La tumba al borde de la galaxia (relato corto) (IV)

in #spanish3 years ago

La tumba al borde de la galaxia (relato corto) (I)
La tumba al borde de la galaxia (relato corto) (II)
La tumba al borde de la galaxia (relato corto) (III)

La tumba al borde de la galaxia.png

En Prévessin-Moëns, rodeada de las montañas del Jurá y los Alpes, las arenas también lo envolvían todo, pero el viento era gélido, según les comunicaba los sensores de la nave. Se trataba de un desnivel importante causado por la escasa circulación del calor, pues las corrientes marinas y los ciclos de los vientos se habían detenido o se habían convertido en algo diferente. No estaba muy claro aún. El edificio 774, un conjunto de volúmenes superpuestos con un patio alrededor del cual se cernía en forma de U, estaba tan maltratado que su color blanco se había esfumado, siendo remplazado por un pardo oscuro demasiado tétrico para ser soportado. Lo que tenían planeado era dirigirse en primer lugar a los laboratorios, luego a las oficinas, y, por último, en cualquier orden, al resto de las divisiones, para verificar la presencia de cualquier ser vivo (ahora era cualquier ser vivo, y no solo humanos). El problema con este protocolo era que no incluía ninguna eventualidad imprevista, y eso era obvio que ocurriría, tratándose de este singular escenario.

Desde lejos, incluso en medio de la noche, gracias a sus propias luces, lo vieron, aquella acumulación de objetos en el patio del edificio, un montón de cosas redondas, a los pies de lo que parecía una cruz, al estilo de la iglesia católica, hecha de madera, probablemente, con su respectivo crucificado, que bien podía ser un muñeco… Pero no lo era, y lo pudieron comprobar cuando bajaron, con sus armas preparadas, y se allegaron al lugar, atentos, alertas, con los androides tras de sí, quienes caminaban en reversa, cubriendo la retaguardia. Las linternas de los fusiles se fijaron en el cadáver de la cruz, un ser antropomorfo descompuesto hasta el punto de que solo le quedaba la piel sobre los huesos, de cuyo cuello colgaba un letrero con una inscripción en algún idioma desconocido, o por lo menos difícil de distinguir desde donde estaban, pues el montón de objetos redondos era tal que los mantenía demasiado lejos. Y es que ya sabían qué eran esos objetos esféricos: cráneos. Eran cráneos, pero no humanos, no de los humanos que conocían.

⸺¿Estás viendo esto, Menes? ⸺dijo Isobel, agachándose para recoger uno de los cráneos y acercárselo a la cámara de su casco. Era un cráneo alargado, con cuernos, auténticos cuernos, y unos colmillos un tanto aterradores, pero en efecto de origen humano, pues su forma era antropomórfica.

⸺Sí, estamos agregando las grabaciones al nuevo informe ⸺dijo el androide.

⸺¿Dónde está la nave?

⸺Ya va en camino, con la segunda división de androides.

⸺Excelente, Menes ⸺dijo Naramsin, quien había iniciado la caminata hacia el crucificado, haciendo crujir los recipientes encefálicos.

⸺Son diferentes unos de otros ⸺susurró Isobel, con un ligero temblor en la voz.

Había algunos que recordaban a las hormigas, otros a los caballos, algunos simplemente eran deformes, como si fueran descendientes de una población afectada por la radiación. La variación fenotípica era demasiado absurda; le pareció ver un unicornio humano con el rabillo del ojo. No podía creerlo. ¿Acaso había ocurrido una fiesta de la edición genética desenfrenada y sin propósito? Hasta ahora todo apuntaba al caos, al absoluto nihilismo, quizá una autodestrucción no planificada, ni siquiera consciente, como cuando estás en un sueño y se empiezan a suceder imágenes inconexas sin estructura lógica.

⸺¿Qué dice? ⸺inquirió la mujer cuando notó que, no sin mucha dificultad, Naramsin había llegado a los pies de la cruz.

Ahora se podía ver, gracias a la luz del fusil de su compañero, la forma demoníaca del sacrificado, sus cuernos más que largos, ramificados y enrollados en espiral; un único colmillo suplantaba los dientes incisivos centrales superiores, lo cual le daba un aspecto sobremanera surrealista. El esqueleto, aquellos huesos claramente primates, no variaba mucho, aparte de quizá la excesiva longitud de los fémures.

⸺Está en latín, pero creo poder leerlo ⸺dijo al fin Naramsin⸺. Menes, prepárate para consultar la base de datos mientras leo. Creo que es alguna cita de un libro, quizá religioso.

⸺De acuerdo, señor.

⸺“No identifico el mal y el dolor de la existencia con lo reprochable, sino más bien espero que un día pueda la vida llegar a ser peor y más llena de sufrimiento de lo que ha sido nunca”.

Un momento de silencio, interrumpido por la petición de presura de Naramsin, la cual no pudo ser acatada.

⸺No hay coincidencias en nuestras bases de datos, pero el sistema ha identificado varios movimientos políticos radicales que podrían haber usado tal selección de palabras en sus discursos ⸺dijo Menes.

⸺No hace falta nada más, Naramsin ⸺dijo Isobel⸺. Aquí ha pasado algo terrible y debemos pedir apoyo.

El hombre no pronunció palabra alguna, consternado por el resultado de la expedición. El misterio de la desaparición de los humanos en la Tierra no solo seguía en pie, sino que ahora estaba plagado de muchas más preguntas, preguntas que debían ser resueltas con un despliegue de naves e investigadores de diversas disciplinas. Tal como decía Isobel, no había nada más que hacer allí, pero por algún motivo se le hacía imposible dejar de mirar aquel cráneo horroroso, no podía evitar imaginarse el momento en que fue concebida aquella infernal criatura, suponiendo que lo era, que en realidad era “infernal”. Podría haber sido alguien normal, un ser humano con sus respectivas funciones emocionales y racionales comunes, pero que, por su apariencia, daba la impresión de querer llevar al resto del mundo a su final. ¿Y no era eso lo que sugería el letrero? Quizá en esta ocasión las apariencias reflejaban con exactitud lo que había en lo profundo, lo que había tras esos ojos. Tendría que haberse desarrollado algún fenómeno cultural masivo, alguna histeria colectiva impulsada, tal vez, por la misma locura humana subyacente a los recovecos de la psique, la propagación de las ideas radicales a través de una red cada vez más óptima de comunicaciones. El problema era que habría que ser muy descuidados para dejar que se saliera de control; la sociedad humana no era así de vulnerable, claro que no. La lucha constante contra el caos, contra la entropía, siempre había terminado con el homo sapiens como ganador.

A lo lejos se empezó a oír el silbido de la nave que se acercaba. Naramsin salió de entre sus pensamientos cuando Isobel lo tomó del hombro, sacudiéndolo con fuerza, ya que llevaba bastante tiempo sin reaccionar. Se miraron, pasmados, dejando sus armas abajo sin darse cuenta. No había mucho que decir; parecía que la mujer había llegado a conclusiones parecidas. De hecho, así era, y lo que tocaba ahora era esperar para escapar de aquella pesadilla. Ser los primeros en presenciar una escena como esa los marcaría para siempre, estaban seguros, y en los próximos años, mientras fueran llegando las naves interestelares de los demás sistemas planetarios, sería imposible evitar tener un buen puñado de noches intranquilas. Los androides, Isin, Ibissin y Nippur, no sentían nada, solo imitaban la emocionalidad, pero se decantaban más por lo racional, pues era su prioridad. No eran buenos acompañantes para estar en medio de una tumba del tamaño de un planeta, al borde de la Vía Láctea.

FIN