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Tratamos en general la mirada en los dos posts anteriores. En consonancia con ese tema, me pareció interesante relacionarlo con el arte, en el que ha aparecido como la aparente dicotomía de lo visible y lo invisible. Les ofrezco algunas reflexiones al respecto de tres importantes figuras.
Rainer Maria Rilke, escritor austríaco de muchísima relevancia para la literatura universal, que vivió entre finales del XIX y las dos primeras décadas del XX, produjo, además de su obra poética, textos en prosa de hondo pensamiento, tanto en sus novelas y cartas.
El arte indaga en lo visible el equivalente para la visión interior.
Se toma lo visible con la mano segura, se lo coge como un fruto maduro, pero no pesa, pues apenas puesto, se ve obligado a significar lo invisible.
El pintor Paul Klee, de suma importancia en el desarrollo de la plástica contemporánea, dejó textos en los cuales expresó su compleja visión de la vida y el arte desde su disposición espiritual.
Lo percibido secretamente se hace visible.
El arte no expresa lo visible sino que hace visible lo inefable.
Finalmente, de Gaston Bachelard, polifacético francés que destacó en filosofía de la ciencia y la epistemología (autor de la repetida "ruptura de paradigma"), ensayista (El aire y los sueños, El agua y los sueños, etc.) y crítico literario, este aforismo:
No hay otro arte que el de lo oculto.
Con diferencias entre ellas, las reflexiones que presento empatizan, no se excluyen; ofrecen la complejidad misma del arte.
Lo visible, que puede ser lo estrictamente físico o lo que se presenta, dinamiza en la creación artística (o en su recepción) ese correlato que se busca interiormente. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la imagen sensorial en literatura, que siendo de referencia física (un ave, el café, unos labios, verbigracia), se transfigura, por la imaginación o la conexión espiritual, en algo "alado", como diría Jorge Luis Borges; es decir, invisible.
Ahora, lo invisible (lo oculto, desconocido, no presentado) puede ser configurado por la materia del espíritu; de lo secreto e innominado pasar a ser "puesto-ahí", revelado. Como un sentimiento, un pre-sentimiento, una idea, que se hace imagen manifiesta. ¿No es esta la inquietud poética expresada por Rubén Darío en su poema "Yo persigo una forma": "botón de pensamiento que busca ser la rosa"?
La relación entre lo visible y lo expresable es y será siempre médula del arte, tanto para el emisor (artista) como para el receptor (lector, espectador, oyente…). Lo experimentado, vislumbrado, deseado, etc., nunca estará plenamente garantizado de ser expresado, por eso lo inefable. Quizás la absoluta confluencia entre uno y otro sea la anulación del sentido del arte, pues sería la aniquilación del misterio de este y, en suma, de la vida del alma.
Agradecido por su lectura.
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