[ESP] Mi Relación con Gerónima

in GEMS2 years ago

Hoy es un buen día para hablar de mi mamá ...


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Mi mamá de joven (Foto de mi propiedad)

No le gustaba para nada su nombre. No conforme con el Gerónima, mi abuela le agregó Del Valle, lo cual configuraba para ella una combinación poco agradable, a mí tampoco me gustaba, sin embargo poco importaba porque yo siempre la llamé Mamá.

Sus hermanas, hermanos y demás familiares cercanos la llamaban cariñosamente “La Negra”. En otros predios era conocida como Nima, diminutivo de su nombre que ingeniosamente usaba en sustitución de éste.

En mis recuerdos de temprana infancia, recuerdo algunas de nuestras primeras fricciones. Yo era el clásico niño que preguntaba cosas peculiares y mi mamá pocas veces atinaba a darme una respuesta satisfactoria, según mi juicio. Todavía es difícil convencerme con cualquier cosa o argumentos vacíos. Tontamente pensaba que tenía alguna preferencia especial hacia mis hermanos y como guinda de ese “pastel”, la poca frecuencia de cariños o mimos me hacía pensar que no me quería lo suficiente.

Con la llegada temprana de mi hijo entendí un montón de cosas que hasta ese momento me eran ajenas, lo he dicho infinidad de veces. Cuando uno tiene un hijo y se ocupa de él, los cuidados que uno ha recibido siendo infante cobran una dimensión enorme, es como una luz que clarifica todo. Si tuviste alguien que te atendiera mientras dependías enteramente de esos adultos, créeme, fuiste un niño querido. Poner un plato de comida en la mesa tres veces al día, cambiar pañales, velar el sueño, llevarte al médico, atender tus resfriados, revisar tus tareas, comprar tu ropa y tus útiles escolares y ese largo etcétera que puede seguir; son acciones que ponen de manifiesto que en efecto, te amaban y mucho.

Por fortuna, atender muy de cerca a mi hijo recién nacido me permitió cambiar por completo la imagen que tenía de mi mamá. Luego de unos pocos meses, llegué a la conclusión de que a la madre (y al padre presente y responsable), no se le podía siquiera alzar la voz, puesto que es tal el tiempo, esmero, cariño y atenciones que hay que tener para con los niños pequeños, que no hay manera de pagar o retribuir eso una vez que uno crece. No lo puedes equiparar con nada.

Luego empecé a entender que mi mamá no era de dar muchos besos y abrazos, no era de decir todos los días te quiero o te amo y que además, se había autoimpuesto un papel de “rudeza” para contener todo lo que pudo, a tres hijos varones. En consecuencia, lo que yo en un principio percibí como falta de afecto, no era sino un poco su personalidad innata y otro poco de un papel que interpretaba para no perder el control y las riendas del hogar.

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Mis Padres (Foto de mi propiedad)

La última reflexión al respecto la entendí cuando logré ver lo que pasa con los hijos que demandan más atención. Les explico: yo siempre he sido muy independiente, me gusta hacer mis deberes esenciales y de hecho, si alguien intenta adularme con muchos cuidados termina asfixiándome. Incluso, no doy mucho espacio para ello puesto que generalmente tengo todo en orden y no hace falta mucha intervención externa. De niño, era al que no había que decirle que se levantara, que se cepillara los dientes o que hiciera su tarea. Mientras más crecía, más responsabilidades tomaba: aprendí a elaborar algunos platos alrededor de los 12 años, lavaba y planchaba mi ropa alrededor de los 14 y nunca hubo que supervisar muy de cerca mis deberes académicos. En contraparte, mis hermanos, cada quien con su edad y su estilo, terminaban acaparando toda la atención porque había que chequearlos más a menudo, toda vez que tenían mayor tendencia a dejar algunos de sus deberes sin hacer.

Es cierto que es una suerte de atención en “negativo”, porque realmente no es que mi mamá les estaba dedicando tiempo para hablar, conversar o recrearse con ellos; era más bien una suerte de persecución donde mi mamá hacía de policía fiscalizador, que estaba pendiente de que el check list diario de tareas y deberes se cumpliera lo mejor posible. En ese cuadro, cuando cada tanto volteaba a mirar hacia donde estaba yo, a mí no tenía nada que decirme acerca de “tener” que hacer algo y elegía no decir nada, por lo que les dije de su personalidad sumado (creo yo) al cansancio y humor que el resto del cuadro le provocaba.

Todo esto claramente es desde mi óptica y de mi lado de la acera. Ojalá estuviera aquí para poder explicarme algunas cosas al respecto. No porque me haga falta saberlo, sino porque disfrutaría poder conversarlo y poderla oír, ya liberada de la tan ardua tarea de criar hijos y con el desparpajo y sinceridad que vienen con la vejez, donde a veces te liberas de algunos miedos y prejuicios, por la propia experiencia o por la cercanía del fin.

A esta percepción de lo que ocurría en casa le agregué que, a fin de cuentas, claro que siempre hay un hijo (cuando tienes varios) con el que puedes tener más afinidad. A veces se da por el género, otras veces por los gustos en común y otras tantas simplemente por compatibilidad. Esto nunca significa que haya más “amor” para ese hermano(a), es simplemente que con ese se la lleva mejor. Es natural y no tiene por qué afectarte. No todos lo entienden y muchos de nosotros lo entendemos al cabo de muchos años. Cuando llevé esta consideración a mi propio caso, obviamente no había una gran compatibilidad entre mi mamá y yo, aunque, paradójicamente, nos parecíamos mucho en algunos rasgos de personalidad. Yo recuerdo con jocosidad, como ya siendo un adulto joven de más de 25 años, viviendo independiente y con un hijo de 8 años; que mi mamá solo atinaba a decir: “Cuando estés grande me entenderás”, en los momentos donde no lograba convencerme de algún punto de vista. Yo me sonreía porque me parecía una ocurrencia y le decía: “Mamá, mido 1,83 m, peso más de 100 kilos, voy rumbo a los 30 años, me casé, tuve un hijo, ya no vivo en tu casa, soy graduado universitario, creo que ya estoy grande”. Luego lo dejaba así porque después de que mi hijo nació, yo tuve la menor cantidad de disputas con mi mamá que pude tener. Decidí que no tenía que discutirle nada.

Se los cuento porque eso nos pasaba mucho: no estábamos de acuerdo. Sin embargo, ya en esos momentos, yo dejaba que ella me dijera cualquier cosa sin chistarle y ya había entendido plenamente que ella y yo teníamos visiones diferentes del mundo y de la vida y que en realidad, no tenían que ser idénticas. Por fortuna, en cuanto yo dejé de refutar lo que decía, nuestra relación mejoró notablemente y me permitió ver a esa “Nima” que mucha gente veía.

Como nuestras visiones eran diferentes, yo no comprendía como había un ingente número de personas a quienes les encantaba hablar con mi mamá. La buscaban, la llamaban, pasaban tiempo con ella y les encantaba contarle sus secretos, intimidades o problemas, en búsqueda de su consejo. Mi mamá tenía muchos amigos y generalmente establecía lazos cercanos a su paso por cualquier lugar. Tenía inclusive interlocutores con los cuales lograba tener charlas legendarias de horas y horas.

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Mi mamá con mi tía Carmen (Foto de mi propiedad)

Mientras yo ganaba años y madurez y mientras ella ganaba lo mismo por su lado, nuestra relación fue mejorando. Ayudó mucho que yo cerrara la boca y escuchara lo que tenía que decir. Cuando realmente estaba en el modo correcto de atención, encontraba verdaderos tesoros en medio de un montón de cosas con las que yo no estaba de acuerdo. Eso “pagaba la entrada” de la charla, hacía que valiera la pena. Una vez que enfermó, nos pudimos acercar aún más. Se apoyó en mí para suplir algunas de sus funciones y eso me permitió ver el entramado que manejó por tantos años.

En el funeral de mi mamá, fue impresionante la cantidad de gente que pasó a apoyarnos. Noté 3 cosas: la cantidad de gente que la apreciaba a ella sinceramente. Era un montón. Luego noté la cantidad de gente que apreciaba a mi papá, sin necesidad de tener una relación estrecha con ella estaban allí por él. Finalmente la cantidad de gente que me quería a mí. Decenas de amigos y allegados se hicieron presentes para darme un espaldarazo. Nunca se los pude agradecer en su justa dimensión. Fue una demostración monumental de apoyo y cariño para los deudos que estábamos allí. Siempre cuento que en un momento, pasé más de una hora sin moverme del mismo punto, saludando y recibiendo a la inmensa mayoría de gente que hizo acto de presencia. Fue impresionante, uno tras otro, sin darme chance a más nada. Gracias a todos.

Yo no extraño a mi mamá como se podría suponer porque nunca construimos rutinas de salir o compartir algo en particular con esmerada consistencia. Yo extraño lo que su presencia garantizaba: que los hermanos se reunieran, pasar el 24 de diciembre juntos o comer mi torta de cumpleaños hecha por sus manos. Extraño el amor que le prodigó a mi hijo, el nieto que más disfrutó. Y sobre todo pienso en lo que pudo ser. En lo que ahora a mi edad pienso y comprendo. En lo que me hubiera gustado oír de nuevo sus puntos de vista y en lo más dispuesto que yo estuviera hoy de oír con aún mayor atención las gotas de sabiduría que tenía para entregar. En que no me vio cantar un Aria y ganar con él un concurso de talento, el no ver a su nieto graduarse de bachiller o no conocer a sus últimos dos nietos, por decir algunas de las cosas que han pasado en estos ya casi 15 años.

Mamá, gracias por todo lo invisible, lo imperceptible, lo que se notaba poco. Gracias por cada arepa, cada pan caliente hecho por ti, cada pasticho de berenjena, cada jugo de guayaba con parchita, cada piso de granito excelsamente pulido, cada salsa legendaria de carne molida. Gracias por cada camisa que me regalaste, nadie como tú para comprarme la ropa que me servía con este cuerpito tropical enorme. Gracias por la herencia en costumbres. Gracias hasta por las manías que copié. Todo ese hogar que recuerdo, toda esa infancia feliz en mi mente no hubiera sido posible sin ti.

Me faltó algo de tiempo para apreciarte en tu justa dimensión, no hay culpa, hice lo mejor que pude con lo que tenía a mano. Te amo mamá, creo que te lo dije muy poquito. Feliz día de la madre.



Tu hijo menor
@YoSoyGusiTrainer

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Nosotros (Foto de mi propiedad)



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Créditos:

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