Aquellos pequeños puntos tintineantes en el cielo eran, en cierto modo la droga que un niño de su edad podría consumir. La manera en la que su corazón se aceleraba y dibujaba una gran sonrisa en el rostro de este eran la viva prueba de que Edrick se encontraba maravillado por aquello a lo que los adultos llamaban estrellas.
Desde que había tenido noción de las estrellas se había generado en él una pequeña rutina que sus padres ya conocían muy bien después de tantos meses observándolo. Todos los días, Edrick esperaba la cena y tan rápido como terminaba tomaba el pequeño banco que su padre le había regalado para salir a la terraza y observar por dos horas el cielo, buscando encontrar las estrellas que los libros de astronomía mencionaban en ellos, al grado en que incluso ni las picaduras de mosquito le molestaban en su momento.
Para sus padres era en cierto modo encantador ver a su pequeño hijo tener una obsesión por el cielo nocturno por lo que muchas veces le regalaban libros y otros objetos que hicieran referencia a lo que había fuera de la Tierra, sin embargo, no fue hasta que el pequeño cumplió 5 años que tuvo la oportunidad de poder observar lo que para aquel momento sería lo más hermoso que su vista pudiese ver: Estrellas fugaces.
El camino a las cabañas había sido largo y Edrick se la había pasado durmiendo por casi las 8 horas de viaje que habían hecho. Le dolía el trasero, pero sus padres habían prometido que valdría la pena y si sus padres lo decían, ¿por qué debía desconfiar de ellos? Por lo que ni siquiera cuestionó y solo acepto a subir aquel bus que los llevaría a donde se supondría acamparían.
-Edrick -. Su hermana le llamó en el momento en el que sus padres les dieron permiso de explorar a los alrededores mientras ellos colocaban la casa de campaña y aunque para aquellos momentos aún era relativamente temprano, la noche no tardo en aparecer y con ello las fieles amigas del niño.
Las horas pasaban y la noche se hacía mucho más obscura conforme el sol se ocultaba y dejaba que solo aquellos puntos le hicieran compañía a él y su familia quienes para aquellos momentos asaban bombones en una fogata improvisada.
-Cariño...ven a comer.- Su madre le llamó esperando que el pequeño chico sentado sobre aquel tronco muerto le prestará atención, pero como era de esperarse, ni siquiera hizo caso pues estaba tan perdido en el cielo que ni siquiera tenía tiempo para comer aunque su estómago estuviera pidiendo algo de comida.
-Edrick...-. Su padre hizo un nuevo intento fallido de llamar la atención de su hijo, pero como siempre este los ignoró hasta que sin siquiera esperarlo el chico dio pequeños saltos mientras gritaba emocionado.
-¡UNA ESTRELLA FUGAZ! MIREN ES UNA...AHHH-. Gritaba con emoción señalando al cielo y girando a ver a sus padres para de nueva cuenta sentarse y cerrar sus ojos.
-Ed...-.
-Shhh...estoy pidiendo un deseo.- El pequeño silencio a su hermana quien tan rápido le había escuchado había corrido a su lado. -Listo-.
El pequeño sonrío antes de volver su vista al cielo.
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