La chica estonia.

in #spanish3 years ago

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Después de un intenso día de trabajo, como tantos otros de mi periodo de seis meses, en Estonia, me disponía volver ya a las 6 de la tarde, sin más luz que la proporcionada por las bombillas de bajo consumo del vagón de metro por el que nos deslizábamos hacia el extrarradio de Tallin.

El trayecto, no era muy largo, aprovechaba para ir oyendo podcast de temas de mi interés en alguno de los idiomas que en ese momento estaba trabajando más para no perder la práctica, lo que viene a ser un win win total. La excitación y la sobrecarga de dopamina que arrastraba después del entrenamiento con pesas rusas me lo permitía. Como veis, todo calculado.

Por un momento, mi vista se fijó en una chica, casi la única que quedaba en el semivacío vagón. Más bien, me fijé en ella, porque su perro, arrastrando la correa, se acercó dándome con su frío hocico en la mano a modo de saludo. La chica, se disculpó con una sonrisa y unas palabras en estonio que ni entendí ni pude oír con los cascos.

Lo dicho, me empecé a fijar de forma distraída, quedaban un par de paradas hasta mi destino, la luz de su móvil le alumbraba la cara en la que se esbozaba a ratos una sonrisa, hasta que el sonido del vagón, anunció la inminente llegada de la que supongo que sería su parada, y empezó a colocarse la ropa de abrigo, llamar al perro que acudió raudo a su lado y guardar el móvil en el bolsillo de la chaqueta.

Estaba de pie junto a la puerta de salida, los metros ya sabéis aquí como allí, el tiempo, es muy ajustado. Me sorprendió el cambio que había dado su cara, de la felicidad de lo último que había tecleado al rictus de impaciencia y la consulta constante del móvil esperando la respuesta en el transcurrir de no exagero, lo medí con mi móvil, doce segundos.

En esos doce segundos, dio lugar a cambiar de una felicidad que asomaba por sus orejas a una amargura exudada y rigidez en sus expresión corporal. Sin pensarlo, me acerqué, muy pegado a ella, no cambió la expresión, sonó la llegada a la parada, le pulsé el botón, ella se giró para agradecerme el amable gesto, y aproveché para besarla.

No hubo resistencia ni sorpresa, fueron dos segundos. Ella se separó, le dio al botón y bajaron. Me quedé mirando sorprendido yo mismo de mi reacción, apenas me dio tiempo de verla sacar el móvil y verla sonreír de nuevo con ese rubor de las buenas noticias.