Memorias de un vidente | #3 La promesa

in GEMS4 years ago

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Este don se me manifestó de un modo imprevisto desde hace algunos años. Comenzó con extrañas sensaciones, luego la presencia de visiones muy vívidas, en el día o en la noche. Al principio pensé que estaba enloqueciendo, me costó mucho aceptar que no se trataba de sueños o alucinaciones, sino que yo, de un modo inesperado, entraba en el pensamiento de los otros…

Una tarde me encontraba tomando un café en un sitio concurrido. Unas mesas más allá, un hombre de algunos cuarenta años, hojeaba con atención las páginas de un periódico. Algo en esas páginas llamó su atención, su semblante cambió. Con la mirada puesta en el vacío levantó suavemente la taza de café y sus ojos se perdieron en aquel pozo negro…

Una liviandad se apoderó de mí, de pronto me sentí yo mismo entrando en aquella negrura que emergía desde el fondo de la taza… las imágenes no tardaron en llegar…

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Tendría él unos dieciséis años, había pasado todo el día pendiente de alguna señal proveniente de la casa al final de la escalera. Como a las seis de la tarde una luz se encendió. Rápidamente cerró la puerta de su casa y a grandes trancos subió los empinados peldaños. Al primer toque ella abrió, apenas cubría su cuerpo con una larga camisa de hombre que dejaba al descubierto su par de senos adolescentes, turgentes y jugosos. Una diminuta pantaleta era la barrera ante la absoluta desnudez. La visión lo turbó, en el tiempo que tenían de novios era la primera vez que la veía así, casi desnuda.

— ¿Vas a pasar…? dijo ella, con insinuante mirada. — ¿Estás sola…? Pregunto él, apurando las palabras cargadas de ansiedad. — Sí, los demás están en el hospital con mamá, me dejaron cuidando esto, dijo ella, mientras se alejaba al interior de la casa.

Transcurrieron las horas en medio de conversaciones sobre temas intrascendentes, el contacto de los cuerpos se estrechaba y se alejaba…

— Estoy cansada, me voy a acostar, dijo ella. Despojándose de la camisa se tendió en la pequeña cama. Su cuerpo, solo cubierto por la pequeña pantaleta, resplandecía en la penumbra de la habitación. El sueño la invadió.

Él, sentado en el suelo, con las piernas recogidas al pecho, se quedó mirando aquella imagen que lo llamaba con fuerza inusitada.

Varias veces durante la noche se acercó ante el ansiado cuerpo. Suavemente dejaba correr la punta de los dedos sobre la piel cálida y desnuda, cada contacto con los rugosos y marrones pezones lo llenaban de estremecimientos. Muchas veces se sintió sin fuerzas para contener el deseo de entregarse a explorar los confines de aquel cuerpo, que se ofrecía manso ante sus ojos…

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Los recuerdos de la conversación en el hospital alimentaban su voluntad. En las últimas semanas, todas las tardes, había visitado a la que él cariñosamente llamaba suegra, la madre de su novia. Una repentina dolencia hepática la había colocado al borde de la muerte.

En esas largas tardes solo se hablaba de un tema recurrente. La cercanía de la muerte y la petición por parte de la enferma de que él no fuese a desamparar a su hija. En cada visita había confirmado su promesa de que sí, que estuviera tranquila, que él se encargaría de Yoli — así era el nombre de su novia —, cuando ella no estuviera.

Para un muchacho de dieciséis años, apenas terminando el bachillerato, aquel compromiso le pesaba como una losa de acero. Qué iba a poder él, apenas un imberbe, hacerse cargo del destino de otra persona. Sin embargo, tenía claro que había empeñado la palabra, lo cual era motivo de angustia, confusión y duda…

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Terminó la larga noche. Con el cantar de los primeros gallos él cerró la puerta y se marchó a su casa, Llevaba entre sus dedos una sensación que nunca olvidaría…

El hombre separó los ojos de la taza de café, aún con la mirada perdida no cesaba de preguntarse, por qué actuó así aquella noche. En contra de la costumbre. En contra de la crianza. Lo normal, para un muchacho de esa edad, era haber aprovechado aquella oportunidad, total…ella se le estaba ofreciendo.

Aquel episodio nunca se lo había confiado a nadie. ¿Qué hubiesen pensado su papá y sus amigos, al saber que estuvo toda la noche con una mujer desnuda y no pasó nada...? ¿Qué pensó ella, puesto que luego de aquel día no quiso saber más de él...?

Una ligera sonrisa alumbró su rostro, el regocijo del hombre se sintió en el lugar. Pensaba que aquel día había sido un gran triunfo para él. Durante esa noche había logrado una pequeña rebelión, contra los instintos, contra los mandatos de la cultura, contra las expectativas ajenas… fue una de las pocas veces en que no hizo lo que esperaban los demás…

Yo también reí y me contagié de su alegría. Hice algo completamente desacostumbrado en mí…Sin pensarlo mucho me levanté…, fui a su mesa y palmeándole en el hombro susurré..., bien…amigo…bien…

Gracias por tu tiempo.

Otras entradas de esta serie.I II

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Hasta una próxima entrega. Gracias.


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Las fotos, la edición digital y los Gifs son de mi autoría.


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