Austerlitz (Libro): el peso de un pasado ignorado

Confieso que tengo una debilidad particular por los autores y los libros publicados por editorial Anagrama (España). Es una de mis tres editoriales favoritas porque apuesta a la buena Literatura y su Norte es ese, difundir autores y obras de gran nivel. Familiarizado con ese sello, muchos libros han rondado mi visión durante mucho tiempo y uno de ellos es precisamente Austerlitz de W.G. Sebald del cual solía decir "tengo que leer ese libro". Finalmente, llegó el día.

Lo primero que hay que decir de Austerlitz es que el narrador no es el protagonista de la novela. Comenzamos con un hombre que habla de unos viajes que hizo a Bélgica en donde conoció al curioso personaje, centro del libro, Jacques Austerlitz, por allá por 1967. Al inicio conversan de arquitectura, pero sus sus caminos se cruzan de manera incomprensible, producto de un venturoso azar que hace que nuestro narrador se tope muchas veces más con el profesor del instituto londinense de historia del arte y que este le hable de muchas otras cosas. Al curioso hombre se le da mejor el francés que el inglés y como observa nuestro narrador “era el único que no miraba con indiferencia al vacío sino que se ocupaba en tomar notas y hacer dibujos”. Tenemos pues a un hombre muy observador que, por cosas de la vida, nos topamos una y otra vez, no sólo en Bélgica, sino también veinte años más tarde en Inglaterra.

A medida que la novela avanza, descubrimos que Austerlitz se crió en Bala, Gales, en casa de un predicador calvinista, que no conoció su verdadero nombre hasta los quince años, que su origen no estaba en el Reino Unido y que de adulto fue ingresado en diversos hospitales por problemas de salud, con una epilepsia histérica. Su infancia o fue menos dramática: Ágata, su madre, lo envió lejos de su ciudad natal cuando los tentáculos del nazismo estaban cerca de darles alcance. Jacques Austerlitz es judío. Un judío que escapó, sin saberlo, de una muerte segura en varias oportunidades. Pero una vez que conoce sus orígenes, es inevitable para él quere saber más, ¿dónde está su padre? ¿qué fue de su madre? ¿dejaron algún rastro? La novela es entonces una historia sobre la búsqueda del propio origen, del pasado perdido, la familia, el desarraigo y de un pesonaje que busca su lugar en un planeta en el que se siente extranjero.

Jacques Austerlitz busca el rastro de sus padres, judíos deportados, igual que Dan Jacobson, sudafricano mencionado en la novela, buscó el pueblo aniquilado de sus antepasados. Hasta allí, sería un buen libro, pero lo que lo convierte en una obra extraordinaria es el estilo narrativo de Sebald que por un lado usa al narrador para contar las narraciones del verdadero narrador que es Austerlitz (suena raro pero es así) y por otro, construye frases y párrafos que se fusionan casi sin pausa durante muchas páginas, con muy pocos puntos y aparte. Puede ser difícil entrarle a la novela, pero una vez que se entiende la dinámica de su prosa, se lee de un tirón. El libro me encantó y quiero volver a leerlo, porque me ha dejado una sensación extraña, como si algo se le hubiese escapado a mi cerebro pero mi corazón lo hubiera asimilado, ¿qué puede ser? Tendré que releerlo para saber.