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Esteban se bajaba del coche en el que había conducido hasta la vieja casa de campo que le habían dejado sus padres. Alto, atlético, piel con mucha falta de sol, había decido pasarse esas vacaciones solo, asilado de todos, alejado del mundanal ruido de la ciudad.
Por el camino algunos jóvenes que estaba en la ribera bronceados hasta lo absurdo, lo miraban extrañados, como si de algún tipo de fenómeno se tratara, esteban dedujo que el origen de esa extrañeza era su piel tan pálida que desencajaba en ese lugar de cuerpos tomados por el sol. Resolvió un poco después que su piel también debería rendirse al poder del astro rey y al llegar a la casa se desnudó casi por completo escondiendo solo su sexo, con un pantaloncillo de un blanco que reflejaba toda la luz que le daba. Tomo una toallas y una gafas oscuras y se tendió en el césped. El sol de agosto que ya se ponía en lo más alto, se paseaba ya por toda su dorada piel, mientras él, acostado en el césped al lado del estanque, perdido en los laberintos de su mente, buscaba infructuosamente ese algo que le arrebatara el absurdo a su vida y que la pudiera justificar, dichosos aquellos que justifican su existencia.
¡Nieve! – exclamo sorprendido – está nevando en pleno agosto. ¡Nah! Debe ser el calentamiento global – dijo luego – que desastre el que hemos hecho en este planeta.
“En este momento y en algún lugar, Esperándote en silencio, Aunque tú no lo sepas”.
Sofía- murmuro.
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Sin embargo todo este afecto entre ellos era platónico, el amor como lo veían los griegos era solo fraternal no podía llegar a ser más que eso, esta idea se le incrusto en la psique y no le dejaba avanzar, él quería más pero no podía. Quizás esta idea solo era de él, pero quizás ella también comulgaba con la misma, arriesgarse a confesar y morir en el ruedo era inaceptable. Pero ¿Que es peor, callar o morir?
No – le respondió él – pretendo no creer.
¡Pretendes!, Siempre pretendes, Esteban – respondió ella- cuando dejaras de pretender.
Pero si es tu culpa – protesto Esteban – pretendo no creer porque tú me lo haces muy difícil.
No te entiendo nada – dijo ella, esbozando una sonrisa en la cara – Explícame. ¿cómo es que te lo hago más difícil?
Pues, es que soy de aquellos que se protegen en el absurdo de la vida, pero tu llegaste, justo cuando más lo necesitaba, en el momento necesario.
Ese absurdísimo tuyo – le reprocho y luego sopeso – en el momento necesario ¿Necesario para qué?
Él se inmuto por unos segundos y luego hablo: Necesario para salvarme de mi mismo.
¡Vaya!, que honor, y que suerte además llegar justo cuando me necesitabas. Pero eso me dice poco – Ella dedujo que él le ocultaba algo – igual hubiera podido ser yo que otra.
Solo podrías ser tu – le dijo mientras le temblaban los labios.
Sofía se percató del tremor de su boca, y le dijo ¿Me tienes algo más que decir?
Ya te lo he dicho todo – dijo esteban.
Creo que me ocultas algo, quizás un sentimiento - sospecho ella.
Pues que más te tendría que decir – Esteban trago saliva – además, si hay algo que te escondo ya tú lo sabes, no es necesario hablar.
No es necesario hablar – dijo ella pausadamente, como tratando de entender el significado de cada palabra de la oración.
Es que hay algunas cosas que simplemente son así, no es necesario decirlas para que existan.
Las cosas existen cuando se dicen – replico Sofía – si no se dicen quedan como flotando en el aire, en un espacio quizás entre los dos.
Debemos ser buenos – le dijo Esteban, tartamudeando un poco.
Sí, pero también debemos arriesgarnos – Sofía se levantó de un salto y luego le dijo: mañana debo irme, el tren parte a las 8. En alguna parte de la casa te he dejado un presente, espero que lo encuentres, no ahora sino en el momento justo en que lo necesites.
Las cosas buenas duran poco – dijo él lamentándose.
Estas cosas trascienden y perduran en el tiempo, no temas que se extingan pues son indestructibles.
De que me hablas – le dijo él extrañado –
No lo sabes hoy, pero algún día si lo sabrás, yo estaré lista no te preocupes.
Antes de irte – la sostuvo de la mano - En donde estamos.
Y cuando seremos el todo.
Sofía se fue de su vida y Esteban busco el presente por todos los vericuetos de la casa, los primeros días, luego de la partida de Sofía, lo busco como quien busca agua en un desierto, pero todo fue infructuoso. Los años venideros solo pasaban los veranos buscando aquel presente, hasta que se cansó y decido que ese obsequio no existía que solo era un artificio de su mente para no perder el recuerdo de Sofía. Resolvió luego no volver más a esa casa taciturna y a la vez tornasolada, para mantener una buena salud mental y decidió hacer su vida sin el recuerdo de aquella estrella del cielo que había bajado a la tierra en forma de mujer, en un verano en el que todo parecía perdido.
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Espero que este relato veraniego haya sido de su agrado. Hasta un próximo encuentro saltaplanetas.
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