El extranjero (Libro): la indiferencia ante la vida

Una de las novelas más memorables del siglo XX

Poco después de haber terminado la lectura de El señor de las moscas de William Golding, el cual reseñé la semana pasada, otro libro que ya había leído volvió a cruzarse en mi camino. Escrito también por otro autor ganador del permio Nobel de Literatura, se trata de una de esas novelas cortas que me habían gustado muchísimo, razón por la cual volví a leerla.

Publicada en 1942, la primera novela del escritor francés Albert Camus, El extranjero (L'Étranger), cuenta la historia de monsieur Meursault, un francés argelino que es juzgado por el asesinato de un hombre árabe. El juicio como tal, las acusaciones, el veredicto y la reacción del condenado antes estas cosas, están en la segunda parte del libro, mientras que la primera nos presenta la serie de acontecimientos que condujeron al asesinato y sobre todo, la personalidad y la falta de carácter de Meursault.
El protagonista de la novela, narrada en primera persona, se excusa mucho al inicio, como si tuviera que dar explicaciones a todo el mundo. Meursault es indiferente a muchas cosas, casi a todo, siempre responde con evasivas y no tiene ambición. No es precisamente el alma de la fiesta, el caballero. Muestra una pasividad y un claro escepticismo frente a todo y todos, tiene un sentido apático de la existencia y aún de la propia muerte, lo cual puede evidenciarse en frases como:

“Me era indiferente ser su camarada y él realmente parecía desearlo”

“Nunca había podido sentir verdadero pesar por cosa alguna”

“Pero todo el mundo sabe que la vida no vale la pena ser vivida”

Sin metas, sin aspiraciones, sin claridad, ni determinación, la mayoría de las veces, Meursault es conducido por sus personas cercanas. A veces hace lo que los otros esperan de él, no porque busque complacerles, sino porque no tiene deseos de hacer nada en específico. De esta forma, sus acciones tienen un significado para los demás, pero no para él.

Imagen de la edición ilustrada del sello Lectorum

La indiferencia de Meursault se nota con mayor claridad al inicio de la novela cuando, tras la muerte de su madre y después de haberla enterrado, declara que “en resumen, nada había cambiado”. Más adelante deja en evidencia que la ausencia de su madre se nota, pero la observación es más práctica que emotiva: “Resultaba cómodo cuando mamá estaba allí. Ahora es demasiado grande para mí”

"La muerte de mamá debía llegar un día u otro", declara, lo que es cierto, pero suena casi indiferente, como si no le doliera esa muerte. Aunque parezca no tener relación con el asesinato que comete después, durante el juicio lo acusan de haber enterrado a su madre con corazón de criminal y se alega que es un hombre malo, frío, debido al hecho de no haber llorado esa muerte y haber seguido con su vida normal casi de inmediato.
Sobre su juicio, Meursault comenta que se habló “quizás más de mí que de mi crimen” y que las intervenciones del fiscal, el interrogatorio y todo el proceso parecían no necesitar de él, “en cierto modo parecían tratar el asunto con prescindencia de mí”. Este hombre, de cuerpo presente, pero juzgado in absentia prácticamente, me recordó El proceso de Franz Kafka, otro juicio particular, un poco más extraño que este porque en ese caso el condenado ni siquiera sabe de qué se le acusa.

Cuando, condenado por fin, Meursault espera la hora de su muerte, los encargados de la prisión le ofrecen la visita de un sacerdote, a lo que él se niega:

“Me quedaba poco tiempo. No quería perderlo con Dios”

Es natural que un hombre apático ante todo, sea también ateo. Meursault es un antihéroe. No defiende valores supremos, porque no los tiene. No se revela en ningún momento, ni siquiera cuando es condenado y cuando se usa como agravante de su crimen un hecho que no tenía que ver con él. No se impone, no lucha, no actúa sino que más bien reacciona ante las personas, los hechos, las circunstancias y la época. La novela es una denuncia de la moral de una sociedad que condena a muerte de igual manera a un hombre que no llora la muerte de una madre que a un asesino, una sociedad que rodea a este hombre carente de pasión o voluntad alguna.

Tengo en mi recuerdo la sensación de haber disfrutado más La peste que El extranjero. Sin embargo, creo que tendré que leer de nuevo esa otra novela, ya que esta relectura de este clásico contemporáneo me brindó gran placer. No sólo por su brevre extensión, sino por la forma en que esta escrito, la primera novela de Camus es una obra que se lee rápidamente, aunque constantemente se detenga uno a evaluar las implicaciones de ciertas frases y escenas. En 1999 la empresa gala Fnac y el diario parisino Le Monde realizaron un sondeo para determinar los cien más memorables del siglo XX para el público francés. L'Étranger figuró en el primer lugar.

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