Orbis, Tierras Muertas

in Cervantes3 years ago (edited)

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Orbis, Tierras Muertas

Pasaron treinta días avanzando difícilmente entre los escombros de lo que fuera, hace casi mil años, una gigantesca urbe. Perth había sido una ciudad de más de veinte millones de habitantes, quizá tan rica como otras de este mismo continente, de Euroasia o el subcontinente norte de América, pero de todo aquello ya nada quedaba.

Las rocas erosionadas y los herrumbrosos esqueletos metálicos, de los antiguos edificios, eran lo único que la diferenciaba del páramo árido y calcinado que la rodeaba, más allá de los treinta kilómetros de su extensión. Nada había quedado en pie, lo que haya sido la causa de la gran catástrofe, había arrasado por completo con cualquier ciudad o poblado.

Su aproximación al continente la hicieron por la costa suroriental, y en el recorrido bordearon toda la costa sur, debiendo, ocasionalmente parar para sortear las violentas tormentas que la azotaban y que, de haber enfrentado, pudieran haber dañado gravemente el ekranoplano. En su ruta, pudieron ver los restos de otras cuatro grandes ciudades, tres de ellas iguales o más grandes que Perth.

Según los mapas de exploración de William Sarmiento, se trataba de las ciudades de Sídney, Melbourne y Adelaide, las más grandes y Camberra la cuarta de ellas. Tal parece que, antes de la catastrofe, habían sido mega urbes, las tres primeras con entre quince y veinticinco millones de habitantes, aglomerados en centros urbanos de más de quince kilómetros de diámetro, pero como una profecía de lo que se encontrarían en su destino, todas ellas eran sólo los restos de lo que una vez fueron.

En las afueras de Perth, a unos treinta kilómetros, en medio de un desierto de suelo chamuscado, en el que apenas crecían algunos yerbajos dispersos, se encontraba lo que una ve fue la ciudad industrial de Hilbert Technologies. Se trataba de un pequeño centro urbano con unas mil residencias derruidas, situadas en una cuadrícula que tenía en su centro una gran manzana, con las ruinas de lo que parecían ser una media docena de edificios, que debieron tener unos diez pisos, hoy, apenas dos de ellos, conservaban en pie, los esqueletos desprovistos de paredes, de dos o tres de sus pisos.

No parecía haber nada que buscar en aquel sitio, cualquier resto de papel, plástico o metal que hubiese sobrevivido a la catástrofe, debió haber sido borrado por el tiempo. Solo quedaban grandes trozos de concreto, erosionados por la brisa, el polvo y las fuertes lluvias, que parecían golpear a diario la región, pese a las cuales, la vegetación seguía sin brotar en aquel achicharrado entorno.

Mientras exploraban las ruinas de los edificios, en él que conservaba aun tres de sus pisos en pie, hallaron lo que debía ser el tiro de un ascensor, cuyo interior se internaba en lo que debía ser el sótano de aquella construcción. Tal vez seria un estacionamiento para automóviles, pensaron, como era el caso de los encontrados en los restos de varias viejas ciudades en su propio continente.

Si iban a encontrar algo de valor en aquella excursión, debía ser en aquel lugar, bien, porque al igual que había pasado con este tipo de sótanos en su continente, haya servido de refugio a los sobrevivientes de la catástrofe, o porque en su interior se conserve aún algún resto de lo que en este lugar se hacía.

Dos de los soldados que los acompañaban, descendieron por el tiro del ascensor usando cuerdas, hasta llegar al final, en su trayecto contaron tres niveles por debajo de la tierra, pero en todos ellos, las puertas estaban cerradas, así que, sólo podrían entrar, si lograban abrir las puertas en el nivel más bajo.

En el fondo se encontraron con agua hasta las rodillas, que debió haberse filtrado de las lluvias. Al igual que en los dos pisos anteriores la puerta del ascensor estaba cerrada, pero aquí, con un piso sobre el que poder sostenerse, pudieron dedicarle tiempo a abrirla, lo cual no fue un trabajo fácil. Tras dos horas de usar sierras de mano y palancas, para cortar muelles y viejos e inservibles cilindros neumáticos, y un gato hidráulico, para separar la oxidada y obstruida puerta, lograron desbloquear la entrada.

Sólo una parte de los miembros de la expedición descendieron al sótano, entre ellos Aurora y tres de sus asistentes, acompañados por otros tres soldados que se encargarían, junto a los dos primeros, de revisar la estructura para asegurar su estabilidad, el profesor Morelli y el resto del equipo permaneció en la superficie, algunos explorando, otros dando apoyo a los que habían descendido.

El interior del sótano, no era un estacionamiento, se trataba de una especie de centro de cómputo, con grandes equipos, todos ellos destruidos por cientos de años de inundaciones, varios pasillos llenos de filas y filas de computadores inservibles, con quien sabe que información, posiblemente irrecuperable, tal vez cientos de años de historia, ciencia y artes perdidos por el paso del tiempo.

En uno de los costados de la sala, una ruinosa e instable escalera, dañada por el agua, ascendía al piso superior, uno de los soldados, ágil y cuidadosamente, escaló hasta el descanso, a partir del cual, la escalera se hacía más estable, para luego, usando sogas y apilando varias partes de los chasis que soportaban a los computadores, que se encontraban sueltas, lograr hacer una precaria pendiente, por la que el resto del grupo logró ascender con facilidad.

El piso superior también parecía un centro de cómputo, pero a diferencia del anterior, en este estaban lo que debieron ser estaciones de trabajo, un centenar de ellas esparcidas en el suelo, con sus carcasas rotas y en muchos casos casi inexistentes, tiradas sobre los restos de las podridas y colapsadas mesas sobre las que una vez estuvieron, probablemente desmoronadas, durante la catástrofe, o por los cientos de años que habían pasado después.

—Este piso no parece haber sido tocado por el agua —dijo Leila, una de las asistentes de Aurora —. Todo se está desmoronando por el tiempo, pero no hay rastros de humedad.

—Sí, así parece, pero igual, no creo que haya mucho que se pueda recuperar, fuera de las partes en si mismas, no creo que se pueda restaurar la información de los dispositivos de almacenamiento —dijo Aurora.

Después de recorrer e inspeccionar lo que había en aquel nivel, decidieron ascender al siguiente, que debería ser el más próximo a la superficie. La escalera se encontraba parcialmente obstruida por escombros caídos del techo, pero con algo de esfuerzo se podía subir al piso superior, que a diferencia de los anteriores, no era un salón amplio pero atestado de equipos, a este piso se accedía a través de un pasillo, que en algún momento estuvo bloqueado por una puerta, situada en la propia entrada de la escalera, pero que, después de cientos de años, sus goznes habían sido devorados por el oxido y tras un tirón, dado por uno de los soldados, había cedido, con facilidad.

Al final del pasillo una esquina que cruzaba a la izquierda los situaba a un lado de la reconocible puerta del ascensor cuyo tiro, en esta ocasión, no eran una especie de caja situada en medio de la sala, esta vez su puerta era una de dos, ubicadas en la pared izquierda del pasillo, avanzaron al final, hasta la segunda puerta y descubrieron que se trataba de una gruesa puerta metálica que a diferencia de la anterior parecía estar en excelente estado.

—Esto no es acero —dijo uno de los militares, tras golpearla con la barreta que llevaba en su mano —. Es titanio, no será fácil entrar aquí.

—¿Puede leer lo que dice aquí profesora? —dijo uno de los asistentes, mientras iluminaba una placa metálica situada sobre la puerta, cuyas letras se habían degradado con el tiempo —. Creo que está en inglés.

—“Sala de Respaldo de Datos” —dijo Aurora —. Ya usted debería poder leer eso, señor Bertrand.

—Sí, lo puedo leer literalmente, pero no entiendo su significado —explicó el joven aprendiz.

—Es un almacén de dispositivos de almacenamientos de datos, con los respaldos de los sistemas de cómputo —aclaró Aurora —. Creo que es lo que estamos buscando, sólo espero que lo que hay en su interior, esté en un estado que pueda ser recuperable.

Texto de @amart29 Barcelona, Venezuela, septiembre de 2021


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Agradezco a todos por visitar mi publicación, espero sus comentario, hasta la próxima


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