La última vez que anduve por el norte de Burgos y la Llanada Alavesa, la Semana Santa se convirtió, comparativamente hablando, en un sagrado chapoteo, que convirtió nuestra ruta, pueden creerlo, en un continuo ir y venir de charco en charco.
Ahora, mientras escribo ésta breve historia, plácidamente sentado –no diré dónde, pero creo que mi amiga @nancybriti lo pillará al vuelo- dejando que los recuerdos acudan a mi memoria, entrando por la misma ventana que a la vez permite escapar a las volutas de humo del cigarrillo descafeinado que me estoy fumando y que posiblemente evite la carga de una vejez excesivamente prolongada, es cuando recuerdo a Borges –y de paso al maestro @acostacazorla- y pienso en la curiosa paradoja de su poesía, cuando afirmaba aquello de que la lluvia sucede siempre en el pasado.
Bajo ésta perspectiva y teniendo en cuenta la referida circunstancia borgiana, no puedo resistir la tentación de referir un incidente –ni remotamente similar al de Roswell, Nuevo Méjico- pero que como la lluvia, no sólo sucede en el pasado, sino que además moja a una Historia, cuyos charcos lejos están de secarse en las ambiguas tintas que apenas constituyen un indulgente colirio en los oscuros párpados de la objetividad.
Muchos ya sabemos que la escultura románica –siempre preferiré el término bizantino- posee la ingenuidad de la superstición, los antecedentes lineales de lo egipcíaco anterior a la aparición de la María Egipcíaca que algunos identifican con la sabia pagana Egeria, la herencia del clasicismo bajo cuyos capiteles Platón y Sócrates enseñaban filosofía y letras, y también, por qué no decirlo, la suficiente dosis de mala leche como para alejarle a uno definitivamente de los benditos sillones de la ortodoxia oficial, si es que alguna vez tuvo la osadía de aspirar, como Sancho, al honor de poseer una de tales ínsulas baratarias.
No es mi caso, créanlo, de manera que continuaré a éste lado del charco soñando por libre, en compañía de Borges, de su lluvia que siempre sucede en el pasado y me situaré con mi circunstancia, invitándoles a hacer lo mismo, en un pequeño pueblecito de las Merindades burgalesas, llamado Colina de Losa, en una lluviosa mañana de abril, recomendándoles, encarecida y cariñosamente, la utilización del paraguas o en su defecto, el uso de una prenda tan sencilla como práctica, vulgarmente conocida como chubasquero.
Lo primero que se del pueblo, es la iglesia: un pequeño pero encantador templo del siglo XII, que aún con numerosos achaques, no todos causados por ese endémico mal conocido como vejez, ve los siglos pasar, cualquiera diría que herido su corazón de monótona languidez, como el famoso poema de Verlaine.
Obviando los curiosos encantos de unas esculturas, que sólo les muestro en las fotografías para no cometer un acto de crueldad con su curiosidad, les propongo detenernos un momento en la curiosa y a la vez maltratada figura de un asceta, sentado en la típica posición del loto y quién sabe si delante de una flor de loto también, que reúne todas las características para pensar en una misteriosa influencia oriental, donde quizás un anónimo cantero se hizo eco, cualquiera sabe cómo, de la historia de Gautama el Buda y la transmitió a éste pequeño rincón castellano, siglos antes de que Marco Polo nos engatusara con las exageradas maravillas de sus viajes al continente asiático.
AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y están sujetos a mis derechos de autor.
Me sucede, que cuando entro a un templo, museo, iglesia, una construcción antigua, tengo la necesidad del silencio. Es como si quisiera que lo que hay adentro, las paredes, me hablaran. Creo que las historias que se desprenden de los relieves, pero también de las sombras, surcos, van dejando un eco en los ojos de quienes son capaces de adentrarse en estos lugares casi sagrados "desnudos" con el silencio que viste. Un abrazo, @juancar347
En cierta ocasión, haciendo con una amiga parte del Camino de Santiago, pernoctamos en el antiguo monasterio medieval de Leire, en Navarra, un lugar lleno de misterios, de evocaciones y de sorprendentes leyendas, cuya descripción sería demasiado extensa. Recuerdo que por la noche, fuimos a la iglesia para escuchar el canto gregoriano de los monjes. Bueno, pues éstos dedicaron unos minutos a meditar, antes de comenzar y no te puedes imaginar el silencio tan especial que había dentro del templo. Un silencio difícil de describir, absoluto, que parecía envolverte bajo la hierática mirada de una Virgen Románica del siglo XI. Después, cuando los monjes comenzaron a cantar, jamás podrás escuchar un sonido tan hermoso, pues otro de los secretos que tienen estos antiguos templos, es que eran auténticas cajas de resonancia, especiales para transmitir el sonido y llevar a los fieles a un estado de exaltación rayano en lo místico. He tenido la fortuna, en mis viajes, de estar a solas en muchos de estos templos. Y créeme, las piedras hablan, transmiten, susurran...si tienes la paciencia y el suficiente amor por ellas para saber escucharlas. Por desgracia, hoy en día hay gente que no solo está sorda, sino que además confunden espiritualidad con política y cometen auténticos actos de sacrilegio sobre estos verdaderos lugares de trascendencia. Un abrazo desde Madrid
Me divierte leer esto sobre el cigarrillo, creo que hay personas que fuman demasiado y viven más tiempo que otras que nunca han fumado, no fumo, pero creo que todos tenemos una hora para nacer y otra para morir independientemente de cuánto nos cuidemos
Es cierto: hay personas que han fumado toda su vida y han fallecido de algo ajeno a las típicas enfermedades asociadas a la figura del fumador, como también hay personas, incluso jóvenes, que no han fumado en su vida y han fallecido también de cáncer de pulmón. Es cierto, que los fumadores tienen muchas más probabilidades de padecer este tipo de enfermedad o en su defecto, más posibilidades de sufrir un infarto de miocardio, eso yo nunca lo pongo en duda. Pero cuando me preguntan, suelo hacerme eco de las palabras de un famoso vidente norteamericano, Edgar Cayce, que le pasaba lo mismo que a mí y siempre decía aquello, como excusa, de: es que al lugar al que voy no hay cigarrillos. Muchas gracias por tu comentario y un afectuoso saludo desde Madrid.
Cuando yo en mi mudra estaba
Meditar era mi empeño
Vi pasar un madrileño
Que de charco en charco andaba
El loto me relajaba
En Colina de la losa
Una mañana lluviosa
Del hermoso mes de abril
Y su lente cuál candil
Me captò como una rosa.
Me captó como una rosa
El "track" de su obturador
En mi loto, si señor
Que tuvo un tiempo mejor
Fíjese usted por favor
Qué mucho estoy maltratado
Ya me ves ,no restaurado
Esta ha sido mi desgracia
Pero yo os doy las gracias
Por haberme retratado
Y ahora qué puedo decir yo, que generalmente siempre suelo tener algo que decir, sobre todo desde que decidi dejar de soñar con la razón, puesto que ya dijo Goya que produce monstruos. Lo razonable, sin embargo, sería contestar con otro poema contrastado, pero de momento me reservo, pues sin habla me has dejado. Siempre agradecido por tu visita, tus comentarios, tus opiniones, maestría y buen humor. Y por supuesto, mi más cálido y afectuoso saludo.
Hi, my feline friend. Have a good day