Lejos de ser otro de los innumerables monasterios, que como luciérnagas, comenzaron a aportar un atisbo de luz en las oscuras tinieblas que precedieron a la caída del Imperio Romano de Occidente, el monasterio de Santo Domingo de Silos fue un auténtico faro espiritual que iluminó las inconmensurables estepas castellanas.
Enclavado en tierras legendarias, donde los héroes más floridos del Romancero español, como el conde Fernán González, el Cid Campeador o los Infantes de Lara protagonizaron gloriosas historias épicas contra el invasor musulmán, este milenario monasterio marcó una época, no sólo en las páginas culturales de una Hispania que comenzaba a poner la visión sobre el concepto de sentimiento nacional en la Reconquista a la que estaba entregada en cuerpo y alma, sino también, un modelo donde el Arte se difundió como un reguero de pólvora por los polvorientos caminos de la peregrinación.
De los distintos talleres de canteros que se sabe que laboraron aquí, ad Maiorem Glorian Deus, de éstas santas piedras surgieron los modelos escultóricos para innumerables templos románicos que se fueron extendiendo por diferentes zonas, a media que se iban reconquistando los territorios.
De ahí, de la perfección y singularidad de sus esculturas, no es extraño que surgieran modelos y que los historiadores del futuro vieran en ellos lo que se ha convenido en denominar como ‘estilo silense’.
Un estilo, por otra parte, que marcó una época y cuya belleza y armonía todavía suscita, no sólo encendidos debates histórico-artísticos, sino también pasiones, a juzgar por el número cada vez mayor de turistas, viajeros y estudiosos que lo visitan.
Santo Domingo de Silos: un faro Cultural.
AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.
Amigo peregrino de Madrid:
Reciba esta carta de su harto pana, amigo del oriente más oriental de Venezuela.
Desde hace cierto tiempo vengo siguiendo sus publicaciones, fotografías de monumentos, algunos hechas por manos maravillosas de hombres también maravillosos, otros creadas por los dioses que crean la vida.
En algunas imágenes han aparecido personas, turistas casuales, y en otras amigos tuyos, qué son parafraseando al poeta Gustavo Pereira de Venezuela, "tu otro corazón "(así se dice "amigo", en la legua de unos indígenas venezolanos, "mi otro corazón")
Sirva la presente para agradecerle tanta belleza, información y conocimientos recibidos.
Me conmueve el amor que sientes por tu país, el talento y el oficio para captar la luz, el ojo de tigre para escoger el ángulo correcto, el que transmite la esencia, el que cuenta la historia.
Me detengo en la imagen de la primera fotografía, esos relieves trabajados en la piedra, petreo grafiti de la época, obra teatral eterna, mundo que enloquece al peregrino de la cámara.
Santo Domingo de silos:
Un post tallado en la piedra de mi equipaje.
Misión cumplida del cartero, mi querido amigo. Qué gran verdad: los amigos son siempre ese otro corazón, si bien, tendré que hacer un cursillo sobre poetas y poesía venezolana, pues ahí sí que puedo decir, sin falso orgullo y con el corazón abierto, que soy un ignorante. Adoro mi país y nunca he sentido ningún reparo en reconocerlo. También es cierto que mi admiración se ve muchas veces truncada por ese inmisiricorde analfabetismo que ha hecho que muchas veces no valoremos, mal vendiendo y echándolo a perder, un patrimonio artístico y cultural realmente imponente, que muchos otros países quisieran. Y de hecho, lo han querido, lo han deseado y al final, por mediación de míster dollar, algún pasante canalla y mucho paisano borrico suelto, pues lo han conseguido y ahora se exhibe en lugares que no les corresponde. Otro tanto y con toda la razón del mundo, pensarán ustedes con nuestros museos o los museos del mundo, que tienen saqueadas las obras de arte de las maravillosas culturas que les precedieron y cuyo legado no pueden disfrutar como deberían. Y es que la codicia y la estupidez humana, mi pana, no conocen límites. Aún así, es tanto lo que todavía pueden ofrecer esos viejos caminos, que todavía queda mucho margen para la admiración. Silos, tanto su monasterio como la villa que se creó a partir de él, son sólo una pequeña estrella en este inmenso universo artístico y cultural. Y si a través de mi post y de mis fotografías puedo conseguir que alguien sienta admiración hacia ellos, pues me queda una gran satisfacción. Muchas gracias y un fuerte abrazo