Tu rostro cubierto de lágrimas
no me dice nada Margarita.
Te he visto llorar tantas veces
que puedo distinguir el rocío
de tu fingida tristeza.
Siempre supe que no me amabas,
y que tu misma buscabas
quien me consolara en esas noches infinitas,
oculta entre las fragantes gardenias,
para observarme con otra mujer
a través de la ventana entreabierta.
Y sin embargo aquí estamos
aparentemente enamorados.
Si los dos muy bien sabemos
de un corazón desgastado.
Si me voy
no pasa nada,
Si te vas,
ya me he acostumbrado.
Mejor es quedarnos serenos
a mirar como la lluvia
pinta de flores el prado.