Acabé el trimestre, una vez más. El más heroico desde Enero de 2018, que lo llevé como pude en la rápida agonía de mi abuela. Sinceramente, tengo lagunas, pero lo he hecho bien, de puta madre la verdad. He tirado de oficio, de bemoles y de paciencia cartuja. Ha salido bien, y ya a otra cosa mariposa.
También ha sido el primer día de gimnasio en 700 días sin mascarilla, una puta maravilla, y el segundo día de supermercados sin mascarilla, una puta locura, he llegado a bailar por los pasillos, de pura alegría. Un hito más conseguido.
Físicamente, me noto bien en el gimnasio, pero a nivel de respirar y cardio, aun raro. Iré probando cosas, sobre todo, cinta, correr, que tengo infinitas ganas. Lo que más miedo me da, es lo del cerebro, lo de que dicen que se pone más pequeño, realmente me da pavor, con lo orgulloso que estoy de mi cerebro, de mi inteligencia. Eso es tocarme en la fibra sensible.
La otra cosa que me dio miedo de la época esta coronavírica, fue la pérdida de olfato, es el sentido que marca mi forma de ser. Por circunstancias, he tenido o tengo dañados durante etapas de mi vida el oído, la vista, el gusto, pero el olfato, siempre ha funcionado, así que la carencia del mismo. Ese oler el café y sentir un leve olor, el olor de una mujer, el del gato, el de tantas cosas que me sirven para orientarme de día de noche, en fin.