosa💕