Marie struggled to unbuckle the safety belt of the semi-detached cubicle at the top of the Fortune Wheel, as she looked at the railing where she would cling to life.
"Oh my God, this is not happening!”
"Marie, calm down! Don't take off your belt! " Her pale friend Amanda shouted, pale, at the growing creaking of the metal.
The two girls looked into each other's eyes, seeking safety in each other, but the truth is that the fear that both wanted to face took over their minds.
"How is this happening? It's supposed to be a very safe device!”
The movement of the cubicles had stopped, and the lights flickered until they went out. The noise of the people below, a mix of shrill laughter and screams of terror ceased, making their moment, an indescribable instant of maximum tension.
"Amanda, look at how the people in the cubicle ahead see us. I have to unbuckle, and you too... before it's too late.”
"Don't be silly, Marie! Remember the instructions: Buckle up during the entire ride.”
Marie hesitated for an instant that seemed eternal under the light of the full moon and the cold wind that whipped the top of the Fortune wheel. She remembered the arguments with her mother about acrophobia, and that led her to reluctantly take gymnastics lessons. She hated swinging on the uneven bars, and although it terrified her at first, after a couple of falls without consequences after the somersaults, it made her forget her fear of heights. But now, it was different, at more than twenty meters from the ground, she knew that the consequence of falling was imminent death, one that was sure to be painful. She saw herself crashed, bloodied on the pavement. The tilt to the left took her out of the mental image.
"Silly, you! Can't you see that if we don't do anything, we'll make the last trip!”
The click flooded the environment like the chirping of a cricket in the middle of the night to the amazement of the nearby spectators, and with a precise, almost feline movement, she crossed the front railing of the cubicle. Amanda squeezed her eyelids, sensing her friend's misfortune, when the deep sigh of relief made her reconnect with reality.
"Amanda, let go, I'm here! Don't look at the ground, look at me!" she exclaimed urgently.
From above, the view of the village was exceptional. The wandering amusement park had broken the monotony of the place, a peaceful place where people used to enjoy leisurely walks in the surrounding nature. So, the neon lights, the popcorn, and the colorful dancing clowns disturbed the quiet of the village nights, but the most captivating thing was the duo of the Roller Coaster and the Fortune Wheel, or moon trip, as the older people called it.
That night, the girls, by mutual agreement, boarded the Fortune Wheel, considering it less dangerous than the dizzying Roller Coaster. They supposed that the slow movement would allow them to glimpse the upper air and feel at the top of the world, demonstrating, before the harassment of their schoolmates, that they did not fear the immensity of space: they would not reach the moon, but they would be closer.
"I can't, I'm scared! I'll wait for the operators to fix the malfunction!”
"Obey me! I'm not asking you a favor! Don't make me drag you by the hair, like when we were kids!”
The terror of ridicule made Amanda release the safety of the belt, without taking her eyes off Marie.
"Well, take my hand! You're a tightrope walker!”
"You're crazy! I don't like loose ropes!”
"Yes, I know! The scaffolding, where I step, is firm, it's metal. So, if you don't look at the ground... we can walk to the cubicle ahead.”
The repeated thump of a falling screw convinced Amanda, who, helped by Marie, carefully jumped over the railing of the outdoor funicular. They walked, like cats at the edge of a cornice, towards the safety of the cubicle that preceded them in a slight downhill slope. Fortune was on their side. The weight of the warped cubicle finally broke the resistance of the screws, and as a result, it plunged into the void. The curious people ran away in terror as far as they could.
Inside the cubicle, both knew that they were entering a false security, they still hung in the heights, just like the earth in the universe. In any case, the visit to the fair opened a new perspective of the world to them, where fortune and determination play important roles.
The end
An original short story by @janaveda in Spanish and translated to English with https://bard.google.com/ (free version)
Cover image made by me in Keynote
Note: I edited the text assisted by the web version of Grammarly after a reading in English: an excellent way to polish reading and writing skills
Thanks for reading me. I hope this fiction is to your liking. I would very much like to read your comments in this regard to enrich myself with your criticism.
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Marie luchaba por zafarse del cinturón de seguridad del cubículo semi desprendido en lo alto de la Rueda de la Fortuna, mientras miraba la barandilla de donde se aferraría a la vida.
—¡Dios mío, esto no está sucediendo!
—¡Marie, cálmate! ¡No te quites el cinturón! —Gritó, pálida, su amiga Amanda ante el crujir creciente de lo metálico.
Las dos chicas se miraron a los ojos, buscando la seguridad en la otra, pero lo cierto es que el miedo que ambas querían enfrentar, tomaba las riendas de sus mentes.
—¿Cómo es qué está sucediendo esto? ¡Se supone que es un artefacto muy seguro!
La marcha de los cubículos había parado, y las luces parpadearon hasta extinguirse. La bulla de las personas abajo, mezclado entre risas estridentes y gritos de terror, cesó, haciendo de su momento, uno indescriptible de máxima tensión.
—¿Amanda, mira cómo nos ven los del cubículo que va adelante? Debo zafarme, y tú también… antes de que sea tarde.
—¡No seas tonta, Marie! Recuerda las instrucciones: Abróchese el cinturón durante todo el viaje.
Marie titubeó un instante que le pareció eterno bajo la luz de la luna llena y del frío viento que azotaba la cúspide de la Rueda de la Fortuna. Recordó las discusiones con su madre sobre la acrofobia, y que la llevó a tomar a regañadiente las lecciones de gimnasia. Odiaba el columpiarse en las barras asimétricas, y si bien le aterraba al principio, luego de un par de caídas sin consecuencias tras las piruetas, le hizo olvidar el miedo a las alturas. Pero ahora, era distinto, a más de veinte metros del suelo, sabía que la consecuencia de caer, era la inminente muerte, una de seguro dolorosa y aparatosa. Se vio estrellada, ensangrentada en el pavimento. El pandeo hacia la izquierda la sacó de la imagen mental.
—¡Tonta, tú! ¡No ves que si no hacemos nada, haremos el último viaje!
El clic inundó el ambiente como el canto del grillo en medio de la noche para pasmo de los espectadores cercanos, y con un preciso movimiento, casi felino, traspasó la barda delantera del cubículo. Amanda apretó sus párpados, intuyendo la desgracia de su amiga, cuando el hondo suspiro de alivio, la hizo reconectar con la realidad.
—¡Amanda, suéltate, aquí estoy! ¡No mires al suelo, mírame a mí! —Exclamó con urgencia.
Desde lo alto, la vista del pueblo era excepcional. El parque de atracciones errante había roto la monotonía del lugar, uno apacible en que las personas solían disfrutar en plácidos paseos a la naturaleza circundante. Así que, las luces de neón, las palomitas de maíz, los coloridos payasos danzantes trastornaron la quietud de las noches pueblerina, pero lo más cautivador las constituían la dupla de la Montaña Rusa y la Rueda de la Fortuna, o viaje a la luna, tal como la llamaban los más viejos.
Aquella noche, las jovencitas, en mutuo acuerdo, abordaron la rueda de la fortuna, al considerarla menos peligrosa que la vertiginosa Montaña Rusa. Supusieron que la marcha lenta les permitirían otear el aire superior y sentirse en la cima del mundo, demostrando, antes el acoso de sus compañeros de escuela, que no temían a la inmensidad del espacio: no llegarían a la luna, pero estarían más cerca.
—¡No puedo, tengo miedo! ¡Esperaré a que los operarios arreglen el desperfecto!
—¡Obedéceme! ¡No te estoy pidiendo un favor! ¡No hagas que te arrastre por los pelos, como cuando éramos niñas!
El terror al ridículo hizo que Amanda liberara el seguro del cinturón, sin quitarle la vista a Marie.
—¡Bien, toma mi mano! ¡Tú eres una funambulista!
—¡Estás loca! ¡A mí no me gustan las cuerdas flojas!
—¡Sí, lo sé! El armatoste, donde piso está firme, es metálico. Así que, si no miras al suelo... podemos caminar hacia el cubículo que está al frente.
El golpe reiterado de un tornillo cayendo convenció a Amanda, quien ayudada por Marie, saltó con sumo cuidado la barda del lúdico funicular al aire libre. Caminaron, como gatos al borde de una cornisa, hacia la seguridad del cubículo que le precedía en una leve inclinada bajada. La fortuna estaba de su lado. El peso del cubículo pandeado terminó por quebrar la resistencia de los tornillos, y en consecuencia se precipitó al vacío. La gente curiosa corrió despavorida lo más lejos que pudo.
Ya dentro del cubículo, ambas, sabían que entraban a una falsa seguridad, aún pendían en las alturas, tal como la tierra en el universo. En todo caso, la visita a la feria les abrió una nueva perspectiva del mundo, en donde la fortuna y la determinación desempeñan roles importantes.
Fin
Un microrrelato original de @janaveda
Imagen de portada hecha por mi en Keynote
Gracias por leerme. Espero que esta ficción sea de su agrado. Me gustaría mucho leer sus comentarios al respecto para enriquecerme con sus críticas.
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Hola, Javier.
Como siempre, al leerte, traes recuerdos dormidos.
Nunca monte en la noria y en las ferias mecánicas, mis favoritos eran los carros chocones y el tiro al blanco, pero la montaña rusa sí. Una vez monte en una, que no sería de película, pero puede que fuera la más grande en Venezuela. Big Low Center, Valencia.
La verdad, no comparto el gusto por volver a hacer el recorrido, como lo hacen otros.
Un abrazo.
You build tension very well in this short fiction and your writing is engaging and interesting. However, your story arc is somewhat soft because you leave the reader hanging in midair without concluding the story effectively. Short fiction is always the most interesting if there is a good conflict and a strong resolution.
Hello, @theinkwell
Thanks for the recommendation. However, I must clarify that the vague and very open denouement is intentional. I wanted to experiment in my narrative a little bit the style (of his beginnings within the storytelling) of the Japanese Mukurami. Of course, to do it in micro-stories (less than a thousand words) is very difficult. But I think literature is all about exploring and challenging the limits. So, your feedback on this occasion is precious to me. No doubt, I must keep working on developing my own style and any criticism is welcome.
Greetings
¡Felicitaciones!
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