El Osito que te Regalé - Cuento

in Literatos2 months ago


Fuente

El Osito que te Regalé

Todavía recuerdo el día que te regalé aquel osito de peluche.

Estaba preocupada y muy nerviosa. Se acercaba tu cumpleaños número quince y yo no sabía qué darte. Pero, ¿cómo podía dar una niña de catorce años un regalo si ni siquiera tenía dinero suficiente para el almuerzo en el colegio?

Estuve pensando por días qué podía darte. Quería que fuese especial porque tú eras especial para mí. Eras la primera persona que me había visto realmente, quien supo de inmediato que había algo que nos conectaría para siempre.

Para siempre en ese momento sonaba idílico, pero era una adolescente y no puedes culparme por ilusionarme tan rápido.

Tu cumpleaños era en julio.

Había un detalle de ese mes que no había rondado mi cabeza para ese entonces. Nuestras vacaciones de verano serían una semana después de tu cumpleaños, y no sé por qué pensé que serían unas vacaciones llenas de aventuras, que celebraríamos mi cumpleaños que sería en agosto, y que tal vez tendríamos más privacidad dado que no estaríamos dentro de aquella institución.

Fue mi problema pensar que todo sería una maravilla.

Nuestro tiempo juntas me enseñó más de mí misma de que creía. Me mostró que podía dar y no esperar nada a cambio, que podía obsequiar algo sin tener que gastar un centavo.

Aquel osito de peluche era parte de mi infancia. Era un recuerdo invaluable de mi abuela, y lo amaba porque ella lo había escogido especialmente para mí.

Un día antes de ir al colegio, sabiendo que el siguiente era tu día especial, miré aquel osito color dorado con un gorrito navideño que se intercambiaba de rojo a verde encima de mi estante y supe que era el indicado. Ni siquiera lo pensé demasiado, solo lo tomé y lo escondí en mi mochila para que mi madre no se diera cuenta, porque estaba segura de que no aprobaría que hiciera tal cosa.

Recuerdo a las 12 am te escribí un largo mensaje de texto diciéndote lo mucho que significabas para mí, lo importante que te habías convertido en mi vida y como deseaba poder verte y besarte. Que te tenía un regalo especial y que esperaba que te gustara.

Me quedé dormida entre el intercambio de mensajes, y cuando desperté a la mañana siguiente, el entusiasmo que tenía se notaba en lo apresurada que estaba por llegar al colegio. Mi padre no podía creerse que estuviera tan motivada por ir al colegio un martes por la mañana. Pero es que desde que te conocí en aquel curso, algo en mí había cambiado rotundamente.

Ninguna de nuestras amigas sabía que entre nosotras ocurría. Era un secreto que manteníamos por el bien de nuestra salud mental, pero no podía negar que verte a diario me causaba emoción. Ese día, después de nuestra clase de educación física, me dijiste para ir a uno de nuestros sitios donde solíamos escondernos, ese que quedaba detrás del salón de ajedrez.

Recogimos nuestras cosas y sin que nadie lo notara, desaparecimos entre el grupo de personas que se amontonaban para ir a la cafetería.

Caminamos rápido, nuestras manos rozándose ligeramente. Al llegar nos sentamos en aquella acera, detrás del salón, bajo la sombra del sobresaliente techo.

Tu mano entrelazó la mía y sentí mi corazón latir.

—Feliz cumpleaños —dije dándote un pico en los labios—. Tengo algo para ti.

—Sí, ya lo sé. No eres buena para dar sorpresas. —Soltaste una risita.

—Me puse ansiosa. Solo quería que estuvieras al tanto.

—A ver, muéstrame que me trajiste.

Solté tu mano y tomé mi mochila para abrirla. Saqué el osito con nerviosismo y casi se me cayó al suelo. Lo miré por última vez, sabiendo que ya no me pertenecía, y te lo entregué con una sonrisa.

—No tenías que comprarme nada —dijiste tomando el osito, pero en tus ojos veía que te había gustado.

—No tuve que comprarlo.

—Entonces, ¿de dónde lo sacaste? —preguntaste curiosa y yo solo me encogí de hombros.

Lo siguiente que sentí, fue tus brazos rodeando mi cuello, y tus labios fundiéndose en los míos. Nuestros besos eran torpes, besos de adolescentes que están aprendiendo a estar en sincronía la una con la otra, pero aun así, no podíamos parar.

Quise decirte que te amaba en ese momento, pero tuve miedo. Y ahora que lo pienso, tal vez fue lo mejor.

Una semana después llegaron las vacaciones. Vacaciones que rompieron mi corazón. No sabía que tenías planes de irte, mucho menos que esos planes se trataban de irte definitivamente. Intenté llamarte, pero no hubo manera de dar contigo.

Fueron las peores vacaciones de mi adolescencia, y en el fondo me arrepentí de haberte dado aquel osito de peluche. Y ahora no puedo creer que, veinte años después, tenga una solicitud de amistad de tu parte en Facebook, cuando ya me había olvidado de tu existencia.

Sin embargo, lo que me trajo a estos recuerdos que hoy te escribo, es ver que ahora mi hermoso y querido osito de peluche pasó a manos de una niña que luce exactamente igual a ti.

Lo que me lleva a preguntarte: ¿Por qué ahora?


Muy buenas noches, amigos lectores. Por aquí una vez más les traigo un nuevo cuento de mi antología Historias de Chicas Sáficas. Esta es la cuarta historia. Espero que les guste, y ya saben que pueden dejar un comentario abajo.
Si desean leer las otras historias de esta antología, aquí debajo dejaré los links. Saludos a todos.
Baile de Graduación.
Taller de Carpintería.
Un beso Robado.
Sort:  

Literatos-estatico.jpg

Esta publicación ha recibido el voto de Literatos, la comunidad de literatura en español en Hive y ha sido compartido en el blog de nuestra cuenta.

¿Quieres contribuir a engrandecer este proyecto? ¡Haz clic aquí y entérate cómo!

Muy interesante como un osito se convirtió en un símbolo de amor y entrega total por el corazón que se quiere. Un final algo melancólico, pero que se ajusta a una realidad palpable en estas épocas modernas.

Gracias por compartir.
Buena noche.

Tienes mucha razón. A veces las cosas que creemos más insignificantes, son las que llevan un gran valor emocional.

Saludos.

Saludos y gracias. 😉

Apasionante e interesa narración, que se deja leer sin pausa hasta un final doloroso y mágico a la vez..

Muchísimas gracias por leer esta historia. La verdad es que parte de la experiencia puede considerarse personal, pero supongo que es eso lo que nos hace escritores. Saludos.