Tanto para el niño como para el adulto el sueño simboliza la separación con el mundo externo y la unión exclusiva con el mundo interno en cual se encuentran las fantasías, la imaginación, y las necesidades instintivas.
Es el sueño el estado fisiológico en el cual desaparecen las relaciones con las personas reales y donde no hay censura de los propios actos. De allí que puede generar diversos tipos de ansiedad en relación a las imágenes internas, el contenido terrorífico de las fantasías, las necesidades instintivas reprimidas y los temores de situaciones peligrosas vividas mientras se está despierto.
Es por ello que cuando tenemos niños, el sueño es una de las rutinas más difíciles de regular y habituar horas, lugar, maneras, entre otras. Además, cada etapa de su desarrollo tiene un desafío para la madre. Por ejemplo, en los niñ@s de 0 a 3 meses el sueño es estable en su mayoría si no tienen tensiones como hambre o dolor. Asimismo, de los 3 a 12 meses la falta de estímulos motores o el contacto escaso o inadecuado con la madre pueden afectar su función de sueño, como también, situaciones que le generan ansiedad como la salida de dientes, el control de esfínteres precoz, etc.
Por otro lado, cuando se encuentran en la edad de 1 a 3 años, aparecen los rituales para dormir, donde es necesario el cuento, la canción, el juguete favorito, entre otros rituales. Asimismo, de 3 a 5 años surgen los miedos a la oscuridad y a quedar solos. Y es precisamente en esta etapa donde se dificulta por estos mismos temores a que dejen el lecho de los papás.
Sin embargo, ¿Qué pasa con este hábito de que los niños duerman con los padres? ¿Qué pasa cuando esta costumbre va desde el nacimiento hasta los 5, 6 años o más...? Dicha rutina puede ser prejudicial tanto para el desarrollo del niño como para la relación de los padres o aun para los padres solteros.
Es importante resaltar que los padres son los responsables de que aun los niños no duerman solos en sus cuartos ya que, son ellos los que propician dicha costumbre por diversos motivos los cuales en sí mismos no tienen nada de malo ni son con malas intenciones tales como: sensación de mayor control y protección hacia los hijos, por “seguridad”, ausencia de la pareja y la evitación de estar solos, falta de espacio en el hogar o por otras razones personales que pueden ir desde lo cultural hasta características de personalidad.
Es por ello, que especialistas en el área de Psicología recomiendan que los niños duerman en su propio cuarto de forma independiente de los padres. Ya que esto puede ocasionar por ejemplo, en el niño problemas de apego como también deterioro en la intimidad de los padres y en el caso de los padres solteros dependencia de los hijos.
Es cierto, que muchos padres pueden opinar de acuerdo a su propia experiencia que ni ellos, ni el niñ@ han tenido problemas teniendo como práctica esta rutina nocturna, lo cual es válido y no se pretende juzgar dichas experiencias.
No obstante, aquí les dejo algunas recomendaciones para aquellos que las quieran tomar en cuenta, por si la edad de los hijos va avanzando y aun duermen con ustedes, ocasionando berrinches y pataletas cuando hacemos el intento de pasarlos a su cuarto.
Tomar en cuenta:
1. Lo recomendable es que desde que nace el niño duerma en su cuarto o cuna: ¡Sí! Sé que al leer esta recomendación muchas madres dirán ¿Qué? Y la ansiedad aumenta a millón. Sin embargo, en teoría debería ser la principal opción a considerar, ya que la adaptación del niño será más fácil a su nuevo ambiente, y esto no significa que perderá el contacto con la madre. Fuente
Al contrario, es en el tiempo de dar pecho en el cual este vínculo se va creando y perfeccionando. Así que, mamá sin temor lo puedes intentar si aún no ha nacido tú hij@.
Pero… si esto no fue lo que hiciste desde el inicio, tranquila… Hay esperanza y puedes intentarlo con lo siguiente:
2. Llevar al niño a su habitación de forma progresiva y en presencia del objeto acompañante: la recomendación es que mamá, papá o los dos juntos se sienten al lado de la cama ¡NO ACOSTARSE! y estar un rato con el niñ@ hasta que se duerma. Durante ese tiempo evitar las distracciones como juegos, conversaciones u otra cosa. Fuente
Sino más bien decirle: “Te vinimos acompañar hasta que te duermas. Tranquil@ que nada va a pasar”. Se requiere de disciplina por parte de los padres, ya que en algunos momentos será inevitable no conversar o jugar con el niñ@. Si es inevitable el no poder conversar puedes optar por leer cuentos o cantar alguna canción relacionada con el dormir.
Muy bien, el niño logra dormirse, pero… se levanta y va a la cama de los papás otra vez. Si esto es así, entonces intente el próximo consejo:
3. Si se levanta y va a la cama, hay que hacer el mismo proceso anterior (llevarlo a su habitación y esperar a que se vuelva a dormir), así los papás estén cansados. Ciertamente, los hábitos requieren de paciencia y constancia. Las primeras noches resultarán agotadoras y una que otra serán un “fraude” pero no te desanimes y continua perseverando en implantar esta nueva rutina.
Habrá momentos en que el niñ@ se ponga tirano, armando berrinches y pataletas, pero estas conductas no nos deben dominar sino que tenemos que aprender a regular la conducta no cediendo a los caprichos y deseos de ellos.
Una de las maneras de regular la conducta e ir haciendo el hábito es por medio del último consejo:
4. “Si te despiertas me llamas, no te levantes”: esto se le dice al niñ@ con el propósito de que permanezca en su cama y deshabituar la conducta de ir a la cama de los papás. De esta manera, es aconsejable para los padres el que estén despiertos por lo menos 15 o 30 minutos después que el niñ@ se haya dormido ya que, si ocurre algún percance esté prevenido.
Seguramente, para algunos estos consejos no son muy pertinentes ya que los pueden ver como limitados o fuera de alcance. Sin embargo, intentar aplicarlos con disciplina y constancia puede tener un resultado beneficioso de independencia y autonomía de los niñ@s.
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