Mujeres que matan (Libro): la condición femenina en una Venezuela Orwelliana

in #literatura4 years ago (edited)
Fotografía de mi galería personal

Dentro de la Literatura venezolana contemporánea hay algunos libros y autores que me han gustado mucho. El primero de ellos, uno de mis pilares literarios, Eduardo Sánchez Rugeles, de quien he leído todo cuanto ha publicado, excepto su reciente Síndrome de Lisboa; Francisco Suniaga, a quien conocí con Margarita infanta y Adiós Miss Venezuela y me maravilló con El pasajero de Truman; y el otro es Alberto Barrera Tyszka, de quien amé cada página de sus novelas La enfermedad y Patria o muerte, ambas laureadas internacionalmente.

Bien, lo más reciente de este último autor es una novela llamada Mujeres que matan, un título llamativo que contiene una historia acorde al mismo. Como en las grandes obras, esta novela tiene un primer párrafo perfecto:

“Estaba desnuda, boca arriba. Tenía los ojos abiertos. Sin brillo. Como dos piedras en un vaso de agua. Cuando la encontraron, llevaba más de ocho horas hundida en la tina del baño.”

El lector queda atrapado de inmediato, no sólo por la imagen sino por el ritmo de la narración que con sus frases cortas, genera una lectura rápida, vertiginosa en algunos fragmentos. La madre de Sebastián se suicidó dos años después de que su padre muriese a causa de una enfermedad, convirtiéndolo en huérfano, condición desoladora a pesar de sus veintiantos. El joven busca aferrarse a las últimas palabras garabateadas por su madre a punto de morir ¿era una despedida? ¿una advertencia? ¿la confesión de un secreto? Mientras comienza a descubrir cómo fue la vida de su madre durante esos años, Sebastian conoce a Elisa Navarro, una mujer joven y libre que investiga las muertes invisibles, es decir los fallecimientos que no van a dar a las noticias ni a las páginas de un diario.

Entre los dos, comienzan a averiguar y descubren que Magaly, la madre de Sebastian, acudía las reuniones de un club de lectura junto a Leonor, Inés, Teresa y Adriana. Ubican a una de las mujeres y le insisten en que les cuente qué hacían en ese club, buscando alguna explicación para el suicidio de Magaly, ¿por qué lo hizo? ¿fue un acto impulsivo? “Los suicidios no se improvisan” dice una voz. Sin embargo, las pesquisas de nuestros jóvenes protagonistas nos llevan a descubrir historias crueles y desalentadoras sobre las mujeres que se reunían a compartir sus lecturas y que gradualmente se vieron transformadas en algo más. En un punto de la novela hay dos frases contundentes: “Aprendimos a matar […] y nos gustó” y “Todos queremos matar a alguien ¿no?”

El título del libro cobra aún mas fuerza cuando vemos que su elección no sólo no es fortuita sino que es literal. La muerte está presente no sólo alrededor de estos nombres sino también de toda la novela, en los diarios, en los comentarios casuales que hacen los personajes, en el ambiente que los rodea: el asesinato accidental, la venganza, el suicidio, la eutanasia, la búsqueda de justicia, la muerte tiene mil rostros y en esta historia están todos presentes. Y junto a ellos hay un elemento decisivo también: la misoginia. Se presenta la vida de una mujer como una sucesión de etapas en las que se le invita a olvidarse de sí misma, pasando de niña obediente a adolescente virgen y luego a esposa fiel y madre abnegada; vemos la humillación audiovisual de un hombre a su pareja mujer, una violación y abuso de poder por parte de oficiales uniformados, insultos, ofensas, sospechas, comentarios, chismes, existe todo un clima de condena para la condición femenina que nos grita lo difícil que es ser mujer, en especial en un ambiente como el del libro.

¿Y que ambiente es? Es una ciudad Orwelliana pura y aunque no se mencione el nombre del país en el que transcurren los hechos, hay algunas (muchísimas) pistas: hijos en el extranjero, el Alto Mando como un sistema de gobierno sacado de la imaginación de George Orwell que niega toda realidad a pesar de ser responsables de la debacle nacional, escasez, largas filas para abastecerse de insumos, hambre, servicios públicos deficientes, abuso de autoridad, la morgue colapsada, el mercado negro, personas hurgando en la basura, la debacle de los medios, las fábricas de noticias falsas, la fugacidad de las noticias, verdades desechables, expropiaciones, protestas... es como aquella adivinanza "Verde por fuera, rojo por dentro y sabe a patilla ¿qué es?", no hace falta escribir Venezuela o Caracas, para saber que lo que para lectores internacionales puede parecer una distopía cruel, para los venezolanos es una realidad tenaz vivir en un lugar en el que una mujer se suicida y decide engraparse en la muñeca la receta clínica de un medicamento que no se consigue en el país.

Además de las historias personales de los protagonistas y de los personajes principales, el narrador de la novela deja frases que invitan a reflexionar y a pensar a conciencia en temas como la dignidad al morir, la enfermedad, la muerte, la amistad, la complicidad, la memoria, la belleza y también el entendimiento de lo femenino. Dentro de la novela, Elisa representa la nueva feminidad, es más joven, más libre sexualmente, más valiente; es el contrapeso (insuficiente) a la opresión y el tabú de las demás mujeres de la trama, mayores, criadas en otro contexto y en otra época. A lo largo de la novela hay muchas frases dignas de subrayar o de apuntar en algún papel como esta:

“Los muertos no hablan. No existen, no tienen nada qué decir. Es al revés. Hay que escuchar lo que nunca dijeron”

O la plegaria que, desesperada, Elisa elevó a Dios estando en el extranjero y cuya respuesta confirmó su ateísmo:

“Si tú existes, coño, le dije, no permitas entonces que yo vuelva a mi país”

Me quito el sombrero ante Alberto Barrera Tyszka una vez más. Hay escritores que han escrito una gran novela o acaso dos. Cuantas más obras notables se cuenten en la carrera de un escritor, menor será el número de sus homólogos que lo acompañen en dicha proeza y con esta son tres las asombrosas ficciones que he leído de este venezolano. Aunque en sus trabajos anteriores también destacan el reflejo de la realidad venezolana contemporánea y son historias ligadas también a la muerte, en este caso particular, el mayor acierto del autor de La enfermedad fue lograr reflejar la psicología femenina de una forma creíble, bastante fiel a la realidad. Se diría que Barrera Tyszka entiende a las mujeres o al menos se aproxima a la comprensión de lo que puede sentir, pensar o hacer una mujer en diferentes situaciones y lo hace además sin prejuicios. La condena, la absolución o la opresión hacia la mujer están en los personajes, no en el autor que no quiso reflejarlas como víctimas (como tanto se ha hecho) ni como victimarias vengativas (también se ha hecho bastante) sino como un mundo complejo, como seres capaces de acunar a un bebé entre sus brazos o asesinar a un hombre y desaparecer el cuerpo, pasando por los innumerables matices que hay en el medio de esos dos extremos. Es muy difícil tratar de explicar cuánto me gustó esta novela, pero les diré que sin duda la volvería a leer más de una vez.

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Tu bien escrita reseña de esa última novela de Alberto Barrera Tyszka, aumenta mis deseos de leerla. He querido tener acceso a ella , pero no ha sido posible. Las dos novelas anteriores que citas son de gran interés, particularmente para mí, La enfermedad. Barrera es también muy buen poeta, y algo de su estilo metafórico se hace presente en sus novelas, aspecto que me resulta muy grato. Además, siempre trato de leerlo en sus artículos periodísticos, escritos con mucha agudeza. Gracias y saludos, amigo @cristiancaicedo.

Muchas gracias por el apoyo de siempre. Conozco su obra periodística, aunque la he leído poco, pero no sabía que también fuese poeta (de poesía usted sabe mil veces más que yo, eso está claro). Espero que pueda tener acceso a ella y leerla, seguramente le va a gustar. Un abrazo y gracias por leerme.

Muy buena reseña, mis felicitaciones. Saludos desde México.

Muchas gracias por su lectura y amable comentario. Casualmente, el autor de este libro vive ahora en México. Saludos desde el cono Sur.

Pasé por aquí porque me recomendaron esta reseña, @cristiancaicedo. No solo quedo impresionada con la nueva novela de Barrera Tyszka, como siempre, sino con tu forma de reseñarla. Muy buena. Te felicito. Coincidimos en gustos. A tu lista, para hacerla mía, le agregaría a Ana Teresa Torres y a Héctor Torres. A Alberto Barrera Tyszka, como @josemalavem, lo conozco también como poeta, para mí uno de los mejores, y de allí tal vez su manera particular de narrar con frases breves, metáforas. Como ejemplo: esa gran novela que es La enfermedad. Si estuvieras cerca, ya me habría anotado para que me prestaras Mujeres que matan. jajajaja. Me voy gratamente satisfecha con esta lectura. Gracias por compartir

Muchas gracias por pasar. La verdad es que de Héctor Torres no he leído nada, pero sí me han compartido fragmentos de Ana Teresa Torres. Otro libro que viene ahora a mi mete es Nunca más Lili Marleen de David Alizo. Ciertamente eso caracteriza el estilo de Barrera Tyszka, las frases y las metáforas. Nuevamente, gracias por leerme y dejar su amable comentario. Saludos cordiales.

Tremendos escritores existen en esta comunidad, y eres uno de ellos, Crisian.

Muchas gracias por su valoración y comentario. Saludos cordiales.

Me intriga leer todos los libros que nombras. Me parece que no hay mejor adjetivo que "universo orwelliano" para nuestro país, ojalá y algún dejemos de ser la granja en que nos han convertido. Muy buen post, haces una sinopsis increíble de la novela de de Alberto Barrera Tiszka. Un gran saludo.

Es así, lo que para muchos países es concebible sólo en la ficción, en Venezuela es una dura realidad. Muchísimas gracias por su valoración y comentario, pero sobre todo por leerme. Abrazos.