Recientemente visité a mi hermana y, como es costumbre, no pude evitar tomarme algunas selfies en su casa. Al revisar las fotos, no solo vi mi rostro en ellas, sino que también recordé la calidez de ese momento y la importancia de algo tan sencillo como visitar a nuestros seres queridos.
A veces, la vida se acelera y nos enredamos en el día a día, olvidando lo vital que es dedicarle tiempo de calidad a las personas que amamos. No hay nada que se compare con el abrazo sincero, la risa compartida o simplemente el estar presente para el otro. Visitar a un ser querido es más que un simple acto social; es un gesto de amor y un recordatorio de que, a pesar de la distancia o el tiempo, los lazos familiares y de amistad permanecen intactos.
Y me recordó, una vez más, que no hay nada más valioso que crear recuerdos junto a las personas que más queremos.
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