Después de escasos veintidós minutos de escaso sueño profundo, he decidido levantarme de la cama, después de sueños agitados de mudanzas, cambios de sitios, pintar con spray y terrazas imposibles que no tengo. Bocados a las personas durmientes y sonidos callados de desaprobación, hasta que despierto y con café y Battiato, me encuentro a Juanillo.
Juanillo, está pasando un momento duro con su madre, Juanillo, tiene como yo cuarenta y siete años, edad dura de despedidas. Desconozco en este momento si su madre ha partido, pero dentro del barroquismo y dolor de su posteo, se percibe un robusto amor a la figura de su madre.
El huracán de mi alma ahora mismo, no ha podido si no sincronizarse con su dolor. Estamos en el eje de las despedidas, que nos coloca irremisiblemente, en la rampa de lanzamiento de la inevitable desaparición propia. Postergaremos el hecho, todo lo posible, pero todos cumplidos con creces la mitad de nuestra vida, no nos queda más que ocaso, despedida, dolor y aceptación.
No me importa despertar en noches como esta, después de un trimestre y un curso fiscal laboral que empezó un fatídico catorce de Marzo de 2020. Todo ha sido un continuo, como el sueño, pero sin visos de despertar.
