Uno, dos, tres y el infinito en olas agoniza…
Lo recuerdas cuando vas a la emisora y dejas el mar a tu izquierda. Un mar que esta mañana de domingo no es esa postal azul y quieta que tanto gusta a los turistas. Ayer de Málaga hubo meneo en esas profundidades nerviosas de luna y corrientes oceánicas y el oleaje cumplió su parte de devorar lo quieto para renovar la nada y todo lo que nada.
"Uno, dos, tres y el infinito en olas agoniza…" Recuerdas el verso cuando el mar gigante se queda atrás y cabe en el pequeño rectángulo del espejo retrovisor. Uno, dos, tres,… ¡ya!
Sueño...
Jamás habías oído hablar del autor del poema que contiene ese verso. Camón Aznar, un crítico de arte, filósofo y escritor español que nació a finales del siglo XIX. Jamás había leído ni oído ese verso ni el resto del poema, pero acabó en tus manos como un libro viejo cogido al azar mientras te hacían unas fotos para el 175 aniversario del instituto público en el que cursaste tus primeros años de bachillerato, llamado popularmente "Martiricos" en Málaga, oficialmente Instituto Nra. Sra. de la Victoria. Tú allí con el libro en la mano, apoyado en un pupitre, con el adolescente que fuiste reencontrado en esas aulas, en esos pasillos de instituto donde pasaste más tiempo durante el periodo lectivo que en tu casa. Un libro de adorno que, como a veces sucede con los libros, te muerde ahora con sus palabras ya amarillentas, en esta ocasión convertidas en versos que hablan sobre una estatua clásica. Y cuando pasas junto al mar camino de la emisora para ponerte ante la responsabilidad del micrófono para hacer tu programa: Días D de Andalucía, en Canal Sur, se te olvida el partido de ayer de España en la Eurocopa, la ropa que le pusiste al niño para dormir con la duda de si el nublado bajaría la temperatura de la noche, la cantidad de café que has puesto en la cafetera esta mañana y si te has equivocado al coger uno de los dos botes y te has hecho descafeinado y por eso tienes el sueño aún pegado a las cejas. Sueño…
El poema, lo buscas y podría formar parte de la instalación de un museo sobre la pétrea perdurabilidad de estatuas clásicas. Podría ser una explicación sobre lo fugaz del paso del tiempo o cómo cuando dejamos de estar las estatuas griegas, romanas, egipcias seguirán estando en los museos o en los parques sufriendo impertérritas la cagada de las palomas. Un poema en un libro abandonado en un anaquel polvoriento que sirve de relleno a una pared de aula de bachillerato en la que te apoyaste cuando tenías catorce años a la que has vuelto cuando tienes 57, la magdalena de Proust en tu paladar, el chaval que fuiste nadando en tu tembloroso lacrimal y un poema que te esperaba viejo como una estatua quemándote las manos. Este poema que, entero, dice así:
"Un dos tres y el infinito en olas agoniza / Uno dos tres y con golpes de remo el número en el mar se hace camino. / Con medidas exactas el hombre en Dios se petrifica: así es la estatua.
Con la mente enlazada / una dos tres verdades / la rosa se hace idea. / Centro, matrona, Gea / a su redor los astros. / Los tiempos la coronan.
Pero los tiempos vuelven y vuelven y vuelven a volver -pájaros tristes , el hoy es el ayer-
los tiempos ya la cercan, ya la ahogan. En un bloque de mármol cabe Grecia."
¿A que es bonito?
© Domi del Postigo / www.domidelpostigo.es
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GRACIAS
Muy buen ensayo, que nos brinda una reflexión muy personal, con cierto carácter narrativo, acerca del tiempo a través de la memoria afectiva. La frase poética escogida (tampoco conocía ese poeta), y luego el poema entero, resulta verdaderamente elocuente sobre la fugacidad y, a la vez, la permanencia. Gracias y saludos, @domidelpostigo.
Muchas Gracias...