
María y Andrés habían constituido una buena sociedad que trascendía los límites del matrimonio. Durante varios años habían escalado paso a paso su negocio de venta de especias y artículos de repostería, pasando de un pequeño local hasta lograr abrir dos sucursales.
Todo iba bien, pasaba el tiempo y los esposos lograban lo que para algunos es difícil en el mundo de los negocios, llevar a buen puerto una iniciativa desarrollada por los integrantes de la pareja.
Pero como dice aquella vieja canción: “la vida te da sorpresas”, nadie puede estar al tanto de las sorpresas que depara el futuro..
Fue así como un buen día los protagonistas de nuestra historia comenzaron a notar que las cosas no estaban bien en casa.
Al principio todo comenzó como un malestar presente en las cuestiones cotidianas, los desacuerdos por cualquier cosa no paraban de crecer, poco a poco el conflicto se estableció como la norma que regía la cotidianidad, la convivencia se volvió muy difícil y nuestros amigos decidieron que ya no podían más. Por el bien de los dos decidieron terminar la relación, pero quedaba pendiente el asunto de los negocios.

El momento de la ruptura coincidió con la mudanza de uno de los locales. En ese momento María había tenido que entregar el local que tenía alquilado en una zona distante como unos cuatro kilómetros de donde estaba el local del esposo. El sitio era bueno y las ventas iban bien, pero no hubo opción, el dueño pidió la desocupación y no había nada que hacer.
Luego de tanto buscar la única opción razonable se presentó en otro local situado como a unos doscientos metros de donde aún permanecía Andrés. María no lo pensó mucho, sabía que cualquier tiempo de cese de actividades es un tiempo perdido, así que tomó sus cosas y se instaló en el nuevo local para vender casi los mismos productos que ofrecía Andrés.
Vender los mismos productos en un área tan cercana era algo que no tenía mucho sentido, sin embargo, y aunque las ventas de María eran un poco mejores ella decidió hablar con Andrés a ver qué alternativa podían encontrar para evitar esa competencia, que a fin de cuentas parecía innecesaria.
Al principio Andrés no vio problemas en que continuaran como estaban, los dos vendiendo lo mismo, argumentaba que él había ido desarrollando el punto y que de algún modo había levantado esa clientela, así que merecía continuar con su negocio tal como estaba.

Nada de eso era falso, sin embargo, también había que considerar que el negocio lo había iniciado María sola algunos años atrás, fue después que decidieron abrir la nueva sucursal cuando Andrés comenzó a formar parte de esa sociedad emprendedora.
Los dos podían encontrar argumentos para sostener sus posiciones, pero ese no era el problema, lo que estaba pendiente era cómo debían continuar de ahora en adelante.
Luego de varios meses de forcejeo encontraron una alternativa razonable, hicieron un pacto de honor: María se encargaría de continuar vendiendo la parte de las especias y Andrés se dedicaría a lo de la repostería y a cualquier otra cosa distinta a las especias.
Es probable que si pudieron llegar a ese acuerdo también hayan logrado resolver todo el asunto legal, en caso de que tuvieran que disolver alguna sociedad o cambiar la razón social de alguno de los negocios. Asuntos como esos también hay que considerarlos cuando se producen este tipo de rupturas.
Hasta ahora las cosas van marchando bien para cada uno. Andrés ha incorporado a la venta de artículos de repostería la venta de bisutería y materiales diversos para manualidades. María se mantiene con su conocida actividad de venta de especias.
En el mundo de los emprendimientos son muchas las veces en que por diferentes motivos hay que disolver alguna sociedad, un proceso que en ocasiones puede ser muy traumático. Lo mejor es poder lograr un acuerdo razonable como fue el caso de los protagonistas de nuestra historia. Ese tipo de acuerdos evita dolores de cabeza y suele ser mucho más económico que aquellos donde se establezcan querellas judiciales. Suerte con eso…
Gracias por tu tiempo.


Maria and Andres had built a strong partnership that extended beyond the confines of marriage. For several years, they had steadily grown their spice and baking supply business, expanding from a small shop to two branches.
Everything was going well; time passed, and the couple achieved what many find difficult in the business world: successfully launching a joint venture.
But as the old song goes, "life is full of surprises," and no one can predict what the future holds. And so, one day, the protagonists of our story began to notice that things weren't right at home.
At first, it all started as a general unease in everyday matters. Disagreements about everything kept escalating, and little by little, conflict became the norm. Living together became incredibly difficult, and our friends decided they couldn't take it anymore. For the good of both of them, they decided to end the relationship, but the business matter remained unresolved.
The breakup coincided with the relocation of one of their businesses. At that time, María had to vacate the premises she rented, located about four kilometers away from her husband's shop. The location was good, and sales were going well, but there was no other option; the landlord demanded they vacate, and there was nothing to be done.

After searching for the only reasonable option, she showed up at another location about two hundred meters from where Andrés was still operating. María didn't hesitate; she knew that any downtime was lost time, so she packed her things and set up shop to sell almost the same products Andrés had offered. Selling the same products in such close proximity didn't make much sense, but even though María's sales were slightly better, she decided to talk to Andrés to see what alternative they could find to avoid this competition, which, in the end, seemed unnecessary.
At first, Andrés saw no problem with them continuing as they were, both selling the same products. He argued that he had developed the business and had somehow built up that clientele, so he deserved to continue with his business as it was. None of that was untrue; however, it was also important to consider that María had started the business alone some years before. It was only after they decided to open the new branch that Andrés became part of that entrepreneurial partnership. Both could find arguments to support their positions, but that wasn't the issue. The problem was how they should proceed from now on.
After several months of struggle, they found a reasonable alternative. They made a pact of honor: María would continue selling the spices, and Andrés would focus on the pastries and anything else besides spices.
It's likely that if they were able to reach that agreement, they also managed to resolve all the legal issues, in case they had to dissolve any partnerships or change the business name of any of the companies. Matters like these must also be considered when these types of breakups occur.
So far, things are going well for each of them. Andrés has added jewelry and various craft supplies to his baking supplies business. María continues with her well-known spice business.

In the world of entrepreneurship, it's often necessary to dissolve a partnership for various reasons, a process that can sometimes be very traumatic. The best thing is to reach a reasonable agreement, as was the case for the protagonists of our story. This type of agreement avoids headaches and is usually much cheaper than those involving legal disputes. Good luck with that…
Thanks for your time.
Google translation.








Comunidad Be Entrepreneur

Es totalmente cierto, mas cuando es ligado a la familia, el razonamiento de los acuerdo juega un papel crucial. Interesante el contexto.
Lo ideal sería resolver este tipo de conflictos de manera amistosa, es lamentable cuando no se puede. Gracias por pasar y comentar estimado @ancnoticias. Un fuerte abrazo desde Maracay.