Fuente
Alejandro sentía como vibraba su fuero interno en el momento en que empuñaba su mano sobre la palanca de velocidades de su camioneta.
Un calor desmedido no le permitía retroceder y sacar su vehículo del garaje.
Ya su esposa había salido minutos antes con sus dos hijos para llevarlos al colegio mientras él se disponía ir al magisterio donde desempañaba un cargo muy importante.
Cuando empieza a acelerar en reversa frena de improviso y recuesta su cabeza sobre el cojín de su asiento.
Algo le impide abandonar la casa. La causa es Salomé, la niñera que una vez fue una niña delgaducha y que habían traído con buenas referencias de un pueblo agrícola perdido en el mapa.
Salomé no inspiraba ninguna atracción pero sólo bastaron tres años de buenas atenciones, cuidados y alimentación para que la transformación fuese más que inminente.
A sus diecisiete años, Salomé, se esmeraba en hacer su trabajo cada día mejor, brindando una sonrisa y una expresión angelical. Todo marchaba de mil maravillas, bajo un ambiente cálido y familiar pero sólo bastó un momento para que el castillo de naipes se viniera abajo.
Sus niños jugaban con Salomé en el jardín un domingo en la mañana, Alejandro estaba sentado cerca de ellos entretenido leyendo la prensa, concentrado en analizar los artículos relacionados con su desempeño laboral, momento en que los niños comenzaron a jugar con la manguera y le propinaron un fuerte chorro al busto de Salomé. Pudo haber sido descuido o exceso de confianza que ese día no se colocó un sostén que protegiera sus lindos senos talla 42B y los mismos quedaron expuestos de la manera más sensual a los ojos de Alejandro.
Todo sería cuestión de cinco segundos para dar origen a la grieta que daba libertad a los demonios que guardaba para sí. Su boca se hizo agua y arrugó con fuerza el papel que tenía entre manos mientras sintió una erección que amenazaba con romper las ataduras del pijama y dejar en evidencia la función en la carpa de un circo secreto y ávido de placer angelical.
Desde ese día solía espiarla con el mayor disimulo, en la cocina buscaba tener el mínimo roce con ella y en momentos de extrema debilidad se desahogaba en el baño con una masturbación meteórica.
Ahora estaba indeciso, o salía para su trabajo o la buscaba y aprovechaba la soledad de la casa para dejarse arrastrar por tentación que estaba causando estragos. Se atormentaba al imaginar su vagina cubierta con vellos rubios, sus pezones rosados, sus nalgas blancas como porcelana. Se sentía fuera de control cuando creía tenerla para sí, abrazarla, sentir su piel, besarla sin ningún límite ni reparo, acariciar todos los rincones de su lindo e inmaculado cuerpo.
Era el momento, hacía activar el control de la puerta del estacionamiento para que ésta se volviese a abrir y remediar este asunto de una vez por todas.
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Definitivamente atrapante y excitante este relato. Te felicito. Espero haya una continuación y saber si Alejandro pudo realizar su fantasía con Salomé.
Por aquí pasó "El Comentador"
Este relato me hizo recordar la película u obra literaria, "Lolita".