Una oportunidad tocaba a la puerta de nuestro reportero:
Jesús, salió algo de un homicidio en tu pueblo ¿Te interesa ir a cubrir la noticia?
Jesús, un reportero en prácticas trabajando para uno de los periódicos más importantes de la ciudad, y que solía recibir encargos de corrección ortográfica, acompañar a reporteros más expertos para adquirir experiencia o entrevistas básicas a personalidades de regiones remotas del país, hoy recibía la oportunidad de asistir a su primera cobertura en solitario.
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Tras aceptar la chance, Jesús tomo su agenda, celular, grabadora y demás implementos para ir a recaudar la información del hecho. Luego de un viaje de no más de 45 minutos hasta su pueblo, llegó directamente al lugar del presunto hecho, una casa sumamente humilde y rudimentaria por decirlo de una forma agradable, sin embargo no habían personas en la zona con ganas de hablar, más que una señora que le sugirió a nuestro reportero dirigirse a la comandancia de la policía, donde le podrían dar más información.
Al llegar a la comandancia y tras sortear una especie de pequeña protesta de las personas conmocionadas con el hecho que venía a cubrir, Jesús logró ingresar convenientemente a la oficina del Sub-Comandante de la policía, su primo, quien cortésmente le dijo que le contaría la historia, pero que le esperase un rato pues aún estaban resolviendo algunos temas del caso.
El tiempo pasó bastante lento, entre los ruidos de las personas fuera, los gritos desgarradores de una señora y algunos policías corriendo de acá para allá en la comandancia; Sin embargo el ambiente cambio en su totalidad cuando ingreso nuevamente el Sub-Comandante a la oficina con un par de cafés en la mano, y aunque Jesús no tomaba café, su primo insistió y junto con su cara que reflejaba una mezcla de tristeza, impotencia e indignación, una tajante frase 'Tómatelo que lo vas a necesitar'.
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Jesús dejó una de sus grabadoras en la mesa, tomó su libreta y comenzó a anotar mientras su primo le narraba la historia por la que estaba ahí.
9:17 de la mañana del día de ayer, recibimos en la policía la llamada de al menos tres personas que reportaban los gritos de un niño, al parecer siendo maltratado y clamando por ayuda.
9:26 am, llegamos a la ubicación y una vecina nos dijo que los gritos habían parado y que vieron a un hombre salir de la casa minutos antes. Tocamos la puerta del domicilio y llamamos en repetidas ocasiones como acto protocolar, al no recibir respuesta decidimos rodear la casa; tras saltar una valla bastante pobre ingresamos al patio de la vivienda y una vez dentro de la propiedad cuya puerta trasera estaba abierta, decidimos ingresar al domicilio, donde encontramos el cadáver completamente desfigurado de un niño.
Tras hacer una breve pausa, el Sub-Comandante le comentó a Jesús que disculpase los modos, pero que tenía que decirlo y en una especie de broma exclamó:
Ya te encargaras tú de arreglarlo en el periódico para que se lea bonito; Encontramos al niño con la cabeza y las manos aplastadas, y a su lado una piedra que incluso a nosotros nos costó mover. A eso de las 11:15 am procedimos a realizar el levantamiento de cadáver, y un grito intenso destacó por entre el montón de murmullos de personas que nos observaban desde la vereda, era la señora Diana la mamá de la víctima, quien a pesar de sus intensos gritos y el llanto desgarrador no pudo ver a su hijo; En realidad me negué tanto por protocolo, como por el hecho de que no quise que la señora viese a su hijo en aquel estado.
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Junto con la piedra, tomamos como evidencia una botella a medias de una bebida alcohólica de fabricación artesanal, un cigarrillo y la billetera de un hombre.
A eso de medio día trajimos a la señora a la oficina, justo ahí donde estás sentado y comenzamos a realizarle preguntas de rigor; Nos contó que era madre soltera, el padre del pequeño había muerto años atrás, ella trabajaba como personal de limpieza en un hospital y desde que la pandemia llegó, tenía menos tiempo para estar con su hijo, de quien fue entonces que supe que tenía 8 años. Sin embargo, nos contó que en ocasiones su pareja iba a su casa a echarle un ojo al pequeño, ya que él trabajaba como chofer de camiones y no estaba mucho tiempo en el mismo lugar. Intentamos contactar al hombre, pero no lo logramos, mismo hombre del que encontramos la billetera en la casa.
Sin darse cuenta Jesús, dio el primer sorbo a su café, detalle que su primo si logro notar y tras una minúscula sonrisa, continuo:
Hoy en la mañana a primera hora, a eso de las 8:00 am, logramos capturar al conviviente de la señora Diana, quien hizo acto de presencia en el funeral del pequeño. Aún me desgarra pensar que la señora Diana no pudo volver a ver a su hijo, ya que fue imposible para forenses y la funeraria reparar aunque fuese un poco el rostro del menor.
El sujeto aún en estado etílico, confesó ante la madre que había asesinado al menor, dijo a especie de justificación que solo quería darle un escarmiento para que entendiese el valor de las cosas, y que solo quería pisarle las manos, pero que por el alcohol quizás se excedió. Y tras un rato de presión y de aguantar lo más que pude, el hombre confesó que el detonante fue que vio al niño rallando las paredes. Por eso fueron los gritos de la señora Diana, la señora que escuchaste hace un rato hoy.
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El hombre quedó detenido a la espera de que desde arriba le hagan el juicio, y antes de venir acompañamos a la señora a su casa, y creo que fue la peor decisión que pude tomar hoy.
Sin darse cuenta Jesús se había terminado el café, había dejado de escribir en la libreta y empuñaba fuerte el bolígrafo con la mano. El Sub-Comandante tomo aire, se recargó sobre su silla y miro hacia arriba, en un acto reflejo por tratar de contener algunas lágrimas en sus ojos ya inundados, y continuo:
Cuando llegamos a la casa, pedí permiso para ir a la habitación del niño y junto a la señora ingresamos, me contó que su niño estudiaba en línea durante la Pandemia, y que ella trabajaba para pagarle el internet y ver sus clases, sobre una mesita bastante endeble aún estaba el teléfono que usaba para conectarse y un lápiz. La señora Diana se largó a llorar mientras me contaba que no había cobrado y no pudo comprarle otros lápices, colores y un cuaderno que su hijo le había pedido, y junto a ella me puse a llorar al ver que en la pared al lado de la mesa, aquella pared que el niño había rallado y que fue detonante de aquel hecho, se encontraban escritos cuentos, sumas y restas, palabras separadas en sílabas y David, el nombre de aquel pequeño.
Fuente: Sara Williams / Burst
En la oficina el ambiente estaba cargado, mientras el Sub-Comandante lloraba, Jesús también lo hacía y paraba su grabadora, no tenía más nada que escuchar. Rato después, al calmarse Jesús regresó al periódico y comenzó a redactar la nota, sin embargo no sabía como titular aquel hecho, aquel acto atroz y fue entonces que acudió donde su jefe, quien al escuchar los hechos y ver la frustración de Jesús, intentó ayudarlo con la redacción de aquella noticia; Fue entonces que el celular de nuestro reportero sonó, era su Primo quien le llamaba y al contestar escuchó:
Sé que es tu trabajo y por eso te llamo, acabamos de recibir una llamada, la señora Diana se suicidó hace un rato en la tarde, estamos acudiendo a su casa a levantar el cadáver.
Tras colgar el teléfono, Jesús miro a su jefe, le comentó lo sucedido y ambos decidieron parar la nota; Ambos decidieron que era una información muy triste para ser publicada.
Y así fue, como esta historia no se hizo pública, y Jesús con apoyo del periódico decidieron donar su dinero para llevar internet y útiles escolares para los niños de aquel pueblo, sin embargo Jesús sabía que eso no salvaría más vidas y que del mismo modo en que él no contaba esa historia, habrían otras miles de historias durante la pandemia que jamás serán contadas.
Triste... gran narrativa.
Un comentario que me alegra, ya que me hace saber que logré el objetivo de transmitir.
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