El caminante de niño, le gusto desde que conoció el mar contemplar el amanecer y el ocaso; le inspiraban y le conectaban con su parte espiritual. Una mañana el abuelo de la playa lo sorprendió lejanamente divagando en la inmensidad del océano. Al ver al abuelo, le dijo que estaba agradecido con el Creador por el milagro de la luz natural, -le pregunto- ¿qué importancia tienen los rayos solares en la vida humana?
Es interesante su pregunta, -respondió- yo tuve que introducirme en las sagradas escrituras para lograr comprender el porqué de su presencia. Y encontré que los rayos solares son como las leyes, que nutren a la piel de las personas y también ayudan al proceso de las plantas y animales. Por tanto los rayos son leyes estables, que tienen un equilibrio vital; por ejemplo los seres humanos, sólo podemos permanecer cierto tiempo, directamente ante esa luz, pero también, si no nos exponemos a su calor, el cuerpo enferma por la falta de esos nutrientes.
Otra manera de comprender estos conceptos es a través del estudio de las leyes de la siembra y la cosecha. Los rayos solares son como semillas, si todos los días sales y te expones una pocas horas antes de las 10 de la mañana, el cuerpo lo agradecerá y procesara los beneficios; si no les das el calor a las células, estas se pueden marchitar y morir a falta de la activación celular que provocan los rayos. Son leyes, que si las obedeces, te benefician, si las ignoras pagas con la enfermedad; ¡aquí no hay castigos, sólo consecuencias!
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