
Otra mañana frente al teclado con el consuelo de esta chocolatina. Un plus con la cuenta del restaurante. Una experiencia de la que hablaré otro día y así volver a disfrutar en la memoria de los sabores, la conversación y el ambiente tan especial del lugar en esa noche.

Una golosina envuelta con el estilo de las joyas. Sobrio papel con la impresión en dos colores, no más, y el papel dorado conteniendo la delicada pastilla que a cualquiera dibuja una sonrisa cuando la lleva a la boca.

Todo lo anterior no son más que los recuerdos de ayer, regodeándome en los de anteayer, mientras, como millones de venezolanos, dentro y fuera de Venezuela esperamos que suceda algo.
Algo unos quieren y otros no. Todos temen por lo doloroso que pueda ser, pero ¿acaso no ha sido suficientemente doloroso ver destruido todo?
Empresas, instituciones y cuanto pudo tener algún valor económico o moral.
Todo corrompido por un grupo ávido de poder y riqueza, secundado por resentidos, envidiosos, vagos y delincuentes de baja estofa y cuello blanco.
Casi casi que vuelven un santo al pobre chino de Recadi y en trescientas palabras no trataré de resumir las desgracias sembradas o los crímenes imperdonables cometidos. Nunca la justicia humana hará pagar a los culpables, pues son muchos los cómplices que fingen estar en su contra mientras se nutren y engordan cual sanguijuelas y garrapatas.

¿Cuántas vidas costará cambiar la dirección de un país?, de un país y un continente, pues ya son demasiados los que padecen el mismo mal.
Un mal al que se vuelven adictos unos por codicia y otros por ceguera. Una mentira tan poderosa que torna gente inteligente en fanáticos desaprensivos que todo lo justifican y aprueban sin discusión.
Es mi sentir que desde que se fueron eliminando las penas de muerte y la justicia defiende más los derechos humanos de los delincuentes que los de todos los demás, el mundo dejó de ser lo que era.
No es falta de caridad, aunque dicen que por la caridad entra la peste; pienso que es criminal que los ciudadanos tengamos que pagar para cuidar y alimentar a los criminales encerrados, algunos de ellos bestias depredadoras más peligrosas que las fieras de la selva.
Sospecho que lo que esperamos está por suceder; algo va a suceder en Venezuela y en el mundo. Traumático seguramente, pero confío en que para bien, pues de lo contrario el mundo terminará en una sola palabra.
La palabra final de la novela El coronel no tiene quien le escriba.
Hasta aquí mi reflexión y ejercicio de escritura de hoy.
Mis mejores deseos a quienes tienen buena voluntad.
Ahora la traducción al inglés por cuenta del traductor Google, pues no sé casi nada de inglés, y por si acaso declaro que las fotos las tomé yo antes de comerme el chocolate. Todo mío, fotos, opiniones y errores.
Once again, rambling with a touch of bitterness.

Otra mañana frente al teclado con el consuelo de esta chocolatina. Un plus con la cuenta del restaurante. Una experiencia de la que hablaré otro día y así volver a disfrutar en la memoria de los sabores, la conversación y el ambiente tan especial del lugar en esa noche.

Una golosina envuelta con el estilo de las joyas. Sobrio papel con la impresión en dos colores, no más, y el papel dorado conteniendo la delicada pastilla que a cualquiera dibuja una sonrisa cuando la lleva a la boca.

Todo lo anterior no son más que los recuerdos de ayer, regodeándome en los de anteayer, mientras, como millones de venezolanos, dentro y fuera de Venezuela esperamos que suceda algo.
Algo unos quieren y otros no. Todos temen por lo doloroso que pueda ser, pero ¿acaso no ha sido lo suficientemente doloroso ver destruido todo?
Empresas, instituciones y cuanto pudo tener algún valor económico o moral.
Todo corrompido por un grupo ávido de poder y riqueza, secundario por resentidos, envidiosos, vagos y delincuentes de baja estofa y cuello blanco.
Casi casi que vuelve un santo al pobre chino de Recadi y en trescientas palabras no trataré de resumir las desgracias sembradas o los crímenes imperdonables cometidos. Nunca la justicia humana hará pagar a los culpables, pues son muchos los cómplices que fingen estar en su contra mientras se nutren y engordan cual sanguijuelas y garrapatas.

¿Cuántas vidas costará cambiar la dirección de un país?, de un país y un continente, pues ya son demasiados los que padecen el mismo mal.
Un mal al que se vuelven adictos unos por codicia y otros por ceguera. Una mentira tan poderosa que torna gente inteligente en fanáticos desaprensivos que todo lo justifican y aprueban sin discusión.
Es mi sentir que desde que se fueron eliminando las penas de muerte y la justicia defiende más los derechos humanos de los delincuentes que los de todos los demás, el mundo dejó de ser lo que era.
No es falta de caridad, aunque dicen que por la caridad entra la peste; Pienso que es criminal que los ciudadanos tengamos que pagar para cuidar y alimentar a los criminales encerrados, algunos de ellos bestias depredadoras más peligrosas que las fieras de la selva.
Sospecho que lo que esperamos está por suceder; Algo va a suceder en Venezuela y en el mundo. Traumático seguramente, pero confió en que para bien, pues de lo contrario el mundo terminará en una sola palabra.
La palabra final de la novela El coronel no tiene quien le escriba.
Hasta aquí mi reflexión y ejercicio de escritura de hoy.
Mis mejores deseos a quienes tienen buena voluntad.
Ahora la traducción al inglés por cuenta del traductor Google, pues no sé casi nada de inglés, y por si acaso declaro que las fotos las tomé yo antes de comerme el chocolate. Todo mío, fotos, opiniones y errores.
Solo deseo que todo mejore por allá. ¡Recibe un fuerte abrazo de luz!
Un abrazo para ti. Dicen que lo bueno se hace esperar, solo confío en que ya falte poco.