Estaba leyendo una publicación y me recordó algo que estaba discutiendo con mi esposa. Asistíamos a una cena de deportes de invierno y los niños suelen obtener un certificado de participación, seguido de un trofeo al jugador más valioso y mejorado. Pero en esta ocasión para el quinto grado todos los niños obtuvieron un trofeo. No había ningún jugador más valioso, más animado o más mejorado. Era una versión aprobada por un comité para que cada niño sintiera que su contribución era igual. Fue un poco un fracaso, ya que algunos niños se unieron tarde al equipo, otros se ausentaban con frecuencia tanto de las prácticas como de los juegos, sus padres no esperaban nada. Para ellos, ser invitados a la cena era una recompensa suficiente. Esperaban que los trofeos entregados a los niños que trabajaron duro motivarían a sus hijos. En cambio, todos obtuvieron un trofeo y lo común lo devaluó. Más de la mitad de los niños dejaron los trofeos con sus padres para salir a jugar y un tercio completo no fue reclamado al final de la noche cuando los padres y los niños se fueron. Sí, los padres y los niños dejaron los trofeos. Estaba claro que una recompensa por participación no los hacía sentir especiales, en realidad menospreciaba los esfuerzos de aquellos que trabajaron duro y al final pensé que ninguno de los niños se sentía recompensado.
Los adultos lograron abaratarme y arruinarme el asunto, en nombre de la igualdad. El mundo no es igual, y creo que los deportes son un buen vehículo para enseñarles lecciones como el trabajo duro genera recompensas, FairPlay, espíritu de equipo y que no todo el mundo cuando es el jugador más valioso, el mejor tirador, el mejor reboteador, etc.
Estas son habilidades que los niños desarrollan con trabajo duro y práctica. Sus trofeos son el reconocimiento de ese arduo trabajo y la motivación para que los niños que no obtuvieron trofeos trabajen más duro.
Estas son lecciones de vida valiosas, para las que creo que los estudiantes de quinto grado están listos y necesitan. Quizás si fueran niños de kindergarten, la igualdad de premios estaría bien. Pero no podemos envolver a nuestros hijos en algodón y lana de acero para siempre. Necesitan aprender suavemente sobre la vida y ver al niño que practicó duro y jugó duro toda la temporada obtener un trofeo, es para mí una lección de vida que necesitan. Nos quejamos de que las generaciones más jóvenes no tienen impulso o ganas de trabajar duro y no necesitamos buscar más culpas que nosotros mismos. Si les damos todo, llegarán a esperarlo todo a cambio de nada y serán adultos mal preparados.
Para pensar, la próxima vez que esté en el comité de premios y alguien sugiera darles a todos los niños el mismo premio.
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