Saludos. La amiga @charjaim en su columna para la comunidad de @holos-lotus, nos deja la invitación a reflexionar sobre aquellas normas sociales que pudieran interpretarse de diferente modo e incluso verse como absurdas o fuera de lugar. Les comento…
En el año 71 inicié mis estudios en el Pedagógico de Caracas. Por aquel entonces la institución conservaba unos códigos de vestimenta bastante rígidos. Muchos alumnos iban a clases con palto o chaqueta, pocos andaban en manga de camisa y la gran mayoría usaba el pelo bastante corto, al estilo militar.
En ese tiempo yo me había sintonizado con el movimiento contracultural que vivía una buena parte de la juventud, no solo internacional, sino también de Venezuela. Lo normal para un joven como yo era ser contestatario y medio Hippie. Mi vestimenta iba acorde con ese modo de pensar. Usaba ropa informal, la mayoría de las veces, pantalón, franela y chaqueta de blue jean, y el pelo a la altura de los hombros.
Al comenzar las clases mis compañeros me dijeron que vestido de esa forma quizá no me dejarían entrar al aula. La gran mayoría de los profesores eran gente mayor y con una gran autoridad académica.
Sin embargo, para sorpresa de todos fueron muy pocos los que me hicieron alguna observación sobre mi forma de vestir, no fueron inflexibles conmigo. Yo me empeñaba en ser buen alumno para demostrar que el empaque poco tenía que ver con actitudes como el esfuerzo, la tenacidad y el deseo de superación. Ellos recibieron mi mensaje y en verdad no tuve mayores problemas.

Si tuve que ceder en el momento en que hacía las prácticas docentes. Ahí si encontré directores inflexibles que no me dejaban dar las clases a menos que fuese con palto y en algunos casos hasta con corbata, lo del pelo me lo respetaron. Pero me tocó pedir varios paltos prestados a amigos de promoción.
Luego de graduado comencé trabajar como profesor de liceo. Me tocó en un pueblo cercano a Maracay, era un sitio pequeño y con costumbres pueblerinas. Casi ningún joven usaba el pelo largo, quizá por eso les sorprendió tanto que el nuevo profesor llegara vestido con una chemise, pantalón de blue jean, zapatos deportivos US Keds, y una melena bastante larga.
Mis compañeros de trabajo me veían como un bicho raro. Ahí también sentí el peso de la discriminación. Muchos de ellos usaban paltó y corbata a pesar de lo caliente de la zona, esa indumentaria parecía ser la más acorde con la función que se hacía, era lo que imponía la costumbre.
Pero yo me hice el fuerte, contaba a mi favor con el principio de autoridad. Los únicos graduados eran el director y yo, y muchos de los colegas ni siquiera estudiaban carreras ligadas con la docencia. En aquel momento había un gran déficit de profesores graduados, se estimaba que solo el 30% de los que estaban en las aulas tenían algún título universitario.
Con el paso del tiempo me fueron aceptando y respetaron mi forma de ser, pero me gané el apodo del “chamo”; para ellos no era el profesor Irvin, sino el chamo de Caracas…

Pero el asunto de las costumbres no solo afecta las cuestiones cotidianos, también se ve en el ámbito académico. Cuando hice mi maestría en el Pedagógico de Maracay, el paradigma dominante en el terreno de la investigación educativa era el cuasi experimental. Pero yo andaba en otras líneas de pensamiento, tenía tiempo moviéndome en el paradigma cualitativo, en la modalidad de Historias de Vida.
Al llegar a nivel de los proyectos de investigación con miras a las tesis de grado comenzaron mis problemas. El comité que recibía las propuestas no entendió el título que les presentaba, el que era verdad incluía un neologismo, la palabra “practicación”.
El comité insistía en que había un error gramatical y yo en que era la manera de encontrar dinamismo en el hecho que pretendía investigar.
Me tocó hacer prácticamente una tesis para justificar mi título y que el comité aceptara que no era una loquera sino algo profundamente meditado. Esos problemas los seguí confrontando en cada paso hasta que me aceptaron la tesis que yo tenía en mente. Fue la primera que se hizo desde el paradigma cualitativo en la modalidad de Historias De Vida. Para mí fue un gran logro hacer historia en esa institución.
Es inevitable que en muchas situaciones encontremos costumbres y normas que vayan en contra de nuestra forma de ser. Ante ello siempre habrá la alternativa de mantenerse en lo que uno piensa o ceder para no entrar en conflictos. Cada quien es libre de decidir con cuál se queda.
Gracias por tu tiempo.
Greetings. Our friend @charjaim, in her column for the @holos-lotus community, invites us here to reflect on those social norms that could be interpreted in different ways and even seen as absurd or out of place. Let me tell you...
In 1971, I began my studies at the Pedagogical University of Caracas. At that time, the institution had a fairly strict dress code. Many students went to class wearing coats or jackets, few wore shirtsleeves, and the vast majority had fairly short hair, military style.
At that time, I had tuned in to the counterculture movement that was sweeping much of the youth, not only internationally, but also in Venezuela. It was normal for a young man like me to be rebellious and somewhat of a hippie. My clothing was in line with that way of thinking. I wore casual clothes, mostly pants, a T-shirt, and a denim jacket, and my hair was shoulder-length.
When classes began, my classmates told me that dressed like that, I might not be allowed into the classroom. The vast majority of the professors were older people with great academic authority.
However, to everyone's surprise, very few of them made any comments about my dress, and they weren't inflexible with me. I was determined to be a good student to show that appearance had little to do with attitudes such as effort, tenacity, and the desire to excel. They got my message, and I really didn't have any major problems.

I did have to give in when I was doing my teaching practicum. There I did encounter inflexible principals who would not let me teach unless I wore a suit and, in some cases, even a tie. They did respect my hair style, though. But I had to borrow several suits from friends in my class.
After graduating, I started working as a high school teacher. I ended up in a town near Maracay, a small place with small-town customs. Almost no young people wore their hair long, which is perhaps why they were so surprised when the new teacher arrived dressed in a shirt, blue jeans, US Keds sneakers, and quite long hair.
My coworkers saw me as a weirdo. There, too, I felt the weight of discrimination. Many of them wore suits and ties despite the heat of the area; that attire seemed to be most appropriate for the job, it was what custom dictated.
But I stood my ground, relying on the principle of authority in my favor. The only graduates were the principal and me, and many of my colleagues did not even study subjects related to teaching. At that time, there was a great shortage of graduate teachers; it was estimated that only 30% of those in the classrooms had a university degree.

Over time, they accepted me and respected my way of being, but I earned the nickname “chamo”; to them, I was not Professor Irvin, but the chamo from Caracas...
But the issue of customs does not only affect everyday matters; it is also seen in the academic sphere. When I did my master's degree at the Pedagogical University of Maracay, the dominant paradigm in the field of educational research was quasi-experimental. But I was following other lines of thought; I had been working for some time in the qualitative paradigm, in the modality of Life Stories.
When I reached the level of research projects with a view to my thesis, my problems began. The committee that received the proposals did not understand the title I presented to them, which, it is true, included a neologism, the word “practicación.”
The committee insisted that there was a grammatical error, and I insisted that it was the way to find dynamism in the fact I intended to investigate.
I had to practically write a thesis to justify my title and get the committee to accept that it was not nonsense but something deeply thought out. I continued to face these problems at every step until they accepted the thesis I had in mind. It was the first one done from the qualitative paradigm in the Life Stories modality. For me, it was a great achievement to make history in that institution.
It is inevitable that in many situations we have to adopt customs and norms that go against our way of being. Faced with this, there will always be the alternative of sticking to what one thinks or giving in to avoid conflict. Everyone is free to decide which one they choose.
Thank you for your time.
Translated with DeepL.com (free version).





Comunidad Be Entrepreneur

Cómo se encuentran choques en ese ámbito. La manera de vestir, de hablar, si se reúne o no con las demás personas, el tiempo de permanencia que tenga alguien en un determinado año o grado y pretenda uno trabajar en él, las estrategias que se utilicen y más. Es un terreno minado y donde uno se imagina surge una confrontación.
Trabajé la Investigación cualitativa en la Universidad Simón Rodríguez y las trabas que ponían los que se mantenían en el otro paradigma eran piedras duras en el zapato y tragos amargos que beber.
Gracias por contarnos, amigo @irvinc .
Tremenda historia, hermanazo. Aún la lucha por eso de las normas aún continúa, la sociedad y nosotros los seres humanos somos complejos. Excelente aporte, maestro. Saludos cordiales....
Hola @irvinc. Es Interesante mirar atrás y encontrar como nuestras convicciones se abren paso en el entramado social, saludos.
Hola mi apreciado @irvinc que agradable conocer un poco más de usted, me imagino la impresión de sus compañeros de clases al verlo, ya que todos con parto y usted tipo Bob Marley en clases😅 pero como dices lleno de buenos conocimientos y excelente estudiante, que era lo que realmente importaba.
Después al ingresar a las aulas de clases, sus compañeros lo miraban como cucaracha en fiesta de gallina. Pero otra vez resaltó por su preparación académica. Fue un gusto leerle. Bendiciones 🙏🏼
Hay una película que trata algo parecido a lo que usted aborda, se llama "El Club de los Poetas Muertos", en la que un profesor asume métodos de enseñanzas diferentes y es tratado de mil maneras hasta que lo expulsan del centro.
Muchas veces las reglas sociales valoran más la forma que el contenido y esto es un error o al menos, no siempre está bien.
Gracias por compartir. Feliz domingo. Salud y saludos.