







La Navidad siempre trae consigo un brillo especial, no solo por las luces y los colores, sino por la oportunidad de compartir momentos auténticos con las personas que más queremos. Entre risas, anécdotas y abrazos, uno recuerda que la verdadera esencia de estas fechas está en la conexión, en ese calor humano que se siente cuando los amigos se reúnen sin prisa, simplemente para disfrutar.
Aun así, diciembre no significa detenerse. Al contrario, entrenar en estas fechas se convierte en una forma de celebrar la vida, de agradecerle al cuerpo por todo lo que nos ha permitido lograr durante el año. Cada salida, cada kilómetro y cada respiración profunda se sienten distintos, como si el aire mismo estuviera cargado de un espíritu festivo que impulsa a seguir adelante.
Y entre esos entrenamientos, a veces surge la magia: un día vas y corres con tu grupo 21 km, otro día corres 15 kilometros con tus amigos y terminas un domingo en un paseo de relax por la montaña. El ritmo baja, la conversación fluye, el paisaje abraza. No hay presión, no hay tiempos que cumplir. Solo el sonido del viento de la montaña.
Esta temporada es difícil,entre la fiestas y los entrenamientos para el maratón, pero trabajamos en mantener en enfoque.
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