Greetings, friends of @holos-lotus.
Greetings, everyone. Throughout many posts, we've discussed diverse topics, and in none of the ones I've read (it's impossible for me to read them all) have I seen anyone talk about loneliness.
About the fact that loneliness is not an enemy.
It's always spoken of as a ghost, as a state to flee from. I want to talk about it as a tool, and sometimes, even, as a luxury.
There's a saying: "It's better to be alone than in bad company." It's not just a saying. It's a practical truth of emotional survival.
I've seen many people, myself included in the past, who, out of fear of loneliness, tolerate the company of people who belittle them, use them, or make them unhappy.
That's not company; it's a very high price to pay for not wanting to be alone with yourself. You prefer the noise of someone toxic to the silence of your own company.
That's the first mistake. In these cases, loneliness isn't the enemy; a bad partner is.
It's also said that "Loneliness is a bad advisor." I agree, but only in a very specific context: when impulsive decisions are made out of sadness or chronic isolation, especially in romantic relationships.
But that's not the loneliness I'm talking about. The loneliness I'm referring to is voluntary, temporary, and functional. The reality is that sometimes we need to be alone to properly analyze our situation or a specific problem.
You need to get away from the noise of other people's opinions, from the expectations of others, to listen to your own judgment. In the silence of your own company, ideas become organized, priorities become clear. You can't think deeply in the middle of a crowd, even a crowd of two.
Part of our true independence—not economic, but emotional—lies in our ability to be alone and not depend on anyone to feel complete.
We have to learn to be alone. I know people who can't do it; They need to fill every moment with the company of another person, with background noise, with constant activity.
That's dependency disguised as sociability. We have to learn to be emotionally self-sufficient, even if we don't live alone. It means being able to enjoy an afternoon with yourself, without getting bored, without anxiety, without feeling like something is missing.
That's an inner strength that no one can take away from you.
By learning to be alone, and to enjoy it, we achieve something fundamental: we stop needing the constant approval or validation of other people. Your worth ceases to depend on the reflections you see in the eyes of others. You become consistent. You are yourself, whoever you are with, or even if you are alone. You don't change your essence to fit in or to avoid being alone.
The security you gain is immense. You no longer make decisions from the fear of loneliness, but from the clarity of what you truly want.
Therefore, don't fear solitude. Don't demonize it. Reconcile yourself with it. Practice being with yourself. Read a book, take a walk, think, simply breathe without distractions.
It's not a punishment; it's a space of freedom where you encounter the most important person in your life: yourself. And when you are at peace with yourself, all the company you choose afterward will be genuine, free, and much more enriching. Because you will choose it not out of necessity, but out of genuine desire.
Leer en español
Saludos, amigos de @holos-lotus.
Saludos, estimados. A lo largo de muchas publicaciones hemos conversado sobre disímiles temas y en ninguno de los que he leído (me es imposible leerlos todos), he visto que alguien hable sobre la soledad.
Sobre el hecho de que la soledad no es un enemigo.
Siempre se habla de ella como un fantasma, como un estado del que hay que huir. Yo quiero hablar de ella como una herramienta, y a veces, incluso, como un lujo.
Existe un refrán que dice: “es mejor andar solo que mal acompañado”. No es solo un dicho. Es una verdad práctica de supervivencia emocional.
He visto a muchas personas, y me incluyo en el pasado, que por miedo a la soledad, toleran compañías que los menosprecian, los utilizan o los hacen infelices.
Esa no es compañía; es un precio muy alto que se paga por no querer estar a solas con uno mismo. Prefieres el ruido de alguien tóxico al silencio de tu propia compañía.
Ese es el primer error. La soledad, en esos casos, no es la enemiga; el mal compañero lo es.
Se dice también que “La soledad es mala consejera”. Estoy de acuerdo, pero solo en un contexto muy específico: cuando se toman decisiones impulsivas desde la tristeza o el aislamiento crónico, sobre todo en el tema romántico.
Pero esa no es la soledad de la que hablo. La soledad a la que me refiero es voluntaria, temporal y funcional. La realidad es que en ocasiones, necesitamos estar solos para poder analizar bien nuestra situación o algún problema en específico.
Necesitas alejarte del ruido de las opiniones ajenas, de las expectativas de los demás, para escuchar tu propio criterio. En el silencio de tu compañía, las ideas se ordenan, las prioridades se aclaran. No puedes pensar en profundidad en medio de una multitud, aunque sea una multitud de dos.
Parte de nuestra independencia real, no la económica, sino la emocional, reside en nuestra habilidad de poder estar solos y no depender de nadie para sentirnos completos.
Tenemos que aprender a estar solos. Conozco personas que no pueden hacerlo; necesitan llenar cada momento con la compañía de otra persona, con ruido de fondo, con actividad constante.
Eso es una dependencia disfrazada de sociabilidad. Tenemos que aprender a ser autosuficientes emocionalmente, incluso aunque no vivamos solos. Significa poder disfrutar de una tarde contigo mismo, sin aburrirte, sin ansiedad, sin sentir que te falta algo.
Esa es una fortaleza interior que nadie te puede quitar.
Al aprender a estar solos, y a disfrutarlo, se logra algo fundamental: dejamos de necesitar la aprobación o validación constante de otras personas.
Tu valor deja de depender de los reflejos que ves en los ojos de los demás. Te vuelves consistente. Eres tú mismo estés con quien estés, o como si estás solo. No cambias tu esencia para encajar o para evitar quedarte sin compañía.
La seguridad que ganas es inmensa. Ya no tomas decisiones desde el miedo a la soledad, sino desde la claridad de lo que realmente quieres.
Por eso, no temas a la soledad. No la satanices. Reconcíliate con ella. Practica estar contigo mismo. Lee un libro, da un paseo, piensa, simplemente respira sin distracciones.
No es un castigo; es un espacio de libertad donde te encuentras con la persona más importante de tu vida: tú. Y cuando estás en paz contigo, todas las compañías que elijas después serán verdaderas, libres y mucho más enriquecedoras. Porque las elegirás, no por necesidad, sino por genuino deseo.
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