Hay que volver a la vida sencilla. A comer lo que se pesca y se caza en el mismo día. Al poblado comunal bajo ramas de palma. A ver el mundo exterior con la inocencia de un Yanomani Real.
Es el único futuro sembrado, la placidez de una tarde lluviosa en la amazonía sin más preocupaciones que las evoluciones del humo de tabaco.
El fantasma de la felicidad viste a cada esforzado hospedador en sus verdaderas dimensiones.