Ya llegó la noche, otra vez.

in Cervantes4 years ago

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No puedo describir los últimos días como los más felices de mi vida. He estado invadida por mis miedos, he evadido mis obligaciones, he limitado mi interacción con otros, no quiero hablar de muchas cosas pero a la vez quiero gritar todo lo que me pasa por la mente.

“Ya llegó la noche, otra vez”. Así he sentido estos días. Así se siente el día cuando estás triste, al menos para mí. Las horas pasan volando y en un abrir y cerrar de ojos ya estoy sentada cenando otra vez.

El día pasó muy rápido. Me desperté relativamente temprano. Hoy me preguntaba si mi verdadera motivación para despertar es detener por fin las constantes invitaciones de mi mamá para que vaya a desayunar o que, a fin de cuentas, si en algún momento me voy a levantar, no comer la comida tan fría. Siempre me tomo un tiempo luego de cada comida para descansar así que decidí sentarme y consumir mucho contenido de las redes sociales como distracción. Me dije a mi misma que estaría 45 minutos en ello. Pero duré casi 2 horas. No podría decir que fue inconscientemente, porque creo que estaba muy consciente de que quería evitar mis obligaciones hasta que llegara la hora del almuerzo para volver a tener una excusa para no hacer nada y que volviera el turno de descansar la comida.

Pasé todo el día con muchísimo sueño. Entonces, claro, decidí acostarme un rato porque con sueño menos ganas iba a tener de ser productiva. De repente escucho a mi mamá decir: “se fue la luz”. Las cuatro palabras que más alegría me dan últimamente. Es una excusa real, innegable, incontrolable, para no hacer nada. Así que me acabé durmiendo sin tanta culpa. No sé cuánto tiempo dormí pero para cuando desperté, desgraciadamente, había llegado la luz.

Vuelvo a revisar el teléfono, me llegaron mensajes que requerían una respuesta rápida y llegaron noticias que no quería saber. Dediqué otro tiempo a responder lo que debía responder y eso me mantuvo distraída de mi obligación principal. Cuando terminé, decidí sentarme frente a la computadora a, al menos, revisar lo que tenía pendiente por hacer. Pero, qué alegría, ¿no? Llegó el agua y luego la hora de preparar la cena, cenar, descansar y al final, con tantas ganas de dormir como había pasado todo el día, llegó la hora de acostarse. No hice lo que tenía que hacer.

Así fue mi día. Y así son todos los días. La noche, otra vez, llegó rápido.

La foto utilizada la tomé esta tarde. Así pienso que se experimenta cuando sientes mucha tristeza, te invade y termina ocultando todo rayo de luz que pueda salir de ti.
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Entiendo y siento profundamente esto que describes... la espera para cerrar los ojos y tratar de evitar lo inevitable es algo que consume y agota, sin embargo el cuerpo y el organismo se invade de un aletargamiento que parece cumplir su función de cómplice con tu cerebro que te dicta "descansa" "acuéstate" "no te muevas" "no lo hagas". La procrastinación de repente es tu aliada y salir de ese circulo vicioso es similar a salir de las drogas o cualquier habito tóxico. Que bueno que lo escribas y te expreses, eso siempre reduce el peso de lo que uno padece. Saludos!

Muchas gracias por tu comentario, Arantxa :) Si, se siente tal como lo describes, como un círculo vicioso interminable. Fue bueno para mí escribir al respecto. Un abrazo.