Ayer, mi esposo cumplió años. Cumplió 55. A esa edad “la vida está hecha”, dice la gente y, si está hecha, entonces no hay más nada por emprender, mucho menos por inventar. Aparece como una regla divina (dudo mucho que Dios esté de acuerdo), la idea de que se ha recorrido lo suficiente como para estar en una posición en la cual tu mundo está “cuadradito”. Ya debes ser un profesional, tener un trabajo estable, familia consolidada, y vivir de lo que decidiste construir, al menos unos 20 años atrás
Cuando pisas los 40, parece que todo el mundo espera que “te establezcas”, es decir, que te resignes, o peor aún, que te entregues a la imposibilidad de que tus sueños serán cumplidos. Cuando pasas de los 50, ya debes estar “tranquilo”, o mejor dicho, inerte. Y, de alguna manera, he percibido que la mayoría de las personas de más de 50 sienten que de eso se trata “tranquilizarse”, que en este caso, se parece más a estancarse. Entran en una especie de recta final donde el riesgo y los nuevos retos no son una opción. Los que llegan a esa edad sin haber “resuelto” algunos de los asuntos “vitales”, (me refiero a los que la sociedad impone como tales), se enfrentan a la mirada inquisidora de quienes les hacen sentir como fracasados. Y así se sienten muchos seres humanos que, por una u otra razón (a los inquisidores no les interesa cuáles), llegaron a los 50 sin poder ser profesionales, tener un trabajo de quince y treinta, y si te divorciaste, ¡puuuuus, peor!
El asunto de toda esta reflexión que he querido compartir con ustedes ha sido producto de un enorme movimiento emocional que ayer, cuando mi amado esposo arribó a sus 55 años de edad, yo, que estoy cercana a esa línea (50), logré vivir. Cada vez que alguien lo llamaba para felicitarle, él respondía con el ánimo de un quinceañero. Les decía que apenas estaba cumpliendo sus primeros 55 años. Cuando llamó a sus amigos y familiares, le escuché decir: “quiero que celebren conmigo mis primeros 55”. Y, aunque a ustedes (los lectores de este post), les pueda parecer exagerado, estoy segura de que él está convencido de que “apenas voy a cumplir 55”, lo cual indica que le quedan unos cuantos años más para reinventarse, redescubrirse a sí mismo y al mundo maravilloso en el que vivimos. Su espíritu alegre, su fuerza y su entusiasmo por la vida me hacen sentir como una jovencita a la que le falta mucho por aprender y por recorrer.
Si tienes más de 50 no des todo por hecho, retoma la alegría del riesgo y vive. No sabemos cuánto tiempo Dios nos permita estar acá, y el tiempo que sea debe valer la pena para que se sienta que estuvimos por mucho en el corazón de los que amamos y, para seguir estando luego que partamos.
Por último, a mi @palabreador:
¡FELICES PRIMEROS 55!
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Que bonito, porque veo en tu esposo, un hombre feliz, pleno, sin miedo a lo que venga y con el alma llena de brillo. Mucha felicidad para él y por supuesto, para ti, su amada compañera de vida.
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