Me miro en el espejo, callada, atenta a ver
lo que en él se refleja; y lo que allí veo me
gusta. La imagen de un hombre que ha
sabido aceptar el paso del tiempo.
No he tenido necesidad de pintar mis
canas porque con ellas recuerdo lo que
he vivido. Disfrazarlas con tintes sería
como querer detener el tiempo.
Cada cana cuenta una historia, desde los
días felices hasta los momentos tristes.
El crecimiento de los hijos hasta que un
día deciden irse.
Dejo que el sol abrillante mi cabellera
plateada y tenga destellos que llamen la
atención doquiera yo paso. Me siento
afortunada de contar los años que llevo
vivo.
Espejo, mi fiel y silente compañero de tantos
y tantos monólogos cada vez que me paro
justo allí donde sé que me miro y me
escucho.
Tú no me dices nada, pero sé interpretar
tu silencio cada vez que cuestiono lo que
tú sabes que digo. Y puedo sentir tu
compañía y puedo escuchar tu silencio...