Fragmento. / LOA.

in #writing6 years ago
«Cálido. Tan cálido...» Hassan estaba acurrucado en un lugar muy cómodo y cálido, un suave viento acariciaba su cara y aquella sensación le hizo escapar una leve sonrisa, empezó a abrir los ojos lentamente hasta encontrarse a una Yume plácidamente dormida, estaba tan cerca que podía sentir su respiración, se apartó rápidamente muy sonrojado y empezó a mirar a todas partes hasta que se dio cuenta de que se encontraba en el sillón de la sala. Recordó que la noche anterior había estado ahí hablando con Yume hasta que se quedaron dormidos. La miró, estaba con la boca levemente abierta y tenía su largo cabello desordenado, sus largas pestañas brillaban por la luz que le pegaba a la cara y respiraba pausadamente, se veía tan calmada, con tanta paz, tan hermosa, que Hassan deseo estar en ese momento por siempre, duró mirándola un gran rato hasta que un estruendo lo sobresaltó al igual que aYume, esta apretó los ojos y luego los entreabrió lentamente.

—¿Qué pasa? —balbuceó ella arrastrando las palabras.
A Hassan le pareció tan tierno que quiso abrazarla, pero estaba seguro de que lo que había oído era la puerta siendo derrumbada y estaba preocupado.

—Creo que alguien ha entrado a la casa —susurró, Yume se veía confundida, sus ojos se veían de color azul cristalino y no lograba enfocar la vista.

—¿Qué...? —cerró los ojos un momento y se restregó la cara con las manos rápidamente.

Cuando se descubrió la cara sus ojos habían vuelto a estar de su color verde natural, pero no dejaban de verse diferentes, Hassan estaba impresionado ¿Era eso normal? Él estaba casi seguro de que había visto sus ojos cambiar también a algo cercano al rojo cuando la vio en la mansión, pero en ese momento no estaba seguro, ya que lo habían drogado esa vez, y pensaba que probablemente fue una ilusión. Estaba a punto de abrir la boca para preguntar sobre eso, pero el estruendo de algo rompiéndose lo interrumpió.

—Ups... —dijo un hombre entrando a la habitación con algo parecido a un florero hecho pedazos en las manos.

Yume dio un largo suspiro poniéndose una mano en el rostro.

—¿Acaso eres idiota? —dijo irritada.

—Buenos días para ti también, preciosa —dijo con una sonrisa que le llegó hasta los ojos, Hassan no pudo evitar fruncir el ceño al oír la palabra «Preciosa» salir de su boca.

—Oye Lans, agradezco mucho que me hayas traído hasta acá y me prestaras esta casa, pero ¿podrías tocar antes de entrar, en vez de tirar la puerta de una patada? Te aseguro que será más práctico —dijo visiblemente molesta. Lans la miró un momento de arriba abajo y soltó una carcajada. Eso pareció irritarle aún más a Yume.

—Lo siento, lo siento. Es que no puedo tomarte en serio si estás así, te acabas de despertar, ¿verdad? —dice Lans por el hecho de que Yume estaba en pijama y tenía el pelo por todas partes.

Las mejillas de Yume se encienden y mira a otra parte. Hassan aprieta los puños.

—¿Y? ¿Qué haces aquí? —suelta con el ceño fruncido.

—Bueno, sólo pasaba por aquí y... quise saludar... -Dijo y miro a Hassan sin dejar de sonreír. Éste aparto la vista.- En fin, ahora que lo recuerdo, ¿No ibas a regresar hoy? -Dijo jugando con los restos del florero en sus manos.

—Detente, te vas a —antes de que Yume terminara de hablar Lans gimió y se pudo ver como empezaba a sangrar su mano—... cortar.

Yume suspiró y se levantó, salió de la habitación; Hassan y Lans intercambiaron miradas de incertidumbre hasta que volvió con lo que parecía un pañuelo mojado y una venda.

—Trae acá —dijo Yume agarrando cuidadosamente la mano de Lans y frotándola suavemente con el pañuelo. Lans soltó un leve quejido y Yume se detuvo y lo miró a los ojos—. Lo siento, ¿Te duele mucho?

Sus ojos se veían intensos y a la vez delicados, Hassan pudo ver como Lans se sonrojaba y empezó a sentir algo extraño en el pecho, como una clase de punzada.

—No —logró decir Lans embobado con los ojos de Yume. Ésta soltó el pañuelo y le puso la venda.

—Bien —dijo retirándose—, eso te pasa por idiota.

Se va hasta la cocina y Hassan queda a solas con Lans, lo mira por un momento y nota como sigue embobado mirando la puerta por la que salió Yume, aprieta la mandíbula, se levanta con el ceño fruncido y va a la cocina. Entra y mira a Yume lavando el pañuelo, se veía extraña, como si fuera a llorar, Hassan se sienta en la mesa intentando descubrir en qué piensa y esta al darse cuenta de que Hassan entró, voltea regalándole una pequeña sonrisa.

—¿Qué te apetece desayunar? —dice más alegre de lo que parece.

—Unos panecillos de moras me vendrían de maravilla —dice Lans entrando a la cocina con la misma sonrisa con la que entró al principio y sentándose en la pequeña mesa—, y si hay té, mejor.

—No te pregunté a ti —responde Yume mirándolo feo—. ¿Hassan?

—Lo que sea está bien —dice Hassan tímidamente.

—De eso no hay —dice Yume riendo.

—Apuesto a que panecillos sí hay —interviene Lans, Yume le lanza una mirada divertida y se pone manos a la obra.

Después de un largo silencio incómodo entre Lans y Hassan, los panecillos llegan junto con un olor majestuoso. Hassan se llena la boca rápidamente y no puede evitar sonreír de lo bien que saben, Yume se une a la mesa y mira a Hassan complacida. Sin dejar de sonreír toma su taza y la sopla para darle un sorbo al té.

—¿No vas a comer panecillos? —pregunta Hassan con algo de comida en la boca. Yume ríe.

—Nah, si de tan solo verte comer con tanto gusto me siento satisfecha. —dice con una sonrisa.

—Vaya —dice Lans mirando a Yume con una sonrisa divertida. Esta lo mira.

—¿Qué?

—Nada, nada —dice con una expresión extraña—. En fin, ¿no ibas a regresar hoy? —Yume chasquea los dedos.

—Sabía que algo se me olvidaba -Dice Yume.

—Claro —responde Lans con una sonrisa aparentemente indiferente en un tono tan bajo que apenas Hassan logra oír—, olvidar.

Después del desayuno, pasaron unas horas mientras Yume, Hassan y Lans terminaban de empacar todo y finalmente ponerlo en una gran carreta que tenía un hermoso caballo blanco. Eran más bolsas de las que Hassan esperaba, puesto que Yume solo había estado ahí un par de semanas.

Después de que todas las bolsas estuvieran cuidadosamente guardadas en la carreta Yume y Hassan se despidieron de Lans, no antes de que Yume le hubiera agradecido unas mil veces por toda la ayuda que le había brindado y tratara de pagarle por lo menos la estancia en la casa, y este rechazara el dinero. Ahora, se encontraban caminando por un hermoso sendero lleno del verde de los árboles y el aroma de flores de muy hermosos y variados colores. Yume caminaba a un lado de la carreta con un gran saco que no permitía verle el rostro.

Un rato después de una larga caminata (Junto con un largo silencio.) Hassan estaba jadeando, tratando de seguirle el paso a Yume. Ya estaba oscureciendo y a Yume parecía no parecerle tan relevante como para salir de la profundidad de sus pensamientos y detenerse a descansar. Sudando y luchando para que sus piernas siguieran, se rindió y se detuvo apoyándose en sus rodillas para recuperar el aliento, estaba muy arrepentido de haberle dicho a Yume anteriormente que no dejara un espacio para que él subiera a la carreta si se cansaba, lo había hecho con el propósito de no parecer tan débil frente a ella, pero era evidente que lo era, comparado con Yume él estaba bañado en sudor mientras ella ni siquiera se daba cuenta de que llevaban caminando tanto tiempo sin parar que estaba oscureciendo.

Yume volteó, se quitó la capucha y lo miró como si acabara de percatarse de que Hassan llevaba rato luchando para no caer al suelo agotado.

—¿Estás bien?

—Ah, ah.... -Jadeando, Hassan trataba de responder algo, pero parecía que el agotamiento físico le nublaba la mente. Yume miró al cielo oscuro y luego a Hassan.

—Oh, lo siento —dice algo avergonzada— Estaba tan distraída que no me di cuenta de que oscurecía —Se orilló con la carreta hacia un árbol y Hassan la miró confundido.

—¿Qué haces? —dice todavía muy cansado.

—Me detengo, vamos a pasar la noche aquí.

Hassan mira atrás de Yume y en todas direcciones buscando una cabaña o algo, pero solo ve un gran árbol.

—¿...Aquí afuera?

—Sí, ¿por qué?

—Bueno... Es que.... ¿Y si llueve? —balbucea. Yume mira al cielo y sonríe.

—No creo, no hay ni una nube en el cielo Hassan, no te preocupes —Hassan asintió repetidas veces, pero no sabía cómo iba a hacer para dormir en un lugar como ese.

Yume amarró al caballo al árbol y después encendió una fogata, sacó unos panecillos que quedaron del desayuno y se los dio a Hassan, seguía callada y sus ojos divagaban por la nada.

—¿Tú no vas a comer? —pregunta Hassan.

—No tengo hambre —dice Yume todavía algo distraída—, Cómelos tú, debes de estar hambriento después de esa gran caminata.

—Pero... No has comido nada en todo el día ¿Estás bien?

Yume lo miró como si la acabaran de despertar de una ensoñación.

—Eh… Yo tome un té está mañana así que está bien. —dice sin dejar de mirarlo.

—No, no lo está, que no comas en todo el día no está bien, y no pienso comer un bocado si tú no lo haces también —suelta decidido y hace un puchero.

No lo hace apropósito, era una mala costumbre que no podía quitarse, pero trata de disimular que no ha pasado nada. Yume no pudo evitar sonreír por la ternura de Hassan y toma un panecillo.

—Bueno, está bien —dice sonriendo—, tienes razón.

Y así Yume y Hassan terminan comiendo a la luz de las estrellas en silencio, el silencio de ese momento fue diferente al silencio que hubo en todo el día. Mientras en el camino hubo un gran silencio inquietante e incómodo, en ese momento el silencio era reconfortante y cálido. Después de comer Yume empezó a hablarle a Hassan sobre el lugar al que iban y las personas que se encontrarían. Luego de una cantidad de detalles y expresiones que solo sabía hacer ella, el fuego amenazaba con apagarse y Yume decidió sacar una gran manta para irse a dormir. Se apoyaron en el árbol tapándose con la manta, y aunque Hassan estaba realmente cansado y adolorido por la gran caminata que habían tenido ese día, no podía dormir; miró de reojo a Yume y notó que ella tampoco tenía mucho sueño. Estaba mirando en dirección a las estrellas, pero estaba seguro de que dentro de su cabeza, estaba divagando en otro lugar. Con toda la curiosidad que había acumulado en el día, decidió armarse de valor y preguntarle:

—¿En qué has estado pensado en todo el día? —preguntó sin mirarla.

—¿Uh? —soltó Yume, parecía que la pregunta la había tomado de sorpresa— ¿A qué te refieres?

—Bueno... Es que todo el día has estado tan distraída...

—Oh, bien... Sólo me preguntaba —hizo una pausa—, ¿qué pasará cuando volvamos?

¿Era eso? entonces Yume sólo estaba preocupada por cómo reaccionarían las personas cuando llegaran, puesto que prácticamente había salido en busca de Hassan a la espalda de todos y se había escabullido en medio de la noche para no volver hasta en unas semanas, era entendible. Hassan se sentía muy agradecido con Yume, y no quería que estuviera tan preocupada, así que sopeso lo que iba a decir a continuación.

—Yo pienso —Yume volteó y lo miró con curiosidad—... Pienso que si las personas con las que nos encontraremos son tan buenas como has dicho... Lo entenderán.

Sintió que lo que acababa de decir no estaba del todo completo, y quiso cambiarlo, pero cuando miró a Yume para volverse a explicar, tenía una sonrisa tan brillante que se quedó sin palabras.

—Es verdad —dijo al final para volver a mirar al cielo estrellado.

Los ojos de Yume reflejaban la luz de las estrellas viéndose tan relucientes como el mismo cielo. Hassan no podía dejar de obsérvala, se la pasaba todo el día observándola y estaba consciente de ello, se sentía como un acosador y dentro de él, había un pequeño miedo de que Yume un día se diera cuenta y se asqueara. Pero dentro de él también sentía algo que estaba tan firme que hacía ver a ese miedo menudo. Felicidad. Cada vez que miraba a Yume dentro de él se desencadenaba un mar de sentimientos que él mismo no entendía, pero estaba seguro que dentro de ese mar de sentimientos distorsionados y profundos, había felicidad. Aunque a veces sintiera esas extrañas punzadas cuando otro hombre la veía, aunque a veces sintiera ese estado de impotencia cuando no entendía lo que pensaba, aunque a veces sentía ese extraño vacío cuando no podía tenerla entre sus brazos y abrazarla, Hassan era feliz con tan solo el hecho de poder ver a Yume, y el hecho de que en ese momento estuviera durmiendo junto a ella, amenazaba con romper su cordura. Al final Hassan no podía evitar sentirse como un loco,

Pero un loco muy feliz.

Finalmente Yume terminó durmiendo mientras miraba las estrellas, al igual que Hassan, sólo que Yume miraba en dirección al cielo, y Hassan a los ojos de Yume.