Sehiueque

in #spanish2 months ago

Había una vez un barco de madera llamado "Sehiueque", que había surcado las aguas de un hermoso río durante treinta años. Su casco desgastado contaba historias de innumerables viajes, risas y aventuras.

Don Ernesto, el capitán del barco, había sido su fiel compañero desde el primer día. Con su gorro de marinero y su barba canosa, Don Ernesto conocía cada recoveco del río como la palma de su mano. Había llevado a turistas, parejas de enamorados y familias enteras en excursiones inolvidables.


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Sehiueque era más que un simple medio de transporte. Era un testigo silencioso de momentos especiales: propuestas de matrimonio al atardecer, risas de niños al ver delfines saltando junto al barco y abrazos apretados mientras se navegaba hacia la puesta de sol.


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Pero el tiempo no perdona. Las tablas del barco crujían con cada ola, y las cuerdas se desgastaban. Don Ernesto sabía que era hora de jubilar al viejo barco. Los turistas ahora preferían embarcaciones modernas y cómodas, con aire acondicionado y ventanas panorámicas.

Una tarde, mientras el sol se ocultaba tras las colinas, Don Ernesto se sentó en la cubierta del barco. Acarició la madera gastada y miró al horizonte. Sehiueque parecía suspirar, como si también supiera que su tiempo había llegado.

"¿Qué haremos contigo, viejo amigo?", murmuró Don Ernesto.

Entonces, una idea cruzó su mente. ¿Por qué no convertir al barco en un museo flotante? Podría contar sus historias a las nuevas generaciones, mostrarles cómo era la vida en los ríos antes de los cruceros de lujo y las lanchas rápidas.

Don Ernesto habló con su familia y con otros marineros. Todos estuvieron de acuerdo. Sehiueque merecía un retiro digno. Así que comenzaron a restaurarlo, puliendo la madera, reparando las velas y pintando su casco de blanco y azul.

El día de la inauguración, los turistas hicieron fila para subir a bordo. Don Ernesto les contó anécdotas, mostró fotos antiguas y les enseñó cómo funcionaba el timón. Los niños se maravillaron al ver las antiguas brújulas y los mapas desgastados.

Sehiueque, ahora convertido en museo, se convirtió en un símbolo de la historia y la perseverancia. Don Ernesto sonrió al ver a los visitantes emocionados. Sabía que su viejo amigo seguiría navegando, aunque esta vez en los corazones de quienes lo visitaban.

Y así, mientras el sol se ponía sobre el río, Sehiueque descansaba en su nuevo papel. Sus tablas crujían, pero esta vez era de satisfacción. Había cumplido su misión: llevar alegría, asombro y recuerdos a todos los que se habían subido a bordo.





Foto tomada con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.

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