Colección de microrrelatos: crisálida

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Crisálida

Ellos nunca podrán decir que nunca se los dije, o más bien que de mi boca no salió un grito de auxilio. Al principio eran excusas de preocupaciones como para hacer algo por el simple hecho de demostrar algo de humanidad. Pero mientras no hubiera algo de por medio que les fuera de interés, ese sentimiento de querer vociferado de vuestros labios nunca se hizo presente.

La primera vez que lo intente no sabía que lo estaba realmente haciendo, era totalmente inexperta de esta parte de la vida llamada "amor", donde dos personas luego de conocerse y hacerse amigos daban paso a lo que sus cuerpos expresan en silencio. Algunos besos entrecortados de gemidos y caricias que dejaban huellas en nuestras pieles.

Hasta que llegamos a ese punto que suelen llamar "3era base". Una expresión tan sucia como la forma en que descaradamente me dio la espalda una vez que se llenó de mí y me ha dejado encharcada de su impuro placer. De allí hubo lágrimas torrentes debajo de la regadera, acompañado de un viscoso Vinotinto que sacia la sed de ira que mi cuerpo estaba empezando a cultivar.

Un grito seguido de un punzante dolor era la rutina que a mis brazos obligaba cumplir para poder olvidar lo que era ser usada.

Las marcas quedaron, pero de un momento a otro, entre la fría noche y la cálida mañana, se asomaron varios más entre el sendero de la verdad y la mentira. Yo solo tenía que caminar entre ellos y experimentar. Pero fue más la borrachera entre la tina y los trapos manchados de sangre, que el tiempo que se quedaron a mi lado, al menos fueron sinceros con el tiempo, aunque hubiese preferido que fuese con mi cuerpo.

Había que poner un alto a todo esto, las facturas de platos rotos no podía seguir pagándola mi piel, los recuerdos y la desdicha que sentía una vez que veía sus espaldas.

Un sorbo bastaría para verles caer entre el sueño profundo, aunque yo también caería para no tener que vivir con la culpa.

Pero ha sido todo como un sueño lleno de ira, pues mi cuerpo se ha cubierto de una fina especie que me ha convertido en una crisálida, apunto de evolucionar.

Hasta que aquellas viejas manos del pasado me tomaron nuevamente, haciéndome recordar la razón de mi odio hecha amor. Me estrujó de tal forma en que mis alas nunca más pudieron volver a moverse, cuarteadas y casi pulverizadas, fueron lo único que me protegieron de no morir entre el ahogo de su cuerpo hecho un castigo.

Domada por sus manos, quemada por la ira de no poder hacer nada. Entre la desdicha de simplemente recordar, escribir y sin poder borrar, todos aquellos recuerdos que ha dejado luego de su último aliento.

Pero antes de ello la dicha de que le siguiera en la muerte, porque hasta allá iba a llegar para ser yo la justicia infinita, mientras en la repisa de la cama está el vino completo sin destapar, pero la sangre cubre el sendero entero de mi cuerpo.

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Colección de Microrrelatos: la fría Parca

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