Cuando era niña era muy valiente a la luz del día, pero cuando caía la noche, me atemorizaban las cosas que se podían esconder en la oscuridad, siempre pedía a mi madre que viera bien que no hubiera nada que pueda hacerme daño en la noche.
Mi hermano y yo construíamos fuertes de sabanas y sillas todo el tiempo, jugábamos día y noche, era una infancia extraordinaria, lo mejor de ella era nuestra imaginación, teníamos castillos, dragones yo era una princesa y él un caballero.
Un día mi hermano jam y yo estábamos jugando antes de dormir, éramos piratas y yo como una marinera de agua dulce tenía que saltar por la borda como castigo, salte de mi cama y rodé bajo ella, lo que encontré ahí fue asombroso, jamás la había visto ni creo que mama la haya notado, justo debajo de mi cara había una pequeña puerta, cuadrada que abría solo con una llave. Sin duda alguna le conté a mi hermano y juntos buscamos por toda la casa una llave parecida a la cerradura, era extraño, pues ninguna de las llaves de la casa la abría, desistimos de ello unos días, hasta que jugando en el patio a que enterrábamos un tesoro apareció una misteriosa llave, los ojos de jam se iluminaron y me dijeron lo que yo estaba pensando “vamos a ver a donde nos lleva”, subimos corriendo las escaleras a la habitación, nos metimos bajo mi cama, abrimos la puerta y lo que nuestros ojos vieron era impresionante…
continuara.