Las monótonas y felices formas de acompañarse ❤

in Cervantes4 years ago


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Las monótonas y felices formas de acompañarse

Cuando se iba la luz, todos salíamos al porche debajo de las estrellas, a esperar que los adultos hablaran y nos llevaran lejos con sus palabras y sus historias. Unos días era la abuela, otros días era papá el que llevaba la voz cantante en aquellas proezas infantiles y extrañas. Mamá no; mamá se mantenía callada, pendiente de nuestros sueños y de que no nos picaran las plagas en mitad de aquellas oscuranas que se hacían eternas, pero también divertidas.

Siempre había historias estridentes, nuevas, llenas de pergaminos misteriosos, de insurgentes héroes, de objetos mágicos escondidos, laberintos y escaleras secretas con las que nuestras caritas redondas quedaban como nubes alucinadas. Pero también estaban las historias repetidas de finales conocidos y previsibles, esas que nos gustaban tanto y que hacíamos contar como si abuela y padre fuesen discos que jamás se rayaran:

_Cuénteme la historia de cuando los duendes se llevaron al abuelo –le decía yo a la abuela como si de una rocola se tratara y nosotros fuésemos los herederos de un legado invisible. Y ahí comenzaba la abuela a contar cada detalle de un relato sabido y manoseado hasta el cansancio; tanto así que al mínimo cambio de las formas, no faltaba quien señalara los vacíos, los saltos, los olvidos:

_No es así: primero vinieron las hormigas y después fue que se cayó –decíamos manteniendo intacto el hilo que sostenía nuestra memoria, manteniendo las raíces de esas plantas llamadas recuerdos.

Cuando llegaba la luz, despertábamos como de un largo sueño, de una impresionante aventura hecha a través de las palabras de los mayores. Cuando se hacía la luz, todas corríamos a nuestras camas a seguir soñando y memorizando las historias nuevas que no se disolverían nunca con el tiempo. Aquellas historias se convirtieron después en abrigos, en fidelidades, espejos para reconocernos. Pero muy especialmente, esas historias fueron después un lugar al cual volver cuando la abuela y papá se murieron.

HASTA UNA NUEVA LECTURA, AMIGOS

Sort:  

Que bonita historia, amiga. Nosotras, cuando se iba la luz, corríamos para un poste que estaba en una esquina y allí nos echábamos todos los cuentos, sobre todo los más tenebrosos. Saludos

Jajajaja. Mana, qué gusto! Sí, nosotros también hacíamos eso, especialmente cuando éramos adolescentes. Será una cosa solo de los venezolanos, de las personas criadas en ciudades pequeñas o será una costumbre de los países latinos? Un abrazo, querida

Caramba, qué suerte: se me acaba de ir la luz. Me asomaré a la puerta, a ver si veo a @nancybriti para que me cuente esas maravillosas historias, porque encima, esta noche hay luna llena y seguro que el misterio está afilando sus uñas en lo más oscuro del callejón...Perdón, perdón, perdón...pero me has hecho recordar también viejos tiempos, donde volver a recuperar, siquiera por unos segundos, a aquél muchacho que una vez fui. Me pregunto si muchos padres son conscientes del daño que hacen a sus hijos: menos teléfonos, menos ordenador y más cuentos en familia. Estupendo relato. Muchas gracias y un abrazo

jajaja. Seguro que si hay luna llena me encuentras por ahí, @juancar347!! Justamente le preguntaba a Sol, en el comentario anterior, que si esa será una costumbre solo del venezolano, pero ya me respondiste tú con tu comentario. Esta generación de chamos adolece de muchas cosas, pero seguro que la experiencia del vínculo afectivo que crece con las palabras es una de sus carencias más resaltantes. En cambio, nosotros los de antes, aprendimos a interpretar hasta el silencio. Salud por eso, buen amigo. Un abrazo

Ya te digo yo que sí. Y añado, además: que nos quiten lo bailao.

¡Felicitaciones!



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Muchas gracias por el apoyo, amigos!! Abrazos y éxitos

Me gustó mucho, @nancybriti. Cuando yo era muy pequeño, en mi pueblo petrolero, cada vez que se iba la luz jugábamos a escondernos. En contra de lo que se suele creer, no le temíamos a la oscuridad.
Un abrazo.

Que te haya gustado a ti, para mí es un honor, @rjguerra. Recuerdo que en el barrio donde yo vivía, a diferencia de otras noches, cuando se iba la luz la gente se mantenía en sus casas, como temerosas de la oscuridad. Un abrazo fuerte