Esperandote en silencio.

in #spanish4 years ago

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[Pixabay] (https://pixabay.com/es/photos/clave-antigua-flor-nost%C3%A1lgico-5105878/)

Esteban se bajaba del coche en el que había conducido hasta la vieja casa de campo que le habían dejado sus padres. Alto, atlético, piel con mucha falta de sol, había decido pasarse esas vacaciones solo, asilado de todos, alejado del mundanal ruido de la ciudad.

Al adentrarse en el camino empedrado que conducía hasta el pórtico de la casa, el verano Le acogió como un buen amigo que hace tiempo que no veía, no es que en la ciudad no hubiera veranos, si los había, pero ninguno como este verano, con sabor a naranjas y duraznos, con el olor de los tulipanes por la mañana y el sonido de las ruiseñores por las tardes. Un acumulo de sensaciones que revivían en su memoria recuerdos de otros tiempos y lugares felices, que él hace mucho ya que no visitaba.
Doctorado en ciencias, comprometido – porque hay que comprometerse – con suficientes amistades para disfrazar la soledad, una vida lo suficientemente cómoda, una casa de campo como ninguna otra, aun así faltaba algo, Esteban no sabía que era ese algo, pero era vital encontrarlo. Su descanso estival tenia justamente ese propósito, encontrar quizás, una parte de sí que se había perdido en el tiempo y quizás en estos campos de pinos y robles altos de su juventud.
Esteban atravesó la puerta del pórtico que lo llevaba al vestíbulo de la casa, inspecciono los muebles, los cuadros, el polvoriento escritorio de su padre, los naranjos que se podían ver desde las altas ventanas de la sala. Subió luego al segundo piso, y encontró su cuarto, su guarida estival, tornasolada y afable, si es verdad que estaba un poco polvoriento, pero esto poco le importo, de un salto se lanzó en su vieja cama y puso de inmediato a descansar a su cuerpo cansado del largo viaje. Al día siguiente al despertarse de su largo y reparador sueño, tomo la bicicleta que su padre guardaba debajo de la escalera de la sala, y salió hacia el pueblo en busca de algo para desayunar, moría de hambre, y en la casa no había nada de comida, pues el servicio tardaría un día más en llegar. Encontró una pequeña cafetería y pidió unas magdalenas y un café con leche, con eso era suficiente, luego fue a una librería que quedaba justo al lado y se compró unos libros para salvar las tardes, cogió de nuevo su bicicleta y salió pedaleando por el camino que da hacia el rio hacia su casa.

Por el camino algunos jóvenes que estaba en la ribera bronceados hasta lo absurdo, lo miraban extrañados, como si de algún tipo de fenómeno se tratara, esteban dedujo que el origen de esa extrañeza era su piel tan pálida que desencajaba en ese lugar de cuerpos tomados por el sol. Resolvió un poco después que su piel también debería rendirse al poder del astro rey y al llegar a la casa se desnudó casi por completo escondiendo solo su sexo, con un pantaloncillo de un blanco que reflejaba toda la luz que le daba. Tomo una toallas y una gafas oscuras y se tendió en el césped. El sol de agosto que ya se ponía en lo más alto, se paseaba ya por toda su dorada piel, mientras él, acostado en el césped al lado del estanque, perdido en los laberintos de su mente, buscaba infructuosamente ese algo que le arrebatara el absurdo a su vida y que la pudiera justificar, dichosos aquellos que justifican su existencia.

De tanto en tanto se encontraba, pero sin buscarlos, con recuerdos de tiempos, en los que le bastaba el mar y la luz del sol para ser feliz, no faltaba nada más, solo eso justificaba todo. Del otro lado del estanque, que ese momento le parecía más un océano entero e innavegable, estaba la vida, su vida, esperando pacientemente, a que quizás algún día encontrara dentro de sí la suficiente valentía para cruzar ese inmenso mar que los separaba y reencontrarse los dos como uno solo. Y entonces sucedió, de repente, el cielo azul se tornó gris y cientos de copos de nieve empezaron a caer, Esteban se levantó de un salto, tomo su toalla y sus gafas de sol, y se internó en la casa.

¡Nieve! – exclamo sorprendido – está nevando en pleno agosto. ¡Nah! Debe ser el calentamiento global – dijo luego – que desastre el que hemos hecho en este planeta.

Se dirigió a la cocina, monto agua para el té y espero a que hirviera mientras ojeaba algunos libros viejos en la biblioteca, le intereso en especial un libro amarillo que resaltaba entre los demás libros, no por su color, sino porque desencajaba en la perfecta línea recta que los demás formaban al borde del estante, observo algo familiar en él, como si en algún otro momento lo hubiera tomado en sus manos, al abrirlo se percató de que una flor ocultaba a una dedicatoria:

“En este momento y en algún lugar, Esperándote en silencio, Aunque tú no lo sepas”.

Sofía- murmuro.

Desde la cocina, el sonido de la tetera le indicaba que el agua ya estaba lista, pero el solo podía pensar en aquella muchacha de ojos azules y piel bronceada, que en el verano del 92 llego a su vida como lo hiciera una estrella fugaz en un campo desierto.

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[pixabay] (https://pixabay.com/es/illustrations/hombre-mujer-par-amor-1783707/)

Él estaba en ese entonces al filo de los 17, el primer deseo, el primer amor, la primera desilusión. Lo turbulento de la vida en toda su extensión, en ese momento llego ella, así como llegan todas las cosas buenas, de forma inesperada. Sofía pertenece a esas clases de personas que son necesarias para que otras puedan crecer y madurar, son como vitaminas del alma. Su filosofía de vida que consistía en el positivismo absoluto chocaba indefectiblemente con el nihilismo y absurdísimo en el que por un acto, quizás de rebeldía, se había embarcado Esteban por ese entonces, pero que poco a poco y día tras día el iría abandonando – como buen nihilista – por pasar tardes y noches enteras con ella. Le fascinaba ver sus labios moverse, notar como su pecho se alzaba cada vez que se emocionaba con una idea que le llegaba de repente o quizás el olor a canela que desprendía su cuerpo o lo blanco y rosadas que eran aquellas partes que el sol no bronceaba.

Sin embargo todo este afecto entre ellos era platónico, el amor como lo veían los griegos era solo fraternal no podía llegar a ser más que eso, esta idea se le incrusto en la psique y no le dejaba avanzar, él quería más pero no podía. Quizás esta idea solo era de él, pero quizás ella también comulgaba con la misma, arriesgarse a confesar y morir en el ruedo era inaceptable. Pero ¿Que es peor, callar o morir?

¿Crees en el destino?- le pregunto ella en un noche, al final de aquel verano tormentoso y turbulento.

No – le respondió él – pretendo no creer.
¡Pretendes!, Siempre pretendes, Esteban – respondió ella- cuando dejaras de pretender.
Pero si es tu culpa – protesto Esteban – pretendo no creer porque tú me lo haces muy difícil.
No te entiendo nada – dijo ella, esbozando una sonrisa en la cara – Explícame. ¿cómo es que te lo hago más difícil?
Pues, es que soy de aquellos que se protegen en el absurdo de la vida, pero tu llegaste, justo cuando más lo necesitaba, en el momento necesario.
Ese absurdísimo tuyo – le reprocho y luego sopeso – en el momento necesario ¿Necesario para qué?
Él se inmuto por unos segundos y luego hablo: Necesario para salvarme de mi mismo.
¡Vaya!, que honor, y que suerte además llegar justo cuando me necesitabas. Pero eso me dice poco – Ella dedujo que él le ocultaba algo – igual hubiera podido ser yo que otra.
Solo podrías ser tu – le dijo mientras le temblaban los labios.
Sofía se percató del tremor de su boca, y le dijo ¿Me tienes algo más que decir?
Ya te lo he dicho todo – dijo esteban.
Creo que me ocultas algo, quizás un sentimiento - sospecho ella.
Pues que más te tendría que decir – Esteban trago saliva – además, si hay algo que te escondo ya tú lo sabes, no es necesario hablar.
No es necesario hablar – dijo ella pausadamente, como tratando de entender el significado de cada palabra de la oración.
Es que hay algunas cosas que simplemente son así, no es necesario decirlas para que existan.
Las cosas existen cuando se dicen – replico Sofía – si no se dicen quedan como flotando en el aire, en un espacio quizás entre los dos.
Debemos ser buenos – le dijo Esteban, tartamudeando un poco.
Sí, pero también debemos arriesgarnos – Sofía se levantó de un salto y luego le dijo: mañana debo irme, el tren parte a las 8. En alguna parte de la casa te he dejado un presente, espero que lo encuentres, no ahora sino en el momento justo en que lo necesites.
Las cosas buenas duran poco – dijo él lamentándose.
Estas cosas trascienden y perduran en el tiempo, no temas que se extingan pues son indestructibles.
De que me hablas – le dijo él extrañado –
No lo sabes hoy, pero algún día si lo sabrás, yo estaré lista no te preocupes.
Antes de irte – la sostuvo de la mano - En donde estamos.

Entre el todo y la nada.

Y cuando seremos el todo.

Eso, solo lo decides tú.

Sofía se fue de su vida y Esteban busco el presente por todos los vericuetos de la casa, los primeros días, luego de la partida de Sofía, lo busco como quien busca agua en un desierto, pero todo fue infructuoso. Los años venideros solo pasaban los veranos buscando aquel presente, hasta que se cansó y decido que ese obsequio no existía que solo era un artificio de su mente para no perder el recuerdo de Sofía. Resolvió luego no volver más a esa casa taciturna y a la vez tornasolada, para mantener una buena salud mental y decidió hacer su vida sin el recuerdo de aquella estrella del cielo que había bajado a la tierra en forma de mujer, en un verano en el que todo parecía perdido.

Pero ahora ya no podía seguir huyendo más, seguir huyendo del destino, huyendo del amor, del verdadero amor, aquel que una vez le prometió que estaría listo cuando él lo estuviera, y esa dedicatoria, salvada de un libro en un verano frio, era la señal de vida de ese amor. Aunque ahora ya no estaba con Sofía, esa dedicatoria era como una extensión de ella en el tiempo y el espacio, un beso y una flor que le había recordado, así como en aquel agosto del 92, que aun en plena tormenta de nieve es posible salvar el verano.

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[Pixabay] (https://pixabay.com/es/photos/diente-de-le%C3%B3n-coraz%C3%B3n-le-deseamos-5063527/)

Espero que este relato veraniego haya sido de su agrado. Hasta un próximo encuentro saltaplanetas.

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