La mujer del cuadro me mira
Cuando llegamos a donde él estaba, nos prestó el carro para que lo manejáramos. Andrés no supo cómo hacerlo, pero yo sí. Al rato de estar jugando, la mamá de César lo llamó para que se fuera a su casa porque había mucho sol. Yo quería seguir jugando, por eso cuando César nos dijo que lo acompañáramos a su casa, no dije que no, me fui con él. Andrés no fue porque supuestamente tenía que hacer la tarea, pero yo creo que fue porque no sabía manejar el carro.
Cuando llegamos a la casa de César, la mamá de él nos dijo que entráramos, que no nos quedáramos afuera. Aunque yo no quería entrar, tuve que hacerlo. Nos sentamos en la sala y en eso la vi: la pintura extraña de una mujer con las manos cruzadas. Al principio no me percaté de nada, pero luego me di cuenta que la mujer del cuadro me miraba fijamente. Para donde me moviera, ahí estaba la mujer, viéndome. Caminaba para la esquina, volvía a la mesa, al sofá, cerca de la tele: la mujer me veía y me sonreía.
Cada tarde que tuve que ir a casa de César a jugar con sus juguetes, estaba la mujer de la pintura como esperándome. Ya no solo me perseguía en casa de César sino que varias veces sentí que me veía cuando yo dormía. Un día fue peor porque yo estaba durmiendo y me dieron ganas de hacer pipí y cuando abrí los ojos, la mujer estaba ahí, cerca de la cama. Tuve que aguantarme hasta la mañana. Desde ese día, cada vez que César me invita a jugar, yo le digo que no, que tengo muchas tareas que hacer, aunque sea mentira y muchas veces a la mujer del cuadro le dé por visitarme.
hey, howya doin?
haven't seen you around in a while...
Muy buen relato de recreación imaginativa de la relación con la Monalisa, que recoge una experiencia que quizás muchos hemos tenido; es una de las obras que, por su comercialización, está en las casas nuestras, muchas veces sin saber su origen y autor. Es una relación muy extraña, como ocurre también con otras obras que han llegado a nuestras casas de ese modo. Saludos, @nancybriti.
Me pregunto qué pensaría Freud de tu relato, máxime cuando los protagonistas son infantes y según su opinión, precisamente éste cuadro le sugirió un probable síndrome de Edipo. Fuera o no cierto, se tratara o no de la propia madre del artista, como sugieren algunas fuentes también, la verdad es que este cuadro continúa desafiándonos con su enigmática sonrisa, tan enigmática como la que el Maestro Mateo dotó a su Daniel en la catedral de Compostela. No me extraña que el muchacho se sintiera anonadado e incluso 'perseguido' por su visión, dado que era muy frecuente este tipo de recursos entre los artistas del Renacimiento y de otros periodos posteriores, la de jugar con la perspectiva, creando ilusiones, como la que describes en tu relato. Abrazos
Y lo seguirá mirando, para siempre
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