El caminante nocturno

in #spanish3 months ago

Roberto, un hombre de mediana edad, llevaba una vida agitada. Su trabajo en la oficina lo mantenía atrapado entre cuatro paredes durante la mayor parte del día. Las luces fluorescentes parpadeantes y el zumbido constante de las computadoras se habían convertido en su rutina diaria. Pero había algo que lo liberaba de esa monotonía: las noches.

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Roberto tenía un ritual secreto que lo revitalizaba. Cuando la ciudad se sumía en la oscuridad y las calles se vaciaban, él salía a caminar. No importaba si era verano o invierno; la noche era su refugio. Se ponía sus zapatillas gastadas y salía a explorar.

El aire fresco acariciaba su rostro mientras avanzaba por las calles silenciosas. Las luces de las farolas creaban sombras intrigantes en las aceras. Roberto no tenía un destino fijo; simplemente seguía su instinto. A veces, caminaba por los parques, donde los árboles parecían susurrarle secretos ancestrales. Otras veces, se aventuraba por callejones estrechos, donde los gatos callejeros lo observaban con ojos curiosos.

La mente de Roberto se despejaba con cada paso. Las preocupaciones del trabajo, las facturas y los plazos se desvanecían en la oscuridad. Solo quedaba él y el suave crujido de sus zapatillas contra el pavimento. A veces, incluso se permitía correr un poco, sintiendo cómo la adrenalina fluía por sus venas.

Pero no todo era introspección. Roberto también era un observador. Miraba las ventanas iluminadas de los apartamentos y se preguntaba sobre las vidas de las personas que vivían allí. ¿Qué sueños tenían? ¿Qué secretos guardaban? La ciudad dormida parecía revelar sus misterios solo para él.

Una noche, mientras caminaba cerca del río, Roberto se encontró con una compañera inesperada: una gata negra de ojos brillantes. La gata lo siguió durante toda su caminata, como si supiera que él necesitaba su compañía. Desde entonces, se convirtió en su fiel acompañante nocturna.

Roberto no solo caminaba para desestresarse; también lo hacía para mantenerse en forma. Aunque no era un atleta, sabía que esos momentos de ejercicio eran cruciales para su bienestar. La gata también parecía disfrutarlo; a veces, se sentaba en una esquina y lo observaba mientras hacía estiramientos.

Con el tiempo, Roberto se dio cuenta de que las noches eran su terapia personal. No necesitaba pagar a un psicólogo ni tomar pastillas para la ansiedad. Solo necesitaba salir a caminar y escuchar el latido de la ciudad dormida.

Así que, cada noche, Roberto se calzaba sus zapatillas y se sumergía en la oscuridad. La gata lo seguía, y juntos exploraban los rincones ocultos de la ciudad. No importaba si llovía o si el frío era intenso; él estaba allí, en su mundo nocturno, encontrando paz y equilibrio.

Y así, Roberto descubrió que las noches eran su mejor medicina. No solo para su cuerpo, sino también para su alma. Porque en la oscuridad, encontró la luz que tanto necesitaba.

¿Y tú? ¿Te atreverías a salir a caminar por las noches? Quizás encuentres algo más que simples sombras en el camino…





Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.

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