Corren fríos los días, húmedos y desagradables. Aunque intento quedarme con el rato de buen sol que aun en estos días, se puede disfrutar. La Administración autonómica, no para de sumar ineptitud. Con sus registros cerrados, sus teléfonos sin operatividad, todo se ralentiza hasta extremos que rozan lo absurdo.
Está claro que el andaluz, está hecho de otra pasta, cualquier otra tierra, se levantaría hasta en armas, por bastante menos de lo que pasa aquí.
Tengo hambre constantemente y duermo mal. Efectivamente, estoy de trimestre. En la medida de la mezquindad humana, no dejo de sorprenderme de la exaltación de lo burdo y los malos modales, como modo de vida. Una cosa es exigir por lo que pagas, y otra es no pagar y encima, exigir. El mundo, en una de sus vueltas, nos muestra ahora está cara, que no por manida, deja de ser sorprendente.
En mi mente, yo estoy en Zamora, o León, o Palencia, incluso Valladolid, me vale, andando por esos senderos, aun con verdor antes de la llegada del estío que arrasa con todo. Los animales, van cruzando de un lado a otro y aunque el extraño soy yo, no percibo ninguna hostilidad. A lo lejos, campos de trigo, de vid, de maíz, cebada de un verde exultante, que pronto se verá surcado del rojo de las amapolas, antes de dar paso al amarillo intenso y un nuevo ciclo.
