Ojos siniestros - Relato

in Cervantes2 years ago

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2

Un sonido pesado se arrastraba por los caminos boscosos. La mano derecha tenía la delantera, pálida a la luz de la luna y ensangrentada. Moviéndose a un lado y a otro, intentando conseguir a lo que aferrarse.

Imágenes estáticas permanecían en su cabeza, el peor momento de su vida repitiéndose después de sucedido. La incredulidad y el dolor, ambos en dosis copiosas. Las heridas mortales.

Bajó la cabeza, reposó en la tierra y el último suspiro que le quedaba luchaba por abandonar su cuerpo. Era el final, y ni siquiera había tenido tiempo de asimilarlo, de despedirse. Pero ya no importaba, la negrura la llamaba y quería ir hasta allí.

El lugar donde no existían las sombras, donde la oscuridad era pareja y sin límites. Sí, ahí quería estar. Y pronto sus deseos fueron cumplidos, fue absorbida por completo.

Julián

Otra persona que movía la cabeza para negar y proseguía su camino, sin mostrar el menor interés en prestarle un segundo más de su tiempo.

Al principio exhalaba, frustrado, pero ahora su rostro permanecía ensombrecido por la preocupación. El corazón cada vez más pesado y temeroso.

Habían pasado semanas desde la última vez que había visto a Suzie. Era normal que desapareciera de vez en cuando, pero nunca lo había hecho por tanto tiempo.

Cuando empezaba a desesperarse, pensando en cosas que no quería pensar, Suzie entró en el local como si nada, como si no hubiese desaparecido por tanto tiempo sin avisar.


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Julián se acercó a ella con la intención de reclamarle, pero en vez de eso la abrazó con fuerza. Fue un impulso, una acción involuntaria. Pensó que Suzie se quejaría, pero en vez de eso se dejó abrazar sin mover un dedo por corresponderle el abrazo.

Cuando se había acercado, ella miraba hacia otro lado. Cuando Julián se separó de su cuerpo, confirmó que este dato era correcto. Veía a un grupo de personas a su espalda. Intentó disimular su decepción, pero no lo consiguió. Fue así que obtuvo la atención de Suzie, tan solo una mirada sin expresión, que esperaba.

—¿Dónde estabas? Estaba muy preocupado por ti, pensé que te había sucedido algo.

Su tono de voz llamó la atención de las personas que estaban detrás. Suzie las miró cuando respondió:

—Estoy bien.

Si Julián hubiese tenido que buscar la manera de describir sus expresiones diría que eran de terror absoluto, aunque algunos trataban de mantener el control de sus emociones. También miró con detenimiento la de Suzie, que al contrario que ellos, tenía ojos inexpresivos pero amenazantes.

—¿Te hicieron algo? —preguntó Julián.

—No. Vámonos de aquí.

—Si te dijeron algo...

Suzie soltó carcajadas genuinas, como si nunca hubiese escuchado un chiste mejor. Sin embargo, nunca explicó por qué reía. Y por alguna razón, a Julián no le pareció placentera su risa, como en otras ocasiones.


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Caminaron un buen rato, dando vueltas por el pequeño pueblo, hasta que la chica dijo que tenía que irse. Él se ofreció a acompañarla, y cuando estuvieron frente a la puerta de su casa, le robó otro abrazo.

Comprendió que era mejor que Suzie entrara ya, pues estaba fría y podía pescar un resfriado.

—Mañana deberíamos salir por ahí, a tomar el sol, por ejemplo. Estás muy pálida. No es sano huir del sol por tantas semanas, Suzie.

Ella sonrió, parecía ser la misma de siempre, pero menos habladora.

—Adiós, Julián.

Al entrar en la casa, Suzie se quedó despierta, mirando por la ventana. Su cuerpo ya no necesitaba dormir, y sabía que su piel ya no iba a abandonar la palidez.

Lo único que quería era venganza, y la obtendría, pues siempre había sabido ser paciente y calculadora. Y ahora, poseía habilidades que antes no. Por suerte le habían caído como anillo al dedo, y ya sabía dominarlas. Toda una proeza en el mundo de los vampiros.

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