Papá dejó de presionar unos días cuando me vio actuando de forma misteriosa. Para él un trabajo por internet no es un trabajo real, así que se empeñaba en que tomara un trabajo "de verdad". Decidí dejar de discutir con él e irme a trabajar desde distintas locaciones, pues verme salir de casa seguro lo tranquilizaría. Y funcionó, al menos por un tiempo.
La verdad es que trabajar desde un café, una biblioteca o cualquier otro lugar me estaba generando gastos innecesarios y también bajando mi rendimiento en el trabajo. Perdía tiempo al trasladarme, perdía concentración con las voces de la gente y debía gastar en agua y refrigerios.
Las cosas no podían seguir así, por lo que me planteé alquilar un cuarto en una pensión y mudarme de casa, algo que seguramente debí hacer hace mucho tiempo, pero no quería dejar solo a papá y lo fui posponiendo. Además, en primer lugar emprendí el proyecto de trabajar de forma remota para poder pasar más tiempo con él y poder apoyarlo. Después de todo, solo nos teníamos el uno al otro.
Uno de mis compañeros de equipo en el trabajo me propuso que retomará un viejo proyecto que tenía, uno que yo solía llamar "mi verdadero proyecto" y que involucrara a papá en él. Si papá se sentía parte de la logística y del trabajo entonces quizá entendería que este era un trabajo real en el podiamos ganar los dos.
Sorprendentemente hemos transformado la habitación más grande de la casa en una oficina y hemos comenzado a entrevistar juntos a candidatos para trabajar en nuestro proyecto. Por supuesto, al compañero que me sugirió la idea también lo hemos invitado a participar. Ojalá lo hubiera pensando antes, pero supongo que es cierto eso de que el tiempo de Dios es perfecto.
Imágenes de mi propiedad tomadas con teléfono Motorola Edge 30 Neo