Relato: Los últimos días de noviembre, o la mala suerte de un final de mes

Todo comenzó cuando se nos acabó el gas; éste había durado un mes y diez días, aunque eso era normal para nosotros dado que se le daba un uso constante. A la hora de acabarse el gas, la lluvia cayó con toda su gloria; no fue hasta terminar que nos quedamos sin luz.

Todos pensábamos que era una falla por la lluvia, como siempre solía sucedernos cada vez que llueve en un 50% de las veces. Sin embargo, nos desencantamos de inmediato cuando notamos que los vecinos de enfrente aún tenían servicio.

Mi hermano Antonio fue al hotel que estaba al lado de casa; se ahorró el viaje al ver que tenía luz. Con cierto desasosiego y temerosos de que fuese una falla interna, probamos con subir y bajar el switch que estaba dentro de la casa.

Nada. Ni cinco centavos de luz.

Mi primo Braulio comentó entonces haber notado unos cables colgando en la entrada de la puerta del vecino; sospechando que eran el origen del problema, llamamos a la compañía estatal de luz; por desgracia, nos colgaban cada vez que nos intentábamos comunicar con ellos, así que me volví hacia las redes sociales. Ahí, en el servicio de mensajería en donde ellos tienen un número de atención al cliente, la empresa pidió pruebas sobre la situación de la casa, y hasta las descripciones de ésta para que los técnicos fueran a verificar. Tras una hora y media de demasiada tensión de mi parte, la operadora me reiteró que checarían el problema en un máximo de 10 horas.

Todos en casa empezaron a protestar por el período tan largo de tiempo de espera, pero era de entenderse; los técnicos no eran dioses y posiblemente estén atendiendo otras situaciones en distintos puntos de la ciudad. No había nada más que hacer, así que nos acostamos temprano.

La luz regresó a las 2 de la mañana, para alivio nuestro... Pero ahí no acabó todo. En una nota que dejó en la puerta, la compañía eléctrica nos aconsejó llamar a nuestro electricista; toda la instalación eléctrica tenía daños que necesitaban atención inmediata.

Mi cabeza estaba hecho un remolino; me daba hasta mareos el solo pensar en la cantidad de presión que se ejercía sobre mí. Por momentos me arrepentía de tener un plan de pago con la compañía telefónica, mucho más si era de consumo controlado. Sin embargo, tuve que tener la mente fría y un férreo autocontrol para realizar las llamadas pertinentes.

Después de llamar a la gasera para solicitar un intercambio de tanques, me comuniqué con la compañía de internet para reportar la falla del servicio. Sin embargo, la operadora me comentó que su sistema tenía una actualización en ese momento, por lo que me pidió que llamara más tarde. Media hora después volví a llamarlos, esta vez para solicitar la visita de un técnico; resultó que mi primo había descubierto que los empleados de la empresa habían cortado accidentalmente el cable.

No supe en ese momento si reír o llorar.

Afortunadamente el operador que me atendió atendió el reporte, por lo que me aseguró que entre este día y el siguiente ya tendría a los técnicos aquí. Posteriormente llamé al electricista, quien acudió a la casa minutos después y revisó todo; su sentencia concordaba con la de los empleados: había que cambiar todo.

"Bonita forma de terminar noviembre", musité mientras me sentaba en el escritorio a trabajar en una de las tantas mesas de la biblioteca.


Fuente de la imagen: Pexels

Nota de la autora:
Todo lo escrito fue basado en un hecho que me sucedió hace un par de días. Los sucesos no fueron ese orden, pero sí, una incómoda pero bonita forma de despedir noviembre.