Producto del prolongado confinamiento por la pandemia del COVID19, mi hijo José Andrés está pasando los momentos más duros de su corta vida. Resulta que de la noche a la mañana no quiso ir más a clases. Todas las mañanas es una guerra que tenemos su mama y yo para alistarlo para ir al colegio.
Se pone a llorar y cuando está en frente de la puerta del colegio, se paraliza y no entra, a tal punto que ha salido corriendo hacia la calle y se ha aferrado a las protecciones de las ventanas del colegio para que no lo obliguemos a entrar. Esta situación ameritó que inicialmente averiguáramos en el colegio fue víctima de alguna situación de bulliyng o maltrato por parte de sus amigos o maestros.
Pedimos una reunión con la maestra y directora y llegamos a la conclusión que en el colegio no estaba el problema, por lo que acudimos a ayuda psicológica. Aplicamos todas las recomendaciones de la profesional de la salud mental y poco a poco fuimos dilucidando la raíz del problema de nuestro hijo: el confinamiento prolongado, el no poder disfrutar del recreo, el uso prolongado del tapabocas y el no poder salir al parque cuando hace mucho frío, fueron los detonantes de su cambio de comportamiento y rebeldía.
Nunca dejamos de hablar con nuestro hijo y, a pesar de que hubo días difíciles (estuvo 3 semanas sin entrar a clases), con mucha paciencia y apoyo del colegio el día de hoy logramos que entrara sólo sin llorar ni armar un escándalo. Escribo este post para alertar a los padres que estén pasando por esta situación. No tengan miedo de buscar apoyo psicológico y nunca piensen que su hijo está inventando todo para buscar excusas para no ir a clases, los niños no saben manifestar sus emociones y las expresan de las formas que ellos crean convenientes.
La foto es tomada del TikTok de mi esposa.