Recuerdo cuando Príncipe apenas era un cachorro, estaba muy feliz cuando mis padres me lo compraron, me resultaba gracioso ver como un animal con tanta energía como la de él, se podía quedar dormido en cualquier momento. Él era un perro muy tremendo, le encantaba morder mis zapatos, se orinó unas cuantas veces en la alfombra y en la cama, hasta destrozaba los cargadores de los teléfonos (algo que a mis padres no los ponía muy contentos). Pero a pesar de eso, Príncipe nos tenía a todos enamorados, con su pelaje brillante, sus patitas chiquititas, y el aroma de su boca a leche y croquetas, además ¿Quien no comete errores de pequeño? después de todo, siempre se salía con la suya.
Príncipe tuvo una juventud muy activa, le gustaba pasear todos los días, tanto de mañana como de tarde, hasta en algunas ocasiones hacíamos competencias entre nosotros a ver quién llegaba primero al parque, pero sin importar qué ¡Yo siempre perdía! Llegaba cansado, agotado, casi sin aliento, pero en cuanto a él, me esperaba agitándome la cola como si quisiera retarme a otra carrera más. Recuerdo que en esos tiempos yo estaba en muy mala forma, y por más que quisiera, mi cuerpo no daba ni para caminar de regreso.
A pesar de todo, Príncipe y yo éramos como uña y carne, nunca nos separábamos, ni si quiera para dormir. En aquellas ocasiones cuando salía de fiesta y regresaba tarde a la casa, me era imposible llegar desapercibido, todo por culpa de los ladridos de Príncipe, donde a su vez, me daban un buen regaño por regresar a tan altas horas de la noche... pero valía la pena.
Ya han pasado 12 años de esos recuerdos tan hermosos en mi memoria. A medida que Príncipe fue envejeciendo, empezó a caminar en vez de correr, le costaba subir las escaleras, pasaba la mayor parte del tiempo acostado, a veces, hasta lo notaba quejarse de vez en cuando... En ese entonces pensaba que eran cosas normales de la vejez, que poco a poco su cuerpo se iría deteriorando, y entonces, el día menos esperado hizo un chillido de dolor ¡Madre mía, que susto! Inmediatamente lo fui a ver, estaba acostado en el sillón sin hacer nada, me pareció sospechoso, hasta pensé en si había encontrado algo que lo hubiese lastimado, sin embargo, al no conseguir nada decidí dejarlo tranquilo. De igual manera, el mismo evento ocurrió continuamente durante los siguientes días, así que decidí llevarlo al veterinario...
Al día de hoy, Príncipe fue diagnosticado con osteoartritis. El médico me dijo que a pesar que los perros tienen un umbral del dolor más alto que el nuestro, cuando padecen de osteoartritis, este es un dolor constante y muy molesto, y que poco a poco se va agravando más y más.
No saben cuanto me dolió haberme dado cuenta tan tarde lo que le pasaba a Príncipe, pero ahora, con su tratamiento y nuevos cuidados, espero pueda pasar el resto de la vida que le queda sin dolor.
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STOPAins las historias de animalitos me ponen triste, mas si tienen un final triste. Mi perrito fue envenenado 😔😪 y desde entonces ya no tengo cachorros.
Si, es cuestión de cada dueño mantener el duelo. Pero siempre los animalitos traen alegría, así sea un lorito. Gracias por comentar, saludos.
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Wooo que importante es tomar conciencia del dolor de nuestras mascotas es muy interesante eso de que ellos ocultan el dolor a los humanos, aunque de igual manera lo sientan.
Incluso cuando sufren son más nobles que los humanos.
Siii, a veces hay excepciones por supuesto. Como a los perritos que tratan como bebés y luego cuando crecen se quejan por todo 😂.
Jajajajaja buen punto.