Siempre me ha parecido muy curioso. He visitado, sin exagerar, cientos de pueblos y generalmente me he cruzado con pocos e incluso muchas veces con ningún parroquiano. Pero siempre he visto vida detrás las cortinas, movidas por manos invisibles y dejando el hueco suficiente para mirar por la ventana y ver al forastero que llega, quién sabe a violar su sagrada paz. He visto, también, cantidad de pueblos abandonados y he sentido los latigazos del olvido. Y ahora, con la pandemia, son muchos los que miran a estos lugares y los que aprovechan cualquier respiro para refugiarse en ellos, aunque sólo sea un fin de semana. Muchos de ellos, como bien dices, mantienen vigentes sus costumbres y tradiciones, si bien éstas tienden a perderse, como se pierde la juventud buscando Eldorado de las grandes ciudades. Y aun así, sigue existiendo ese mundo que el escritor Miguel Delibes bien definió como Castilla, lo castellano y los castellanos. Abrazos, querida amiga
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